martes, 4 de diciembre de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº 21

Manifestación antifascista en Barcelona, el pasado 17 de noviembre, donde ondearon, a sus anchas, las banderas reaccioarias de la
República capitalista española, sostenidas históricamente por la izquierda burguesa, y, en particular, por el estalinismo.


S U M A R I O 1 de diciembre de 2007

Editorial
CÓMO SE LUCHA CONTRA EL FASCISMO
Y CÓMO SE APOYA LA DEMOCRACIA CAPITALISTA

Francia, de nuevo los casseurs…
¡EL FUTURO ES DEL ANTICAPITALISMO!


BALANCE COMUNISTA DE LA REVOLUCIÓN ALEMANA (1918-1923)
(III)

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



Editorial

CÓMO SE LUCHA CONTRA EL FASCISMO…
…Y CÓMO SE APOYA LA DEMOCRACIA CAPITALISTA

Las últimas semanas nos han ofrecido nuevas muestras que reafirman, una vez más, al antifascismo como el mejor anzuelo del que dispone la extrema izquierda burguesa a la hora no sólo de proteger tramposamente a la democracia capitalista, sino de salir al paso de la organización independiente, anticapitalista, de todos los que luchan contra el sistema…

Hace unos días ha sido el sabotaje de la conferencia de un ex miembro del Ku Klux Klan en la librería Europa, de Gràcia (Barcelona), con el lema «¡Fuera nazis de Gràcia!»; la semana pasada, la campaña, bajo consignas como «¡Paremos al fascismo, ni un solo pueblo, ni un solo ayuntamiento para los fascistas!», desplegada, desde Izquierda Unida hasta la CNT-FAI, con motivo del asesinato de un militante de Izquierda Castellana, apuñalado mortalmente cuando se dirigía, junto con otros amigos, a reventar la manifestación del partido fascista Democracia Nacional …

Preguntamos a quién quiera responder ¿Tienen estas campañas masivas el objetivo de impulsar la defensa unida, como anticapitalistas, contra las ataques de los fascistas de forma nítidamente demarcada ─fuera y contra─ de todo tipo de reformismo de izquierda, o, por el contrario, no hacen más que usar el odio y la rabia que todos tan justificadamente sentimos hacia la escoria fascista, en este caso, para diluir precisamente las fronteras del anticapitalismo en aras de su fusión difusa con esa misma izquierda antifascista partidaria de la reforma del sistema?

Contestemos con sinceridad. ¿Sirve el antifascismo para derribar el Estado capitalista ─¿alguna vez lo ha atacado siquiera?─ o sirve, en cambio, para continuar con el señalamiento de fuerzas burguesas completamente marginales y exteriores a él ─sin ni tan sólo representación parlamentaria─ al objeto de poner a salvo a las democrático-burguesas, que hoy son verdaderamente las que gobiernan, explotan, manipulan, torturan, reprimen a los anticapitalistas, impulsan leyes contra la inmigración, fomentan el chovinismo patrio, etc., desde el corazón de ese mismo Estado?

Llevados por el apoliticismo activista del momento, tan nefastamente ensalzado, desde numerosos ámbitos, parece como si nadie se planteara preguntas tales. Las respuestas, sin embargo, no pueden ser más obvias. Jamás en su historia, los promotores políticos de este tipo de campañas antifascistas (reformistas radicales), lideradas por el estalinismo, secundadas por el anarquismo y aceptadas entusiásticamente ─hemos de añadir─ por los críticos oportunistas de ambos (trostquistas respecto a los primeros y “autónomos” respecto a los segundos) han saboteado nunca la conferencia de ningún demócrata capitalista con lemas como «¡Fuera reformistas de Gràcia!», ni encabezado manifestaciones donde se hablara de luchar contra el fascismo y la democracia capitalista, bajo consignas tales como «¡Ni un solo pueblo, ni un solo ayuntamiento para los capitalistas!» ¡Jamás lo harán!
Es más ¿Se imagina alguien un Estado controlado efectivamente por el fascismo en el que los partidos y sindicatos llevaran a cabo sistemáticamente campañas para «parar a los demócratas»? ¿Cómo habría que calificar tales campañas? ¿No constituirían un fragrante caso de colaboración, en los hechos, con el fascismo en el poder? Evidentemente. No cabe la menor duda de ello. Sin embargo, el mismo rasero no se aplica a la inversa. A los revolucionarios que denuncian esta situación, los que llaman a luchar contra los ataques del fascismo y de la democracia capitalista y no a sumarse, en consecuencia, a las convocatorias “antifas”, promotoras, todas ellas, del interclasismo ciudadano, se les acusa ignominiosamente de… ¡favorecer al fascismo!
El mundo al revés…
Basta leer, empero, lo manifiestos antifascistas de los últimos días para darse cuenta de quién colabora, de forma descarada y efectiva, con el Estado capitalista e impide, además, a favor de éste, la organización y unidad de los anticapitalistas, como bloque separado y delimitado, frente a los demócratas. Analicemos uno de los escritos más difundidos estos últimos días:

Asambleas e individualidades antifascistas de Madrid convocan una concentración este sábado en la Puerta del Sol, en repulsa por el asesinato de Carlos en el metro de Legazpi y ante la impunidad con que organizaciones fascistas se manifiestan en nuestras calles, tanto en barrios obreros como en el centro de la ciudad.
La organización fascista Alianza Nacional tiene previsto realizar este sábado una manifestación legalizada a las 17.00h desde Montera hasta Sol, bajo el lema "La inmigración destruye tu futuro”.
Asambleas e individualidades antifascistas de Madrid invitamos a todas las personas a que acudan a la concentración para recordar la memoria de Carlos, acuchillado y asesinado por un nazi que acudía a una manifestación de Democracia Nacional y así mostrar nuestro rechazo a que organizaciones fascistas puedan manifestarse por la calle con la impunidad y connivencia de las instituciones, Fuerzas de Seguridad del Estado, Delegación de Gobierno, Medios de comunicación, periodistas/sensacionalistas y falsos opositores que con su discurso sólo buscan acotar y apagar la sed de venganza y rabía de lxs que, como Carlos, luchamos de frente al Sistema.
Aprovechamos esta ocasión para convocar ESTATALMENTE a toda la gente, compañerxs y amigxs que acudan el sábado 17 de noviembre a la puerta del Sol a las 16.30h
Queremos hacer una demostración de fuerza masiva ante los fascistas que ilegalizen o no su convocatoria ya han avisado que se manifestarán en Montera.
Queremos hacer un homenaje a Carlos, tal y como él hubiese querido.

Queremos dejar claro que ni un muerto ni dos van a pararnos en la lucha contra el fascismo en ninguna de sus formas de expresión.

Queremos aclararle a Delegación de Gobierno que esto no es un problema de bandas urbanas, es un problema político del cual la institución es cómplice directo de lo que sucedió el domingo y de la cantidad de palizas que semana tras semana van sumándose a una lista extensa de víctimas.
Aclararemos a quien se piense que los fascistas son 200 descerebrados ultras que NO, los Cesar Vidal, los Jimenez Losantos, los Pio Moa son instigadores que azotan fascistización, políticos, periodistas, pseudodemócratas que alimentáis y os aprovecháis de esta situación...Vamos a por vosotrxs!
Esto acaba de empezar…

El 15 de nov, jueves habrá un homenaje a Carlos en el barrio de Usera, lxs vecinxs del barrio que tuvieron que soportar la manifestación nazi a la que nuestro hermano Carlos acudía para mostrar su repulsa contra dicha manifestación, vecinxs que vieron como la policía protegia a los nazis y les dejaban recorrer su barrio.
El 16 de nov, viernes, lxs vecinxs de Vallecas, barrio en el que vivía Carlos, van a hacerle un homenaje al que debemos acudir todxs, dicha MANIFESTACIÓN a las 18h, empezará en el Instituto Tirso de Molina al que acudía Carlos. Metro Buenos Aires y terminará en la Junta del Distrito. recorrerá toda la Avenida Albufera.

