miércoles, 3 de octubre de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº 17

Restos del fuselaje del vuelo 77 de American Airlaines, estampado contra el Pentágono en la mañana
del 11 de septiembre de 2001.


S U M A R I O 30 de septiembre 2007

Editorial
De los atentados antiimperialistas del 11 de septiembre…
SEIS AÑOS

¿POR QUÉ DEFENDEMOS A JAUME ROURA Y
AL RESTO DE PATRIOTAS CATALANES REPRESALIADOS?…

¿POR QUÉ NO SUSCRIBIMOS LOS LLAMAMIENTOS
A QUE LO HAGA «LA SOCIEDAD CIVIL»?…

Hemos visto…
La revolta permanent (masacre de Vitoria, 3 de marzo de 1976)
UN BALANCE POR REALIZAR


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Editorial
De los atentados antiimperialistas del 11 de septiembre
SEIS AÑOS

Hay una coincidencia más o menos generalizada en aceptar que, desde que Al Qaeda estrellara sus aviones contra las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, el clima político mundial no ha hecho sino empeorar, en todos los órdenes, degradándose a unos niveles desconocidos, en el mundo, desde los años que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial.
El unilateralismo de EE UU, la grave crisis del imperialismo en Oriente Medio, la crisis de la UE, la incertidumbre económica y toda la gama de realidades sociales, sin visos de mejora en el horizonte de las sociedades capitalistas, han favorecido que todas las previsiones bélicas y catastróficas que, hace tan sólo una década, eran vistas como imposibles o disparatadas en las mentes ciudadanas empiecen a contemplarse, hoy, con razón, no sólo como muy probables, sino incluso como perfectamente lógicas.


El 11 de septiembre es, ciertamente, el acontecimiento que ha marcado, la entrada en el siglo XXI, pero es ahora, cuando han pasado más de cinco años, que se puede empezar a valorar en toda su dimensión histórica. A saber, como el elemento catalizador de mayor importancia a la hora de elevar a la superficie de la sociedad burguesa todas las tendencias latentes, más o menos camufladas, que ésta abrigaba ya en su seno.
Al estampar en toda la cara del capitalismo financiero la realidad de una situación, cada vez más insostenible, de miseria, sometimiento y estancamiento económico, que se va agrandando a cada paso en los pueblos y Estados dependientes del centro imperialista, los atentados de 2001, han ilustrado, a su vez, a los ojos de los oprimidos, la debilidad creciente de la primera potencia mundial ─más atacada y puesta en cuestión que nunca─ al obligarla a un empleo indiscriminado de la fuerza, en Afganistán (como demostración ante los movimientos antiimperialistas) e Irak (como demostración ante los regímenes dependientes y el resto de potencias competidoras), con el resultado de una multiplicación de los conflictos, un auge imparable de la insurgencia antiimperialista, y la desacreditación total de EE UU.
Fruto de ese unilateralismo y de la misma guerra de Irak, cada potencia ha interiorizado, a su vez, la necesidad de defender sus intereses por separado, sin contar con las demás, propiciando la puesta en cuestión de toda política exterior común, por ejemplo, en la Unión Europea lo que está en la base, tanto de la posterior quiebra del proyecto de Constitución Europea como de la reciente ruptura del eje franco alemán, que prefigura de nuevo, anticipándolo, la fisionomía de los bloques en litigio, de cara a una futura Guerra imperialista…


En lo que hace al terreno de la lucha de clases, hay que agradecer también, al 11 de septiembre, que haya puesto en su sitio, sin quererlo, a las tendencias anarquizantes y apolíticas del efímero anticapitalismo negro, anticumbres, impotentes tanto para demarcarse definitivamente del reformismo antiglobalizador, que pasó a combatirlo con saña desde la batalla de Génova de 2001, como del cuadro político pacifista que este último fue adquiriendo, a medida que se preparaba la guerra de Irak, y ante el cual, dicho movimiento proletario de resistencia de la juventud explotada de las grandes potencias capitalistas no supo ni pudo oponer alternativa alguna…
Las enseñanzas reportadas igualmente, con relación al pacifismo, tan ampliamente potenciado, por la izquierda del sistema, en las movilizaciones ciudadanas de 2003 y 2004 contra la guerra, han sido importantes. La imposibilidad, en contra de lo que rezaban los eslóganes, de detener ninguna de las guerras en marcha, ni la de Afganistán, primero, ni la de Irak después, a pesar de la ingente masa social ciudadana reunida, en las calles, ha puesto sobre el tapete el engaño y la bancarrota de esas ilusiones y voluntades pequeñoburguesas consistentes en intentar hacer creer, a los explotados, que es posible conseguir un desarrollo capitalista pacífico…
Resta hablar, asimismo, en este terreno, de las formas que el nuevo movimiento proletario va tomando, desde hace dos años —venimos dando cuenta detallada de ellas en Anticapitalismo rojo— netamente avanzadas con respecto a las presentadas en 2001 por el anticapitalismo negro. La rebelión de las banlieues francesas, en otoño de 2005, y las movilizaciones de la primavera de 2006, también en Francia, contra el Contrato de Primer Empleo, por parte de los estudiantes de clase trabajadora, han hecho aparecer en escena un anticapitalismo completamente desligado de ninguna iniciativa de los aparatos reformistas —antiglobalizadores o del tipo que sea— y sin posibilidad de penetración por parte de los mismos. La adopción, por parte de estos nuevos explotados, de un perfil crecientemente político —puesto de manifiesto con su voto y actitud activos en las últimas elecciones presidenciales francesas—, prefigura la eclosión del anticapitalismo rojo de mañana…


Por último, pero no por ello menos importante —al contrario, se trata de la base sobre la que se erige todo el andamiaje político, suficientemente radicalizado de por sí, que hemos resumido hasta ahora—, tenemos que hablar de la realidad económica, terreno en el que el 11 de septiembre ha oficiado también de punto de clarificación insustituible para comprobar cuáles son los límites y la sentencia de caducidad histórica del keynesianismo y de las inyecciones de capital por parte del Estado, en la economía, con el objetivo de prevenir y evitar una recesión. La reciente crisis del crédito hipotecario en EE UU, que amenaza con extenderse a la esfera productiva —véase nuestro último editorial, Las “turbulencias” del capital y la crisis que viene, sobre la cuestión—, no es más que el lodo resultante de aquellos polvos, favorecidos por el 11 de septiembre, que alegremente se esparcieron, generando todo tipo de ilusiones en un ciclo de crecimiento ininterrumpido en la esfera económica.


A todo ello, ¿cuáles han sido y son las tareas comunistas en la presente situación? Amén del seguimiento y análisis, día a día, de todas las realidades aquí descritas, se puede decir que, durante estos últimos años, han venido marcadas por la plena asumición de que, hasta el advenimiento de la situación revolucionaria, creada por la guerra imperialista entre las grandes potencias, no existirán las condiciones que nos permitan erigir un partido revolucionario. Sin embargo, los cuadros destinados a dirigir ese Partido se formarán en el presente interludio. ¿Cómo hacerlo entonces realidad? Desplegando la labor teórica, al hilo del desarrollo contemporáneo del marxismo, de preparación programática de ese Partido; participando, en la medida en que la coyuntura permite defender abiertamente las fronteras clasistas, en los movimientos de resistencia proletaria y construyendo simultáneamente, en el terreno material, por todos los medios al alcance, el embrión de la organización del futuro Partido.