El 17 de nov a las 16:30, sábado en la puerta del Sol, CONCENTRACIÓN ESTATAL contra la impunidad fascitas, en memoria de Carlos: Paremos a los nazis en la calle, no en los despachos, ... ni un respiro contra su violencia!!!

El 24 de nov, Cibeles - Pta. del Sol , 20N antifascista.

Atentxs a todas las convocatorías que vayan saliendo en los barrios, universidades...

Para la difusión de la concentración, os pedímos que os DESCARGUÉIS EL CARTEL, IMPRIMÁIS Y PEGUÉIS...hacer pintadas, SMS, todo vale!!!

DESCARGARSE EL CARTEL (alta calidad) PINCHANDO [AQUI] http://www.lahaine.org/b2-img/cartel_carlos_sol.pdf

(Extraído de http://www.klinamen.org/article3370.htm)

¿Qué nos encontramos en este manifiesto de Asambleas e Individualidades antifascistas de Madrid sino llamadas interclasistas a acudir a manifestaciones de «vecinos», dirigidas a «todas las personas», a «toda la gente», donde el objetivo de la lucha es, en exclusiva, la lucha contra el fascismo («ni un muerto ni dos van a pararnos en la lucha contra el fascismo») y donde los «pseudodemócratas» ─no los demócratas tout court!─ se circunscriben a periodistas de la órbita del Partido Popular, que son señalados con un «¡vamos a por vosotros!»…?
¿Es que no nos encontramos ante un panegírico de presión radical sobre las instituciones del Estado capitalista democrático («queremos dejar claro a Delegación de Gobierno que esto no es un problema de bandas urbanas, es un problema político del cual la institución es cómplice directo») que deja, como todo buen texto antifascista que se precie, viva y coleando a la izquierda del sistema?
Por supuesto, hay quien piensa que dentro del cuadro antifascista se puede expresar también la lucha entre anticapitalismo y reformismo, y para demostrarlo presenta, a modo de prueba, en los debates de internet, una noticia aparecida en la prensa burguesa, donde leyendo entre líneas se adivinan bien las diferentes posturas enfrentadas en el seno de la Asamblea Antifascista de Madrid. Veámoslas.

M2 SE CUELA EN LA REUNIÓN DE LOS ANTIFASCISTAS Un muerto se paga con otro muerto
QUICO ALSEDO LUIGI B. BORGES
El Mundo, MADRID.- "¡A muerte a por ellos el sábado! Los cerdos nazis desangraron a Carlos y tenemos que vengarnos, hay que machacarlos". El grito provocó aplausos y estupor anoche en Legazpi. M2 se coló, entre crestas y botas militares, en la asamblea en que unos 350 antifascistas decidieron, desde las 19.00 horas, cómo responder a la muerte de Carlos Palomino.
Unos apostaban por una concentración masiva y «social» en Usera para todos los públicos el próximo sábado por la mañana. Otros, los duros, pedían «sangre» contra la mani convocada por Alianza Nacional ese mismo día, y «arrasar el centro económico de Madrid, que es Sol». Al final se optó por conjugar las dos vías, no sin bronca entre varios de los jóvenes por no respetarse en el turno de palabra, e incluso algún «cállate burgués de Izquierda Unida, y lárgate a la universidad que te paga tu papá», dirigido a uno de los blandos.
La solemnidad del momento se palpaba desde la misma entrada. A las 19.00 horas, varios chavales designados como vigilantes controlaban el acceso a la nave, 500 metros cuadrados fríos, inhóspitos y okupados en la calle de la Batalla de Belchite, número 17. Se trataba de que no se colaran elementos ajenos a la Coordinadora Antifascista de Madrid, aunque ellos mismos se cortaban después entre ellos: «¡Lo de la violencia no hace falta hablarlo ahora, joder, que aquí mismo seguro que hay estupas [policías]».
Una hora más tarde, después de que llegaran «unos compañeros que vienen del Tanatorio», comenzaba la asamblea, que fue subiendo de tono hasta que uno de los duros zanjó: «Hay que dejarse de hostias. Los cerdos mataron a Carlos y tenemos que sacar toda la rabia y el odio que llevamos dentro». Ahí se determinaron dos bandos, que ya vertebraron el debate. «¡Se están riendo [los fascistas] de nosotros y de Carlos en internet!», decía uno. «Debemos ser inteligentes y no criminalizarnos. Hay que presionar al Gobierno para que suspenda la mani de Alianza Nacional», contestaba otro, sin éxito.
Uno de los duros informó a la concurrencia de que «Alex [el joven que permanece grave tras el incidente en que murió Palomino] está con un pie en la tumba y sigue en la UVI», mientras muchos de los allí presentes aseguraban que el muchacho había abandonado los cuidados intensivos. Otro aviso a los tibios, con recado también para los medios: «Los periódicos están intentando calmar las cosas, pero esto es una guerra y en la guerra hay que golpear. Quien no esté para golpear, que no venga».
La veteranía puso cierta sensatez, por boca de un antifascista de barba: «Ha muerto un compañero y estamos jodidos, pero es una ocasión única: poderle explicar a nuestras madres, a nuestros compañeros de trabajo, que nos están matando por defender la igualdad, porque nadie se crea superior por ser blanco o por haber nacido aquí». Los aplausos fueron para los más exaltados. Menos (unos 100), pero más ruidosos.
Los moderados hacían hincapié en que «la opinión pública tiene que pensar que esto no es una pelea entre bandas, que está en juego la igualdad», pero las llamadas a la «valentía» de los radicales, muchos de ellos con la cabeza rapada, generaban explosiones de entusiasmo. De vez en cuando, alguien se levantaba al centro del corro a coger agua de una tinaja plateada, mientras un pastor alemán deambulaba por allí.
Intervino también un «representante» de los antifascistas de Guadalajara, un emisario de la Asociación de Vecinos del Alto del Arenal y una mujer mayor cercana a la Coordinadora, que también se llevó sus pullas: «¡Aquí no hace falta que nadie nos coordine! ¡La rabia no se coordina, se suelta y punto!», bramó una chica alineada con los duros. Se intentaba respetar el turno de palabra, pero al final sucedía lo que en el patio del colegio: quien más hablaba era quien más chillaba.
De hecho, la bronca fue in crescendo hasta que una chica se encaró con el bando de los duros -«¡Pesaos, dejad hablar!»-, que respondieron con insultos. Pero la sangre no llegó al río. Al menos ayer.

Hemos reproducido todo el texto pues, al margen de la utilización democretina de la información que hacen los periodistas de El mundo, posicionados claramente a favor de la opción «sensata» de la asamblea ─del antifascismo, por tanto, “sensato”─, no deja de ser altamente aleccionador.
¿Anticapitalistas contra reformistas? Pudiera ser, si nos las viéramos con un proceso de maduración política por parte de algunos elementos “duros” en dicha asamblea, pero también es la posición de los que presentan estas diferencias como excusa para no romper con el encuadramiento antifascista. Nosotros, en cambio, afirmamos que, al margen de la conciencia de los participantes más radicales en esta asamblea, mientras se renuncie a separar, hoy, públicamente, en el terreno organizativo de las marchas antifascistas, a los anticapitalistas, como bloque propio, independiente de cualquier partido, de los defensores radicales de la democracia capitalista (PCE, CNT-FAI, trostquistas…), tales divisiones no harán más que expresar/vehiculizar, la división de trabajo, establecida históricamente, en el seno mismo de las fuerzas antifascistas. No harán más que reforzar el rol del antifascismo oficial, patrocinado por el estalinismo, pregonero de la presión antifascista pacífica sobre las instituciones democrático-burguesas, y el del antifascismo crítico, de corte anarquista, partidario de ofrecer una válvula de escape radical para el desgaste de la rabia anticapitalista en dichos cuadros ciudadano-radicales (la frase «¡Aquí no hace falta que nadie nos coordine! ¡La rabia no se coordina, se suelta y punto!» lo ejemplifica a la perfección).