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Una obra del Partido revolucionario contra el Partido reformista…

Ignacio Rodas
ANTI-NEGRI
Libro Segundo
Crítica de la política crítica
Política reformista y política revolucionaria
(o reformar el Estado burgués o destruir el Estado burgués)

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¿POR QUÉ DEFENDEMOS Y DEFENDEREMOS INCONDICIONALMENTE
A JAUME ROURA Y AL RESTO DE PATRIOTAS CATALANES REPRESALIADOS?…

¿POR QUÉ NO SUSCRIBIMOS NI SUSCRIBIREMOS LOS LLAMAMIENTOS
A LA MOVILIZACIÓN DE «LA SOCIEDAD CIVIL»?…


A raíz de la decisión de la Fiscalía de la Audiencia Nacional española de abrir diligencias contra las personas que, en Girona y otras localidades, han quemado fotografías del Rey de España, este pasado mes de septiembre ha circulado públicamente un manifiesto en el que, bajo la denominación de «conjunto de la Izquierda Independentista», «organizadora de los actos de rechazo a la Corona», las CUP, El Forn, JAG, Endavant, Maulets, PSAN, MDT, COS y SEPC expresaban toda una serie de consideraciones de interés a través de la organización antirrepresiva Alerta Solidària.

No tenemos nada que objetar en cuanto a la descripción de los hechos realizada por el manifiesto, que ha cosechado centenares de adhesiones personales y colectivas. Las actuales actuaciones represivas, para el caso, en Catalunya, del Estado español contra quienes cuestionan a su Jefe, el rey Juan Carlos, y su “intocable” unidad se enmarcan, en realidad —en la misma medida en que se está debilitando, a ojos vistas, la base social de dicho Estado opresor en las naciones oprimidas (Euskadi, donde, como termómetro de la temperatura social, el lehendakari ha anunciado ya la fecha de un referéndum, utópico bajo cualquier Gobierno capitalista español, sobre la soberanía del país; Catalunya, donde el movimiento por su emancipación nacional gana fuerza día a día y, a su propio ritmo, en el estrato social más profundo, también Galicia)—, en una ofensiva represiva contra los movimientos independentistas, cada vez más a la desesperada, sin otro futuro cierto, a medio plazo, que la exacerbación de los nacionalismos sometidos. Tal como señala el manifiesto, los vigentes «ataques sistemáticos contra las expresiones en la calle del independentismo catalán» —al igual que las detenciones de patriotas vascos y el mantenimiento en la prisión o/y bajo vigilancia de patriotas gallegos— «son expresiones contundentes de que el marco político español no ofrece garantías democráticas para todos», o, dicho, con total claridad, de que la democracia capitalista española no sólo se sostiene en la explotación del proletariado, sino, además, como fruto de su debilidad histórica e irrenunciablemente, en la opresión, crecientemente insoportable, de esas naciones sojuzgadas que son Catalunya, Euskadi y Galicia.
Lo hemos escrito ya otras veces, pero no nos cansaremos de insistir en ello tanto como sea necesario: mientras persista dicha opresión —dicho en otras palabras, mientras siga en pie el Estado español— para los proletarios conscientes, para la vanguardia comunista no cabe otra posición, al respecto de estos conflictos nacionales, que no pase por la DEFENSA INCONDICIONAL DE LA LIBRE AUTODETERMINACIÓN (es decir, de la plena libertad a hacer efectiva, si así lo decide la mayor parte de su población, su separación de España) DE CATALUNYA, EUSKADI Y GALICIA. No cabe otra posición que la DEFENSA INCONDICIONAL DE LOS PATRIOTAS CATALANES, VASCOS Y GALLEGOS represaliados por el Estado español. Una certeza, característica del marxismo (léase, de Marx, Engels y Lenin), a lo largo de la historia, atrinchera nuestra línea: si bien es cierto que el proletariado revolucionario no tiene patria, no lo es menos que, para cumplir su tarea histórica de deshacerse, para siempre, del capitalismo, tiene el deber de tomar bajo su amparo la justa lucha por su liberación de los pueblos oprimidos, bajo la forma que sea, por no importa qué imperialismo.

Así, hoy, con independencia de la militancia declarada de Jaume Roura en ese partido estalinista catalán en formación que es Endavant (véase «A propósito del escrito de Sánchez Teran, militante de Endavant. O con el estalinismo con la “Defensa de la Terra”», Anticapitalismo rojo, núm. 15, 01.08.2007), la voz del marxismo contemporáneo, de quienes obran en la preparación del Partido Comunista de la próxima revolución, debe alzarse y se alza en defensa de él en la justa y exacta medida en que ha sido encausado no por su adscripción política, sino por haber actuado, en los hechos, contra la Corona. Defendemos y defenderemos, pues, a Jaume Roura, al igual que defendemos y defenderemos, sin requisitos previos de ningún tipo, a no importa qué patriota catalán, vasco o gallego represaliado.

Claro está, sin embargo, que de asumir esta defensa incondicional a suscribir manifiestos que, como el citado, confían la suerte de la lucha por la liberación nacional de Catalunya «a la sociedad civil de los Países Catalanes» media todo un abismo: ni más ni menos que el que, al fin del camino, ha separado, separa y separará de nuevo, de forma irreconciliable, la verdadera lucha por la liberación de los pueblos oprimidos de la servil traición, más allá de las palabras, a ésta. Es por esta razón que ni Anticapitalismo rojo, ni ninguno de sus componentes, suscribieron ni a título colectivo ni individual, el manifiesto referido.

¿«La sociedad civil»? ¿Pero qué es «la sociedad civil»?… Histórica y actualmente esta pregunta sólo admite una respuesta: la sociedad civil es la compuesta por la totalidad de los ciudadanos, es decir, la que, tan utópica como reaccionariamente, sería capaz de aunar, de reunir en una misma identidad, los intereses de las diferentes clases sociales; de la burguesía —explotadora de trabajo asalariado—; de la pequeña burguesía —autoexplotadora de su propia fuerza de trabajo y crecientemente despojada y oprimida por la burguesía—; del proletariado —sobre cuya explotación descansa el conjunto de la sociedad capitalista—.

Reconocer, pues, «la sociedad civil» —la comunidad ciudadana— es tanto como negar la lucha de clases, es tanto como negar los intereses irreconciliables que enfrentan al proletariado contra la burguesía, es tanto como ocultar la traición histórica y actual, permanente, de las burguesías catalana, vasca y gallega a la causa nacional de estos pueblos oprimidos.

No, ni la emancipación de las naciones oprimidas, ni la liberación de sus patriotas vendrá de la mano ni contará con el apoyo real —más allá de la interesada demagogia nacionalista con que la burguesía de esos pueblos sometidos encubre sus acuerdos, de fondo, con el Estado opresor— de sus respectivas clases capitalistas. Para el caso que, ahora, en concreto, nos ocupa, esa odiosa cárcel de naciones que es España no podrá ser destruida, en modo alguno, si no es por la acción revolucionaria, unida por encima de las fronteras, del proletariado. Sólo esa revolución, la proletaria, la comunista, haciendo ruinas del Estado español y garantizando, desde el primer momento, la libre autodeterminación de las naciones oprimidas por éste, liberará de su sojuzgamiento a los pueblos catalán, vasco y gallego, ganando a su causa a la pequeña burguesía agraviada de dichas naciones con la misma rapidez con la que aplastará a sus traidoras burguesías.

Por eso mismo, porque la revolución proletaria avanza a través de la lucha de clases y no de la conciliación civil, ciudadana; porque la misma movilización real, revolucionaria, de la pequeña burguesía impulsora del independentismo en las naciones oprimidas pasa y sólo puede pasar necesariamente por la ruptura más neta con las propias clases capitalistas, burguesas, de dichos países, el llamamiento a la movilización de «la sociedad civil» no únicamente tiene la virtud de enajenar la firma de los auténticos comunistas en los manifiestos contra la represión española, sino que, más allá de ello, supone una intolerable burla, con su tramposa exaltación de la «resistencia civil», de la heroica lucha armada desplegada, a lo largo de los años, por los patriotas catalanes, vascos y gallegos con el fin de liberar sus naciones, incluso a costa de arriesgar su propia vida.