Insistamos de nuevo. Es un hecho irrefutable que hay anticapitalistas en el seno de las manifestaciones antifascistas y que su principal modo de hacerse notar consiste en desbordar violentamente su recorrido, pero también es cierto que ninguno de los dos antifascismos (ni el oficial ni el crítico por radical que éste sea) ataca al Estado capitalista, y que ambos coinciden, por caminos diferentes ─el de la concienciación ciudadana o presión institucional el uno, y el de la vía libre a la “acción directa” el otro─ en salir al paso de cualquier intento de organizarse políticamente para defenderse como anticapitalistas contra el fascismo, esto es, sin caer en la ocultación de las mucho más importantes y criminales embestidas, en la situación actual, de la democracia burguesa…

Por último, falta reseñar un segundo manifiesto. Un manifiesto que pasamos a reproducir, asimismo, de forma íntegra, pues da cuenta de otra realidad presente en el movimiento, pero de la que tampoco nadie habla, al menos públicamente: la influencia de las sectas izquierdistas que, perteneciendo al campo proletario, añadimos nosotros, hacen, en este caso, mil y una concesiones al antifascismo para no ser desenmascaradas por la izquierda antifascista y poner, así, en peligro, el trabajo oportunista de proselitismo encubierto que realizan en su seno. El manifiesto siguiente parece estar influenciado por ellas:

Ante el asesinato de Carlos por un militar fascista
Lo único que quieren los fascistas es machacar a la clase trabajadora, sea autóctona o extranjera
Los que estamos aquí sabemos que las hordas fascistas llevan campando a sus anchas desde hace mucho tiempo. Varias víctimas han sido agredidas o asesinadas en los últimos años. Por eso estamos hoy aquí, para combatir a toda esta escoria fascista.
Pero ¿basta sólo con enfrentarse a la violencia de estos grupúsculos neonazis? Primero, no podemos olvidar que el fascismo es y ha sido siempre una expresión de la fase más decadente y reaccionaria del sistema capitalista. LO ÚNICO QUE QUIEREN LOS FASCISTAS ES MACHACAR A LA CLASE TRABAJADORA, SEA AUTÓCTONA O EXTRANJERA.
No podemos ser tan ingenuos de lanzar mensajes como que Democracia Nacional sea ilegalizada. ¿No nos damos cuenta de que el Estado capitalista necesita a todas estas organizaciones ultrarreaccionarias? Además, este tipo de prácticas racistas y fascistas son en la mayoría de casos cometidas por las instituciones y sólo minoritariamente por grupos neonazis o de ultraderecha. ¿Hará falta recordar las decenas de casos de torturas y maltratos policiales en comisarías, cárceles, centros de internamiento para inmigrantes, etc.? Los primeros asesinos y represores son “nuestros” propios gobernantes.
Nosotros no necesitamos que nadie legalice nuestras manifestaciones antifascistas (que son también y sobre todo anticapitalistas), el Estado no permanecerá ni mucho menos al margen, sino amparando y protegiendo a estas bandas parapoliciales que representan a sectores muy concretos del capital.
Desgraciadamente, Carlos no ha sido ni es la única víctima de la violencia de este sistema. Las delegaciones de gobierno son las encargadas de dirigir la represión. Todos los oportunistas de IU, PSOE y el Movimiento Contra la Intolerancia, el Foro Social y compañía nos engañan haciéndonos ver que vivimos en un “Estado democrático”.
Compañeros, el enemigo, además de las bandas y organizaciones ultrafascistas, lo tenemos en nuestro propio Estado, represor hasta la médula y que sólo está para proteger a base de porras y pelotazos de goma al capital.

LA ÚNICA FUERZA CAPAZ DE ENFRENTARSE AL FASCISMO ES LA CLASE OBRERA
TODO NUESTRO ODIO DE CLASE PARA EL ASESINO DE CARLOS, NI OLVIDO NI PERDÓN
TRABAJADORES CONTRA EL CAPITALISMO Y EL FASCISMO
(http://elrefractario.mundoforo.com/image-vp590.html)

Bien. Es un texto proletario. Como puede apreciarse no hay ni una sola reivindicación implícita de interclasismo y, además, a diferencia del manifiesto antifascista anterior ─el de las asambleas e individualidades antifascistas…─ se señala correcta y abiertamente quién es el primer enemigo a batir, el Estado capitalista: «El enemigo […] lo tenemos en nuestro propio Estado […] que sólo está para proteger […] al capital» y «el enemigo, además de las bandas y organizaciones ultrafascistas, lo tenemos en nuestro propio Estado, represor hasta la médula y que sólo está para proteger a base de porras y pelotazos de goma al capital»…
Ciertamente estas dos escuetas frases nos sitúan ante un texto de clase que pone en alerta, sin decirlo de forma expresa, contra los repetidos intentos de los partidos antifascistas de supeditar la rabia de los explotados al combate contra objetivos como son las bandas fascistas o sus partidos extraparlamentarios, que, en comparación, como ya hemos apuntado, con las fuerzas democráticas del capital, sus cuerpos armados, sus tribunales, sus agentes reformistas y legislaciones laborales son, en estos momentos, mil veces más inofensivos (lo que no quiere decir, evidentemente, que no sean nuestro enemigos y que no haya que defenderse o atacarles como anticapitalistas).
Sin embargo hemos de ser lo más rigurosos posible para evitar equívocos. Es nuestro deber. El no añadir que ese Estado, al que se señala justamente como «el enemigo», es precisamente un Estado democrático-burgués, apostillando, más bien, en sentido opuesto, que los reformistas (mal llamados aquí «oportunistas») «nos quieren hacer creer que vivimos en un “Estado democrático”» ya es un primer elemento que induce a confusión. ¿Es que acaso la represión, los encarcelamientos o torturas a los anticapitalistas son un monopolio exclusivo del fascismo? ¡Las comillas, por tanto, del “Estado democrático” sobran! Y sobran porque con ellas se deja la vía libre –tal como está ahora-- a la izquierda del sistema para exigir una mayor democratización de este mismo Estado capitalista no del todo democrático, una democratización ad infinitum, cabría decir, que presenta como “fascistas” prácticas consustanciales a cualquier Estado burgués y que, por eso, al señalarnos los males a erradicar en el seno de éste, nos introduce la ilusión inconsciente en la reforma del mismo…


Cuando se escribe, como se hace en este manifiesto, «Además, este tipo de prácticas racistas y fascistas son en la mayoría de casos cometidas por las instituciones y sólo minoritariamente por grupos neonazis o de ultraderecha. ¿Hará falta recordar las decenas de casos de torturas y maltratos policiales en comisarías, cárceles, centros de internamiento para inmigrantes, etc.? Los primeros asesinos y represores son “nuestros” propios gobernantes», parecería que se va en la línea anticapitalista por la que apostamos, expresada desde el principio del texto, sin embargo no es así. Lo que se defiende en el párrafo es que las instituciones cometen el mayor número de prácticas fascistas por oposición a los grupos neonazis. Es decir que, con este párrafo en la mano, todavía alguien podría afirmar que “nuestros propios gobernantes” cometen prácticas fascistas porque, evidentemente, son fascistas o que hay que luchar para que dichas prácticas sean depuradas (= reformismo por la extrema izquierda).
Tan sólo hubiera bastado con hablar de «prácticas represivas» a secas y de «nuestros propios gobernantes demócratas» tal cual para eliminar esa ambigüedad que si queda en el aire no es, a nuestro modo de ver, por casualidad, sino por el mantenimiento ─consciente o no─ de una cierta unidad de acción, o cuanto menos para no incomodar a los que únicamente critican, como hemos visto en el primer manifiesto, a los “pseudodemócratas”… ¿No es así? ¿Y si no lo es por qué no se demuestra lo contrario, en la práctica, rompiendo con esa tramposa unidad antifascista?