Anticapitalismo rojo
30 de septiembre de 2007
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Hemos visto…

La revolta permanent (masacre de Vitoria, 3 de marzo de 1976)
UN BALANCE POR REALIZAR

3 de marzo de 1976: el conjunto de la población proletaria de Vitoria se echa a la calle en apoyo de la huelga general convocada por más de seis mil obreros de diferentes empresas de la localidad, que, desde hace dos meses, sostienen, enfrentándose contra la represión, una huelga en contra del decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo, que ha asumido, en su curso, de forma irrenunciable, las exigencias de readmisión de los despedidos y de libertad para los detenidos. Bajo órdenes superiores, la policía masacra, con fuego real, a los asistentes a una asamblea. Dos trabajadores mueren, asesinados, directamente en el lugar de los hechos, otros cuatro —de los que tres acabarán también muriendo— resultan heridos muy graves, más de 60 resultan heridos graves —la mitad de ellos con heridas de bala— y otros centenares, leves. Por supuesto, ni en los días inmediatos ni, posteriormente, tras la transición democrática, nadie pagará por estos crímenes.
El documental La revolta permanent, de Lluís Danés —realizada al hilo de la interpretación que, 30 años después de los hechos, realizó el cantante catalán Lluís Llach en Vitoria de su obra Campanades a mort, comenzada a componer la misma noche de los asesinatos en conmemoración de los trabajadores masacrados— tiene, de entrada, dos virtudes.
En primer lugar, a través de las palabras de trabajadores, familiares de las víctimas y dirigentes de los obreros en lucha que vivieron personalmente los hechos, levanta, contra tanto y tan interesado olvido de éstos, un recuerdo imborrable del crimen de Estado perpetrado. En segundo lugar, todos los documentos recogidos en la película convergen, en su consideración objetiva, en una misma conclusión, a saber: dichos asesinatos, lejos de obedecer a ningún tipo de exceso policial descontrolado, constituyeron una auténtica acción de Estado, conscientemente decidida y planificada, destinada a desalojar de escena al potente movimiento proletario de resistencia, por entonces en ascenso, que, con su autoorganización y falta absoluta de control por parte del reformismo de izquierda (en particular por el PCE estalinista y su sindicato, las CC OO), alzaba una espada de Damocles sobre el futuro de la transición pacífica del franquismo a la democracia, en cuyo pacto se afanaban ya, por aquellas fechas, apenas sin disimulo, bajo el amparo de la Corona, reinstaurada antes de su muerte por el dictador, desde el grueso de las fuerzas franquistas a los principales partidos de izquierda. ¿Cómo hacer compatibles, en efecto, los Comités de Huelga —elegidos y revocables, en todo momento, por las asambleas obreras— surgidos en la movilización de Vitoria y en otros numerosos estallidos proletarios que tenían lugar, en aquellos meses, en diferentes sitios de España, con el control de las movilizaciones de los trabajadores por los sindicatos reformistas exigida por la «paz social» sobre la que debía sustentarse la «reconciliación nacional» entre franquistas y demócratas y, a fin de cuentas, la continuidad del capitalismo, en España, tras la inevitable desaparición de la dictadura?… El desarrollo, al que se asistía, del movimiento proletario de resistencia y de su autoorganización amenazaba, en efecto, con dejar, en papel mojado, los acuerdos de pasar página, «sin vencedores ni vencidos», que ya ultimaban, bajo la tutela de las principales potencias imperialistas, la derecha y la izquierda españolas.
A unos y a otros, a franquistas y a reformistas, les sobraba la movilización independiente del proletariado y unos y otros (los primeros, con su policía; los segundos, con su tolerancia y posterior consentimiento de la impunidad de los crímenes), consiguieron, mediante la masacre de Vitoria, avanzar decisivamente hacia sus objetivos, hasta el punto de que, muy pocas semanas después de estos crímenes, el 26 de marzo de 1976, la oposición democrática, que reúne a elementos del régimen franquista y de los mayores partidos reformistas, se unifica en la denominada Coordinación Democrática o Platajunta.
La visión de La revolta permanent nos acerca, en fin, a la percepción del gran engaño, contra las masas trabajadoras, sobre el que se sostiene la tan piropeada «transición democrática». Nos aproxima fehacientemente a la aprehensión de que el asentamiento de la actual democracia capitalista española sólo fue posible sobre la base del aplastamiento del potente movimiento proletario por entonces existente.