No son pues discrepancias de matiz, sino diferencias muy concretas de organización ─es en la práctica donde se juega todo una vez más─ las que separan a los redactores de este manifiesto, a medio camino entre el antifascismo y el anticapitalismo, del anticapitalismo revolucionario. Las sectas trabajan tanto dentro como fuera de cualquier movimiento y justamente se les distingue por elaborar manifiestos más o menos anticapitalistas que finalmente no se traducen en propuestas de organización concretas, desmarcadas explícitamente de las que propone el reformismo (antifascista para este caso), a nivel de movimiento.
La cuestión clave, la que distingue, en este cuadro, a reformistas de anticapitalistas y a sectarios de revolucionarios, sigue siendo, ante todo, la actitud ante la organización del movimiento.

Ante las agresiones capitalistas, del fascismo o de la democracia burguesa…
¡CONTRA LOS ATAQUES FASCISTAS, UNIDAD ANTICAPITALISTA!

¡O UNIDAD ANTIFASCISTA CON LA IZQUIERDA DEL SISTEMA
O UNIDAD ANTICAPITALISTA CON EL RESTO DE EXPLOTADOS!

¡O ANTIFASCISMO O ANTICAPITALISMO!

------------------------------------------------------------------------------------------------

Francia, de nuevo los casseurs…
¡EL FUTURO ES DEL ANTICAPITALISMO!

Más allá de las claves nacionales de los acontecimientos, es indudable que Francia ha devenido laboratorio experimental de vanguardia del curso contemporáneo internacional de la lucha de clases…
Ahí tenemos, en primer lugar, al reciente Gobierno de Sarkozy, empeñado, ante la atenta mirada de sus colegas de la UE, en aplicar los planes de “modernización de la sociedad francesa”, para cuya realización fue encumbrado al poder, en las aún recientes elecciones, por el grueso de la burguesía gala, convencido como está el capital de la segunda potencia europea de que la raíz del atraso comparativo del Viejo Continente con relación a EE UU en el desarrollo de la revolución productiva, telemática, vigente sólo puede ser mitigado a base de mayor precariedad y explotación de la fuerza de trabajo, así como de una reducción draconiana en los gastos sociales del Estado…

En dos promesas esenciales fundamentó Sarkozy su éxito electoral del pasado mayo. La primera consistía en llevar a la práctica los planes de liquidación de las conquistas sociales del proletariado en cuyo intento de imposición se habían estrellado, sin excepción, todos los gobiernos franceses de la última década, desde que la imponente huelga, que, en 1995, contando con el apoyo masivo del proletariado en la calle, mantuvo paralizada a Francia durante tres semanas, dio al traste con los sueños del entonces primer ministro, Alain Juppé, de implementar medidas muy parecidas a las ahora enarboladas por Sarkozy.

El pasado 24 de noviembre, Sarkozy emprendió su viaje oficial a China con el convencimiento de haber efectuado un paso sólido en el cumplimiento de esa primera promesa hecha a la clase capitalista francesa, que, sin subterfugios, puede ser expresada como sigue: barrer, de una vez por todas, todo tipo de gasto social improductivo de la economía gala, empezando por reducir, de manera drástica, el destinado a la jubilación de los trabajadores cuya fuerza de trabajo ya ha sido convenientemente exprimida, en beneficio del capital, a todo lo largo de su vida laboral. No en vano, tras nueve días de una titubeante huelga contra las medidas anunciadas por el Gobierno ─exigencia de que la cotización de los trabajadores ferroviarios, necesaria para cobrar el 100% de sus pensiones de jubilación, pase de los actuales 37,5 años a 40 años y de que dichas pensiones se actualicen estrictamente en función del IPC, penalizando sensiblemente, además, las jubilaciones anticipadas─, los sindicatos utilizaban como excusa unos sabotajes realizados en las vías de los trenes de alta velocidad para imponer la vuelta al trabajo y abrir la puerta a la consideración del plan de Sarkozy. Éste, que, en los momentos más tensos de la huelga, había adelantado, a modo de concesión al proletariado, un paquete de medidas destinado a «mejorar el poder adquisitivo de los franceses» (El País, 25.11.2007, p. 6), no se anduvo por las ramas para cantar la victoria conseguida: el mismo día de la desconvocatoria se permitía aplazar la adopción de tales medidas, a la par que acusaba a los huelguistas de haber mantenido, durante su movilización, como «rehenes» a los ciudadanos (ib.)… Sí, así estaban las cosas en la noche del pasado sábado 24 de noviembre: en la suite de 800 metros cuadrados que tan gentilmente las autoridades de la China “socialista” (!!!) le habían preparado en Pekín, Nicolas Sarkozy podía, en verdad, mostrarse satisfecho con sus logros, pues esa primera victoria sobre el viejo movimiento obrero ─la aristocracia trabajadora─, situado bajo la dirección del reformismo, abría, sin duda, el camino a la posterior adopción de nuevas y más ambiciosas (para el capital, claro ésta) medidas contra el conjunto de la clase proletaria.

Sin embargo, al día siguiente, el domingo 25 de noviembre, un incidente inesperado acababa con la satisfacción de Sarkozy recordándole, a buen seguro, que la segunda de sus grandes promesas electorales, restaba aún por cumplir en su totalidad; a saber: barrer la racaille, la escoria, de las calles de Francia; desalojar de escena, para siempre, a esos casseurs que, dos años antes, desafiando abiertamente la autoridad del Estado burgués, habían incendiado los suburbios de las principales ciudades.

Los hechos son conocidos: en la tarde de ese mismo día dos adolescentes de la banlieu de París, con toda probabilidad víctimas de una brutal persecución policial, resultaban muertos tras chocar contra un coche de policía, cuyos ocupantes huyeron a pie, sin prestarles socorro, según coinciden todas las versiones, al respecto, excepto, por supuesto, la oficial. Esa misma noche, pese a la ocupación policial de la localidad escenario del asesinato, Villiers-le-Bel, en el valle del Oise, al norte de la capital, estallaba la revuelta, resultando heridos, en choques contra los jóvenes casseurs, sólo en la primera noche, 40 policías ─dos de gravedad, entre ellos el comisario de la vecina localidad de Sarcelles─ y habiendo ardido, por completo, la comisaría más cercana, al igual que varios otros edificios, como un gimnasio y un concesionario de automóviles, además de una treintena de vehículos. Armados de cócteles molotov, piedras y petardos, cientos de jóvenes tomaban las calles, a la noche siguiente, en otros municipios de Val-d’Oise, y, exigiendo venganza, se enfrentaban, con notable éxito, a las multiplicadas fuerzas policiales. La tercera noche de revuelta veía como ésta prendía en algunos barrios de Toulouse.

Durante esas noches cualquier tipo de edificio que representara al Estado capitalista estuvo en peligro (bibliotecas, escuelas…), incluso el Ayuntamiento de Villiers-le-Bel fue salvado in extremis de las llamas por la guarnición policial reforzada que evitó que la columna de jóvenes casseurs llegara, tal como se había propuesto ─«À la Mairie, à la mairie», gritaban los más exaltados─, hasta él.
En el momento de cerrar estas líneas, la masiva intervención policial y las detenciones que, según fuentes oficiales, rozan ya el centenar han permitido que, tras de que toda la burguesía francesa contuviera la respiración, temiendo que los choques se extendieran imparablemente, al igual que hace dos años, por los extrarradios de las principales ciudades del país, el Gobierno haya podido presentar un balance “positivo” de la última noche (del martes, 27 de noviembre, al miércoles, 28). Según los portavoces del comité de crisis formado, a todo correr, en El Elíseo, bajo la presidencia del presidente Sarkozy ─raudamente vuelto a Francia─, con la participación del primer ministro, François Fillon, la responsable de Justicia, Rachida Dati, la titular de Interior, Michelle Alliot-Marie y la secretaria de Estado para la Política de las Ciudades, Fadela Amara, gracias al «plan de choque elaborado», la jornada pudo cerrarse con sólo «algunos» policías heridos y 138 coches quemados, lo que ─proporcionando una pauta de la situación─ fue considerado por la portavoz policial, Patrice Ribeiro, como una cifra «normal» (El País, 29.11.2007, p. 4).

Nadie puede saber, hoy por hoy, si, a fuerza de represión, el Estado capitalista podrá acallar, de nuevo, en pocos días, a los casseurs o si, por el contrario, la nueva irrupción de éstos en escena se prolongará y agigantará, extendiéndose por toda Francia. La propia ministra del Interior de Sarkozy, Alliot-Marie, no deja de insistir, pese a esa primera noche de remisión del estallido, en que «Nada está ganado» y en que más de un millar de policías de élite, dotados de la protección aérea de helicópteros provistos de grandes focos, permanecen y permanecerán «todo el tiempo que sea necesario» en Villiers-le-Bel y las ciudades de su alrededor (ib.). A todo ello, las detenciones se hacen cada vez más masivas.

Pero, en cualquier caso, suceda lo que suceda en las próximas horas, esta nueva explosión del sector más desheredado de la juventud proletaria de nuestros días se inscribe ineluctablemente en el proceso de maduración del nuevo paso al que están llamados los casseurs y, en su conjunto, el anticapitalismo, el nuevo movimiento proletario de nuestro tiempo. Éste fraguará, con toda probabilidad, en cuanto se encuentren, otra vez, en las calles de las grandes ciudades ─tal como ocurrió en marzo de 2006─, los jóvenes proletarios marginados de los suburbios con los estudiantes hijos de trabajadores a los que el capitalismo está cerrando flagrantemente cualquier viso de asentamiento en la sociedad burguesa. Se engaña, de medio a medio, quien piense que esa nueva confluencia ─la cual, como fruto social, por excelencia, del desarrollo contemporáneo del capitalismo, no podrá ser conjurada, a la postre, por represión alguna─ repetirá su anterior recorrido de la primavera del pasado año, cuando el Estado capitalista, con toda su cohorte de fuerzas reformistas, fue capaz de desmovilizar a ambos sectores de la juventud proletaria antes de que la solidaridad evidente que se estaba desplegando entre ellos cuajara en la puesta en pie de un movimiento único, capaz de arrastrar incluso a los proletarios más conscientes y combativos del viejo movimiento. La determinación cualitativamente superior del ataque presente de los casseurs a las fuerzas policiales (llegando a dispararles con escopetas de caza, ¡esto sí que es enfrentarse al Estado capitalistas!...), pero, asimismo, la falta de apoyo, por parte de los estudiantes en lucha, también durante estos últimos días, a las convocatorias patrocinadas por las fuerzas reformistas son elementos que expresan inequívocamente en qué sentido, cada vez más coincidente, se desarrolla la maduración política, en curso, de estos dos contingentes vitales de la juventud proletaria de hoy.

Sea como fuere, a tenor de las exigencias globales, que cada nuevo día que pasa cobran un carácter más abiertamente antisocial, del desarrollo capitalista de hoy y, a tenor, en concreto, del papel de vanguardia que le corresponde a Sarkozy en la aplicación de tales dictados de la nueva revolución productiva a una sociedad francesa cuya clase dominante vive angustiada por su declive acelerado como gran potencia mundial, esa nueva convergencia, entre todas las capas de la clase explotada, dinamizada por los casseurs y los hijos ilustrados de los trabajadores, se yergue ya, inocultable, en el horizonte social.

Por ello mismo, con independencia de su desenlace inmediato, la nueva emergencia de los casseurs, a la que asistimos, no será en vano. De entrada, a no ser que esté dispuesto a recurrir, como reclama el fascismo, al Ejército ─haciendo añicos, con ello, el cuadro democrático en el que se mantiene la “paz social” en Francia─ puede olvidarse el Estado capitalista, tras el muy serio aviso de nuevo recibido, de imponer su ley en las banlieus, mediante su impotente policía.
Mas, por encima de cualquier otra cosa, el terror que ha sembrado entre la burguesía, en las filas de su Estado, el nuevo puñetazo dado sobre la mesa por los casseurs habla bien a las claras sobre a quien pertenece el mañana.
¡El futuro es del anticapitalismo!


I. Sánchez

------------------------------------------------------------------------------------------------

BALANCE COMUNISTA DE LA REVOLUCIÓN ALEMANA
(III)

Auge y declive del movimiento:
de la República de los Consejos de Baviera y el golpe de Kapp a la acción de marzo