A la vez, y por ello mismo, allí donde acaban los hechos relatados en La revolta permanent se abre paso, en las mentes de los explotados comprometidos con el futuro de su clase, una nueva reflexión acerca de los límites del movimiento espontáneo del proletariado…
A partir del 1 de marzo de 1976, cuando masivas asambleas, que reúnen a la totalidad de la población trabajadora, surgen en los principales barrios proletarios de Vitoria, disponiéndose a elegir sus propias Comisiones Representativas, y, sobre todo, unos días después cuando, desafiando la ocupación policial de la ciudad, más de 100.000 trabajadores acompañarán, emocionados, el entierro de sus compañeros asesinados, el problema está definitivamente planteado. Tras haber unificado en una asamblea obrera de conjunto, las asambleas individuales de cada fábrica; tras de que éstas transcrecieran en las referidas asambleas de barrio —siempre sobre la base de la plena soberanía de éstas y del carácter revocable de los comités elegidos para organizar la lucha resuelta—, qué les restaba a los proletarios de Vitoria en movilización, sino llamar al resto de explotados de toda España a unirse a ella, sumando sus propias reivindicaciones específicas, en la misma línea de plena independencia de la clase trabajadora. Pero ese paso de unidad de todas las luchas trabajadores en una sola, de reunión de todos sus organismos soberanos de decisión en uno sólo —tan dependiente y renovable como los ya existentes, pero, a la vez, capaz de centralizar la acción proletaria en un solo puño— desembocaba, claro está (a ningún trabajador consciente se le podía escapar), en un enfrentamiento global contra el Estado capitalista que únicamente podría ser sostenido erigiendo abiertamente a la misma clase explotada, contra todo reformismo, como alternativa de poder, como fuerza revolucionaria que, mediante la puesta en pie de su propio Estado, destruye, en primera instancia, el de la burguesía, con vistas a abrir paso a la liquidación del capitalismo y, sobre esta base, a la sociedad sin clases.
Pero hablar de poder propio, proletario; hablar de dictadura revolucionaria de la clase explotada contra la dictadura reaccionaria del capital que supone no importa qué régimen burgués ¿qué comportaba, sino más que el peor de los aventurerismos, la más peligrosa de las irresponsabilidades si no venía sostenido por la agrupación de la vanguardia proletaria en su propio partido, en un Partido auténticamente revolucionario, alzado sobre el suelo histórico de las comprensión activa, contemporánea, de las lecciones de las anteriores revoluciones y contrarrevoluciones conocidas por el mundo burgués?…
Sin embargo, con toda evidencia, tal partido ni existía ni podía existir en unas condiciones en que, tal como han demostrado inapelablemente los acontecimientos posteriores, la democracia capitalista en ciernes, aún albergaba el potencial de mejorar, siquiera transitoriamente, durante unos años, la situación material concreta y los derechos del grueso de la población trabajadora. Tal es la tragedia con la que topa, a la postre, el potente movimiento proletario de resistencia cuyo ascenso —violentamente trucando por la masacre de Vitoria— precede a la movilización democrático-burguesa, ciudadana, propia a la transición española: alcanzado el punto de la afirmación de su propia autoorganización, no podía desarrollarse más que deviniendo revolucionario cuando no existían las condiciones revolucionarias. Bajo tales coordenadas objetivas, estaba destinado a ser barrido de escena bajo el fuego combinado de la represión militar del Estado capitalista y la labor política de zapa de los lugartenientes de izquierda de éste.
Mas no por ello es baldía la sangre derramada, hace ahora 31 años, por los proletarios en lucha de Vitoria. Abona, por el contrario, las enseñanzas sobre las cuales la vanguardia comunista de nuestros días prepara el Partido de la próxima revolución. La revolución, cuya ausencia tan cruelmente, ha amparado, hasta hoy, a sus verdugos, acabará, mañana, por hacerse realidad y ajustará todas las deudas pendientes, todas, sin excepción. Lo hará desarrollando, hasta sus últimas consecuencias, el propio poder proletario, apuntado ya, para el caso, por la población trabajadora de Vitoria. En ese camino, contra todo olvido y toda cretina glorificación de las limitaciones objetivas del movimiento espontáneo de la clase explotada, la tarea de llevar a cabo un auténtico balance del movimiento proletario de resistencia que se desarrolló en los estertores del franquismo resta como uno de los inexcusables deberes a cumplir por parte de la vanguardia comunista de nuestro tiempo. Quedamos emplazados a ello.
I. R.
30 de septiembre de 2007