A pesar de la represión de la insurrección de enero de 1919, que se extiende, más allá de Berlín, a otras zonas del centro y de la cuenca huella del Ruhr, donde habían estallado fuertes huelgas, el movimiento revolucionario del proletariado alemán va a seguir su curva ascendente, sin partido ni dirección de ningún tipo ─eliminada físicamente su vanguardia y con la herencia de un KPD corroído e impotente por su lucha fraccional entre izquierdismo semianarquista y oportunismo de derecha─ hasta ser reducida, a cenizas, de forma escalonada, en los años siguientes.
En esta etapa de ascenso las enseñanzas revolucionarias son, no obstante, de incalculable valor. Los dos episodios centrales de la misma, el de la República Socialista de los consejos de Baviera y el Golpe de Kapp, merecen un obligado estudio, del que ofrecemos, aquí, tan sólo, un primer apunte. La llamada acción de marzo en 1921 y el putsch de 1923, marcarán, a su vez, respectivamente, el declive y la liquidación definitiva de la revolución. Veámoslos.
El 7 de noviembre de 1918 Kurt Eisner, miembro del USPD, proclamaba inesperadamente la «República Libre de Baviera» desde el Landstag (parlamento regional) ─intentando combinar tanto la satisfacción de los obreros, como un cierto sentimiento nacional bávaro─, tras encabezar en Munich, en plena huelga general, una masiva manifestación proletaria que, con el apoyo de los consejos de obreros y soldados, creados en ese instante ─Eisner era un conocido partidario de la paz desde 1916─, no se atienen a la función de “válvula de escape” de la coyuntura revolucionaria que le habían conferido el SPD y las autoridades burguesas del momento, las cuales, tranquilizadas por la socialdemocracia, habían procedido a legalizarla.
Aunque aupado al poder por el proletariado y usando en todo momento la retórica soviética que impone la coyuntura revolucionaria, flambeante en toda Alemania, Eisner, a pesar de la confianza eufórica que le brinda el proletariado, busca, desde el principio establecer un gobierno parlamentario, en la línea de lo que se prepara desde el SPD en Berlín, convocando elecciones regionales para enero. Entre tanto presidirá la República de Baviera en coalición con el SPD y con el apoyo de los anarquistas que, como su amigo Landauer, habían acudido a su llamada para colaborar y asesorar al «Consejo Nacional Provisional»
En dichas elecciones, celebradas el 19 de enero de 1919, el USPD obtendrá tan sólo 3 diputados de 160 escaños, mientras el PVB (Partido Popular Bávaro), de centro, y el SPD conseguirán 66 y 61 diputados respectivamente y los liberales 30. Sin embargo, el traspaso de poderes no va a poder llevarse a cabo. Eisner va a mantenerse a la cabeza del Gobierno hasta mediados de febrero, habida cuenta de la presión del proletariado revolucionario, en medio de la creciente polarización entre los consejos, que se oponían a ser desmantelados, y los partidos parlamentarios que exigían la pronta apertura de la Dieta y la formación de un Gobierno conforme a los resultados electorales. Las negociaciones no eran fáciles. Al PVB le correspondían, en solitario, más diputados que a la suma del SPD con el USPD y, de acuerdo con la lógica democrática, debía ser él el encargado de formar gobierno, sin embargo, Eisner, consciente de que la aritmética electoral, resultante de las elecciones, no se correspondía con la correlación de clases en la calle ─tanto el KPD como los anarquistas, que tenían una influencia notable en comparación al resto de Lands, habían llamado a la abstención─, Kurt Eisner intenta postergar al máximo la apertura de la Dieta para tratar de convencer a los partidos parlamentarios y sobre todo a Auer (SPD), su Ministro de Interior, que se había erigido en portavoz oficioso de éstos, de encontrar una fórmula que reconociera constitucionalmente a los consejos y sosegara, así, los ánimos de los obreros. Finalmente, cuando Eisner accede a convocar la Dieta el 21 de febrero ─durante la semana anterior los partidos parlamentarios se reunían en un ala del Parlamento regional y los consejos en otra─ se produce un hecho que cambiará, de golpe, lo que parecía un logrado traspaso de poderes tras semanas de negociaciones. Un militante de la extrema derecha dispara a Eisner en la cabeza cuando se dirigía a la sesión de apertura del Landstag, matándolo en el acto y haciendo que la indignación se apodere de los obreros de Munich. En las horas siguientes, un trabajador, preso de la ira, se adentra, pistola en mano, en el edificio del Landstag y ─expresando el sentimiento popular, entre el proletariado, que acusaba a Auer de instigador del atentado contra Eisner, tenido, ingenuamente, por defensor de los Consejos─ descarga su revólver sobre el líder del SPD, dejándolo gravemente herido, en el instante en el que éste pronunciaba un discurso en memoria de su oponente asesinado. La noticia se extiende como la pólvora y, acto seguido, la guerra civil y los tiroteos entre partidarios de los Consejos y del Parlamento se apodera de las calles de la capital Bávara. La clase obrera posee las armas y pronto se hace con el control de la ciudad, mientras que la burguesía no dispone ni del Gobierno ─descabezado, malherido, y con la mitad de sus ministros en fuga─ ni de la operatividad de la policía (sin jefe visible a quién obedecer ya que acaba de ser hospitalizado) ni de los Freikorps (inexistentes en Baviera) ni del Ejército, cuyas unidades militares, en su mayoría, están en manos los Consejos de Obreros y Soldados o simpatizan con ellos.
Así pues, el poder real recae en los consejos obreros, a cuya cabeza se encuentra el moderado maestro de escuela Nieckish (USPD) ─figura que más tarde pasará a la historia del nacional bolchevismo─, completamente desbordado por la situación y que, a iniciativa de los partidos socialdemócratas y de las fuerzas del Landstag, acepta la formación de un gobierno USPD-SPD, de acuerdo con la fórmula en boga, en el resto de Alemania. Sin embargo, la operatividad real del nuevo ejecutivo encabezado por Johannes Hoffman (SPD), y que entra en funciones el 17 de marzo, es puramente nominal. No quiere tomar ninguna medida a favor de los Consejos, pero tampoco puede legislar, en su contra, o ignorarlos, en la medida en que su poder emana, por delegación, de los mismos consejos. Desde el primer momento va a pedir auxilio, entre bambalinas, al Gobierno de Berlín. No tardará mucho en exiliarse.
Entre tanto, la radicalización obrera se extiende en la capital debido al empeoramiento de las condiciones económicas. La merma de poder adquisitivo, el creciente paro y la escasez de algunos alimentos, unido al recuerdo de las recientes noticias que van llegando de otras partes de Alemania ─como la feroz represión de la huelga general berlinesa del 3-8 de marzo, a cargo de Noske, de las huelgas y combates que se libran en el Rurh ─ caldean los ánimos hasta el punto que el Gobierno va a trasladar su sede de Munich a Bamberg para preparar, a jornada completa, contra la capital Bávara, la contraofensiva contrarrevolucionaria.
A ese respecto, la burguesía de Baviera y su vanguardia política, en el SPD, habían tomado ya buena nota, como alumnos aventajados de la reacción, de los sucesos de Berlín. Éstos enseñaban cómo proceder en una correlación de fuerzas semejante, en la que el proletariado tiene las armas y la calle en su poder, pero carece de dirección política, mientras la clase capitalista, aun sin un Ejército seguro, y con un Estado agrietado y dubitativo, conserva, en cambio, la claridad de una cohesión política de partido
Así pues, por encargo del Gobierno, Schneppenhorst, ministro de la Guerra ─recordemos que, durante todo ese tiempo Baviera había adquirido el status de un Estado formalmente independiente─, toma la iniciativa, en una jugada maestra, por las consecuencias que comportará más adelante, de llamar, a consultas, a su propio despacho, a los representantes de los Consejos de Obreros y Soldados, al SPD, al USPD y a los anarquistas. Un centenar en total. Les tantea acerca de la proclamación de una República de los Consejos de Baviera, con un Gobierno de coalición SPD, USPD, KPD que desbloquee la situación. Todos los delegados, impresionados, se muestran exultantes con la propuesta sin darse cuenta de la maniobra: eludir el choque in extremis, con el Parlamento de Bamberg, salvaguardando así la última fortaleza del Estado burgués, mientras se trama, desde la trastienda, la intervención del Ejército blanco de Berlín ─a los famosos Freikorps de Noske, de gira contrarrevolucionaria por todo Alemania─ con el objetivo de aplastar a los Consejos.
Tal es el motivo de la bronca que se monta en la reunión, cuando Leviné toma la palabra, como delegado de los Consejos por el KPD, echando un jarro de agua fría, congelada, sobre el ardor “soviético” de los presentes al denunciar la trampa:

Acabo de ser informado de sus planes. Nosotros, los comunistas, encontramos profundamente sospechosa la idea de una república soviética iniciada por el ministro socialdemócrata Schneppenhorst y hombres como Durr que, hasta ahora, han canalizado toda su energía para combatir el sistema soviético. A lo mejor, podemos interpretar su actitud como la tentativa de dirigentes fallidos de limpiar su imagen y ganarse el favor de las masas con una acción que parece revolucionaria, a lo peor, como una provocación deliberada.
Sabemos por nuestra experiencia en Alemania del norte que los socialdemócratas han intentado a menudo provocar acciones prematuras que son las más fáciles de romper.
Una república soviética no puede ser proclamada en la mesa de una conferencia. Se ve conformada después de una lucha del proletariado victorioso. El proletariado de Munich no ha entrado todavía en la lucha por el poder.
Una vez dispersada la euforia inicial, los socialdemócratas se aferraran al primer pretexto para retirarse, traicionando deliberadamente a los trabajadores. Los independientes colaborarán, después comenzarán a vacilar, a negociar con el enemigo y a transformarse, inconscientemente, en traidores. Y nosotros los comunistas tendremos que pagar por vuestros cometidos con nuestra sangre. (The lost revolution, Germany 1918 to 1923, Chis Harman, Haymarket Books, 2003)

«¡Golpead a ese judío en la nariz!» fue la respuesta colérica de Schneppenhorst en medio de un barullo considerable. La reunión se disuelve y los delegados del KPD ─siguiendo las directrices de la central que exhortaban a poner en guardia, al proletariado, contra las provocaciones insurreccionales, de hecho Leviné y varios de sus camaradas habían sido enviados a Munich a tal efecto─ no toman parte, por tanto, del ejecutivo de la nueva República de los Consejos que será proclamada, al día siguiente, 5 de abril, de forma sorpresiva, ante el estupor generalizado de los ciudadanos bávaros.
Bien que Leviné fuera, por así decirlo, un elemento exógeno, venido de fuera de Baviera, en los dos últimos meses se había ganado la simpatía y una notable reputación revolucionaria en los Consejos, del que era, sin duda, el elemento más decidido y la voz con más autoridad a la hora de expresar la determinación revolucionaria, creciente, del proletariado de Múnich.
Su oposición a la proclamación de la primera “República de los Consejos en Baviera” se ha calificado, a menudo, de sectaria, desde múltiples fuentes. No es en absoluto el caso. Lo que Leviné denunciaba en dicha proclamación, con más o menos tacto o acierto pedagógico, era que ésta, llevada a cabo desde instancias del SPD y el USPD, constituía, en realidad, un aval “soviético” al Gobierno en funciones para que éste ganara tiempo, entretuviera, con ello, a los obreros, y preparara, entre tanto, la fuerza de choque contrarrevolucionaria, como había ocurrido, en Berlín y otros lugares de Alemania. A diferencia pues del USPD y de los intelectuales bohemios y anarquistas, entusiasmados con la idea, Leviné era el único dirigente soviético, junto a sus compañeros delegados del KPD, que tenía la mínima conciencia de la tragedia que se preparaba. La república soviética bávara, aislada del resto de Lands alemanes, cercada ─las poblaciones campesinas de la provincia se negarían a abastecer la capital, en breve bajo auspicios de Schneppenhorst─ y sin un Ejército propio organizado de forma centralizada, esto es, sin poder ejercer su dictadura, la dictadura del proletariado, no constituía más que una trampa, segura, en el camino recto hacia el matadero.
Tales advertencias, repetidas, una y otra vez, machacona y tajantemente, en las reuniones de los Consejos, cada vez más polarizadas, comenzarían a surtir su efecto ante la acción de gobierno del primer Ejecutivo. Éste lo conformaran, en primera línea, los intelectuales anarquistas y bohemios de la pequeña burguesía de Munich, con el poeta Ernst Toller (USPD), Gustav Landauer y Eric Mühsam a la cabeza. En tan sólo seis días, cubrirán de gloria la República soviética con su acción de gobierno.
Schneppenhorst ,con la excusa de recabar apoyos para la República soviética, se ausenta del Gobierno y se muda a Nuremberg desde donde prepara, junto al SPD local, el bloqueo de la capital. Al día siguiente es el turno de Nieckish, el presidente en funciones de los Consejos, que se fuga. Otros delegados socialdemócratas también lo hacen. Los obreros, indignados, lo empiezan a ver claro. Dicho gobierno no es más que la farsa “soviética” que la burguesía dejaba en su huida.
Pero nada de eso parece preocupar al Gobierno “soviético” de opereta de los bohemios libertarios. Toller, contrario al uso de la violencia, decreta la «Dictadura del amor», su ministro de exteriores, un tal Dr Lipp, con fuertes trastornos mentales, según numerosos testigos, y nombrado a dedo por el anterior, fanfarronea en público de haber declarado la guerra a Suiza y al Papado y se hace notar internacionalmente por el famoso telegrama a Lenin en el que se queja amargamente de que Hoffman se había llevado las llaves del retrete de su ministerio. Landauer, por otra parte, tampoco se queda corto. Como Ministro de cultura invierte todas sus energías en elaborar un programa educativo para el “hombre nuevo”…
A todo esto, ninguno de los maravillosos decretos que emite entran en vigor. Dicho Gobierno ha cortado toda relación con la base de los Consejos y gobierna, con aires de grandeza, en el seno de la vieja administración, como un gabinete parlamentario al uso. Al sexto día se cumplen las previsiones de Leviné. Un destacamento pequeño burgués de hombres armados ─la Fuerza de Seguridad Republicana─, acantonados en Munich, se hace por la fuerza con varios edificios públicos y llena las paredes del centro de la ciudad con carteles que proclaman la caída del Gobierno. Seguía órdenes de Schneppenhorst. En cuanto tienen noticia de ello, los soldados de uno de los cuarteles de la capital salen a su encuentro y los empujan hasta la estación donde miles de obreros y soldados armados acuden, espontáneamente, en su ayuda. Tras horas de intensos combates, el destacamento contrarrevolucionario se dispersa.
La victoria no hace más que encrespar los ánimos contra el Gobierno que, a todo esto, había permanecido completamente pasivo. El KPD, la única fuerza organizada que ha participado en la lucha, impulsando su coordinación, en todo lo posible, cuenta ya con la confianza total de la mayoría de los consejos que instan a Leviné y resto de delegados comunistas a que “hagan algo” para detener el bochornoso espectáculo del gobierno “soviético”. El mismo 13 de abril, el Consejo de Obreros y Soldados de Munich, establecido en el ayuntamiento, designa un Comité Ejecutivo de 4 miembros con Leviné a la cabeza. El objetivo está claro: tomar el poder e instaurar la dictadura del proletariado, la única que puede armar a los obreros y enfrentarlos de forma ordenada contra la reacción.
Fiel a la línea del KPD, tanto él como sus camaradas habían rechazado, tan sólo una semana atrás, la participación y proclamación de una República soviética. Las consignas se limitaban a instar a los obreros a elegir delegados auténticamente revolucionarios y a asegurar que, frente a la reacción, él y su partido se encontrarían, no obstante, en la primera línea de combate. Para el KPD se trataba, en buena lid, de conquistar previamente a las masas, en todo Alemania, antes de pasar a la lucha armada por el poder y menos en un solo Estado. Sin embargo Leviné pronto se daría cuenta de la incoherencia de mantener dicha posición en la actual situación y condiciones de la Baviera independiente. Las masas habían sido conquistadas en Munich y exhortaban a los comunistas a tomar el poder y deshacerse de un gobierno que no oficiaba más que de tapón “soviético” contra la dictadura del proletariado, a todas luces necesaria para defenderse de la contrarrevolución.
De tal forma, aun sabiendo, en su fuero interno ─en ese sentido apuntan los testimonios de sus allegados más próximos como su mujer─ que probablemente la República Soviética quedaría aislada y rodeada en una provincia, con todo, de base campesina y ultraconservadora ─bien es cierto que tampoco se podía saber a ciencia cierta como derivarían los acontecimientos con una Alemania en plena ebullición revolucionaria, una Hungría soviética y una Rusia que comenzaba a cosechar sus primeros éxitos militares en la guerra civil─, era preferible eso, tomar el poder para organizar la defensa militar e impulsar la revolución hasta donde fuera, que dejar indefensas a las masas en manos del gobierno anarco-bohemio, de opera bufa, regalado por Schneppenhorst y que, como todo el mundo sabía, se iba a dispersar como un castillo de naipes sin oponer resistencia en cuanto asomaran, como ya había ocurrido, las bayonetas de la contrarrevolución.
Leviné asumía el poder, más allá de sus augurios personales, para defender al proletariado. Ni actuó pues como un sectario, cuando se opuso a la Républica Soviética decretada por el SPD ─sus previsiones se habían cumplido milimétricamente antes los ojos de los proletarios─ ni, ahora, lo hacía en calidad de aventurero cuando las masas le aupaban al verdadero Gobierno soviético. Intentó cumplir con su deber revolucionario de la forma en que vamos a ver…
Los que sí dimitieron, en cambio, en cascada y en silencio, fueron los intelectuales libertarios del gobierno Toller que, enterados de la elección de Leviné en los soviets y de la nueva mayoría, abrumadora del KPD, dejaron sin rechistar sus cargos con la justificación cretina de ser partidarios de la “no-violencia”. Con lo cual se fueron, casi todos, para casa.
Mientras, en la barricada revolucionaria, el tiempo apremiaba y las decisiones habían de ser tomadas con implacable determinación y urgencia.
Eugen Leviné, Nissen, Tobias Axelrod, y Max Levien organizan, antes que nada, la milicia roja, el armamento general del proletariado. Mediante un edicto, se requisan las armas a la burguesía (mucho burgueses acudirán voluntariamente a entregarlas a las oficinas soviéticas) y se repartirán más de 20 000 fusiles a los obreros entre escenas de júbilo. Rudolf Eglhofer un enérgico marino de Kiel, fogueado ya en distintas escaramuzas en el norte de Alemania y en el reciente encontronazo con la Guardia Republicana, se hace cargo de la Guardia Roja y de dotarla de una instrucción rudimentaria. El ejército rojo cuenta ya con 10.000 brazos empuñando las armas.
Las medidas no se quedan ahí. Se establece la censura previa en toda la prensa burguesa para evitar la propaganda intoxicadora y los llamamientos contrarrevolucionarios. Ante la hambruna que sufre la capital ─el Gobierno Hoffman estaba organizando, con éxito, el desabastecimiento de la ciudad─, se decretan requisas de alimentos entre los acaparadores y la gran burguesía para alimentar a los obreros. Se procede igualmente a realojar a miles de proletarios ─Munich contaba con una impresionante colonia de soldados desmovilizados sin techo─ en locales vacíos y propiedades de los capitalistas. Ante la escasez de medios de pago, fruto del sabotaje y la evacuación de reservas y las prensas de papel moneda de la filial muniquesa del Reichsbank, se requisan también cuentas bancarias y de ahorros…
Todas las disposiciones se cumplen con la máxima disciplina y eficacia, pues, a diferencia del gobierno anterior, el gobierno de Leviné, tiene una genuina estructura soviética y está en todo momento en estrecha relación con las bases de los consejos obreros. Leviné telegrafía a Moscú informando que “La auténtica República de los soviets acaba de ser instaurada en Baviera”. Lenin responde con toda prontitud:

Salud a la República Soviética de Baviera
«Os agradecemos vuestro mensaje de saludo y a nuestra vez, saludamos con toda el alma a la República de Soviets de Baviera. Os rogamos encarecidamente que nos informéis más a menudo y más en concreto cuales son las medidas que habéis tomado para luchar contra los verdugos burgueses que son Scheidemann y Cía; si habéis creado soviets de obreros y de moradores en los barrios de la ciudad; si habéis armado a los obreros y desarmado a la burguesía; si habéis utilizado inmediatamente los almacenes de ropa y demás artículos para asistir inmediata y ampliamente a los obreros, y sobre todo a los jornaleros y pequeños campesinos; si habéis expropiado las fábricas y los bienes de los capitalistas de Munich, así como las explotaciones agrícolas capitalistas de los alrededores; si habéis abolido las hipotecas y los tributos de los pequeños campesinos; si habéis duplicado o triplicado el salario de los jornaleros y peones; si habéis confiscado todo el papel y todas las imprentas para publicar panfletos y periódicos de masas; si habéis instituido la jornada de trabajo de seis horas con dos o tres horas consagradas al estudio del arte de administrar por el Estado; si habéis echado a la burguesía en Munich para instalar inmediatamente a los obreros en los buenos apartamentos; si os habéis apoderado de los bancos; si habéis tomado rehenes de la burguesía; si habéis establecido una ración alimenticia mayor para los obreros que para los burgueses; si habéis movilizado a la totalidad de los obreros a la vez para la defensa y para la propaganda ideológica en los pueblos cercanos. La aplicación urgentisima y lo más amplia posibles de estas medidas y otras parecidas, apoyándose en la iniciativa de los soviets de obreros, de jornaleros y, aparte, de pequeños campesinos, reforzará vuestra posición. Es indispensable golpear a la burguesía con un impuesto extraordinario, y mejorar en la práctica, inmediatamente y cueste lo que cueste, la situación de los obreros, jornaleros y pequeños campesinos: Mis mejores votos y deseos de éxito». Lenin.

Dicha carta llegará demasiado tarde, pero, como puede apreciarse, constituye casi un programa de indicaciones para ayudar al joven poder soviético de Baviera ante lo que sin duda, intuía…
Bien que firmemente determinados, en el terreno militar, para llevar la lucha contra el enemigo burgués, al Gobierno revolucionario de Leviné se le olvidaba que la acción revolucionaria comporta también un frente social a activar, desde el primer momento. La propaganda y llamamientos hacia los obreros del resto de Estados alemanes era totalmente descuidada, el envío de delegados revolucionarios hacia todas las esquinas de la provincia, con decretos a favor de los campesinos pobres y jornaleros, nunca existió, las reducciones de jornadas laborales no se llevaron a cabo…
Aun así, en medio de un territorio cercado y con las vías de suministros interrumpidas por las malas artes de Hoffman ─puesto a la obra, desde que el Gabinete de ineptos diletantes que Schneppenhorst había dejado en Munich asumiera el poder─, el Ejército Rojo de Munich rechaza a las fuerzas blancas en Dacha el 16 de abril después de otro intenso combate. Su extensión llegaba por el Norte sólo hasta Dacha y por el Sur hasta Garmisch y Rosenheim, y la situación interior era cada vez más delicada.
Leviné, sin embargo, no da marcha atrás y permite que se tomen rehenes políticos, a medida que la situación se deteriora. Los miembros de la Sociedad Thule y otra serie de contrarrevolucionarios serán ejecutados ante el incesante retumbar de los primeros cañonazos blancos contra la capital desde el 26 de abril. Toller, que a todo esto había permanecido como comandante en una de las unidades del Ejército Rojo, protagoniza entonces, apoyado por sectores libertarios un putsch contra Leviné tomando como excusa el carácter “tiránico y violento” de sus medidas (el propio Landauer, amigo íntimo de Toller, ya en 1918 decía que los bolcheviques «estaban trabajando por un régimen militar que seria mucho mas horrible que cualquier otro que hubiera conocido el mundo»). El objetivo del putsh no era otro que el negociar con los Freikorps de Noske ─en la línea del USPD, un paso más ala izquierda, cuando la insurrección berlinesa─ , mandados finalmente por encargo de Hoffman, a todo esto, dicho sea de paso, impotente para reducir a la capital bávara sin la ayuda de las tropas prusianas….
Como cabe imaginar, dichas negociaciones serán inútiles. La República Soviética de Baviera será aplastada sin contemplaciones. A pesar de los combates en la capital, que duran dos días seguidos, las fuerzas blancas penetran en la capital por tres frentes y se libran a ejecuciones en masa de una violencia no vista, hasta entonces, en toda Alemania. En las primeras horas se producen casi un millar de ejecuciones en el acto. El terror blanco se instala durante días en Munich y miembros de los dos gobiernos de la República serán ajusticiados in situ y, como Landauer, pateados hasta la muerte como parte de una celebración jolgórica. Fusilamientos, torturas y violaciones contra las «hembras espartaquistas» demostrarán una vez al mundo entero de qué sirve el pacifismo y la negociación con la burguesía contrarrevolucionaria, encabezada, en aquellos años, no por las fuerzas del fascismo, sino por las de la socialdemocracia, las de la democracia burguesa…
Algunos militantes del KPD consiguen evadir el cerco, pero Engéne Leviné es apresado y condenado a muerte por un tribunal de excepción. Toller tendrá más suerte. Su amigo Max Weber, el famoso teórico y padre de la sociología, intercederá en su juicio y será solamente condenado por «alta traición» reconociéndole sus «motivos de honor».
En el juicio Leviné se despedirá de la siguiente forma: «Nosotros los comunistas somos muertos que estamos de permiso. Ahora ustedes deciden si renuevan mi hoja de permiso o me alistan en las filas de Kart Liebnecht y Rosa Luxemburg» Unas horas más tarde, ante el pelotón de fusilamiento Leviné alzará el puño. Morirá gritando «¡Viva la revolución mundial!».

flecha

1 comentario:

libro dijo...

guaaa!! me ha encantado espero que os guste el mio