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ANTICAPITALISMO ROJO no es un órgano de opinión. Es un arma de lucha, un instrumento de organización propia de los proletarios, un medio de reunión de la vanguardia revolucionaria, consecuente, del anticapitalismo.

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Sumarios de Anticapitalismo rojo

Núm. 16 (15.09.2007) > Las “turbulencias” del capital y la miseria que viene
Ø Declaración de Anticapitalismo rojo con motivo de l’Onze de setembre:
La libertad de Catalunya no vendrá de ninguna Unidad Popular… ¡Vendrá de la revolución anticapitalista!

Ø Del Libro Segundo del Anti-Negri: Antonio Negri, cómplice de la opresión imperialista
Núm. 15 (01.08.2007) > Dos guerras perdidas por el imperialismo. Pero Irak no es Vietnam…
Ø A propósito del escrito de Sánchez Teran, militante de Endavant. O con el estalinismo o con la «Defensa de la Terra»

Ø Carta de Can Masdeu al Tripartito. Hippismo es capitalismo
Núm. 14 (15.07.2007) > El curso de las cosas
Ø Declaración de Anticapitalismo rojo ¡Libertad para Arnaldo Otegi y todos los presos nacionalistas vascos!

Núm. 13 (01.07.2007) > Hamás arrolla en Gaza. ¡Viva la Palestina antiimperialista!
Ø Casseurs: del voto a la abstención en las elecciones francesas. A la espera del nuevo y mayor choque, lección de política anticapitalista
Ø ¡Dejad que los muertos descansen en paz! La Resistencia anticapitalista de 2001 y la de hoy
Ø Memoria anticapitalista. En el 20º aniversario de Hipercor… Mentiras y hechos de un crimen de Estado

Núm. 12 (15.06.2007) > Fin de la tregua de ETA: Hipocresía y debilidad del Estado capitalista español
Ø ¿Vuelve el anticapitalismo negro?… El tiempo de las contracumbres ha caducado
Ø Tribuna anticapitalista: A propósito de la propuesta de una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes… El Partido y el movimiento proletario de masas

Núm. 11 (01.06.2007) > Elecciones burguesas y anticapitalismo
Ø Al Fatah: Así se lucha contra un pueblo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Para defender consecuentemente a los trabajadores inmigrantes hace falta una organización consecuentemente anticapitalista

Núm. 10 (15.05.2007) > ¡Atención a Francia!
Ø Tesis. La cuestión saharaui y los proletariados marroquí y español
Ø ¿Por qué hay que defender, quién defiende y quién no a Núria Pórtulas?…

Núm. 9 (01.05.2007) > Las elecciones francesas señalan el curso
Ø 1 de mayo: ¿manifestaciones anticapitalistas?…
Ø Tras los atentados de Al-Qaeda en el Magreb… Declaración de Anticapitalismo rojo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Continúa el debate

Núm. 8 (15.04.2007) > A los 50 años de su fundación… Crisis agónica de la UE
Ø Metro de París: nueva irrupción del anticapitalismo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Una reflexión marxista

Núm. 7 (31.03.2007) > La caída de las Bolsas anuncia el crash que se acerca
Ø Irak: cuatro años de ocupación… La guerra, la paz y los proletarios del mundo
Ø ¿China capitalista?… ¿Cuándo dejó de serlo?…
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Se inicia el debate… Nos escribe un compañero inmigrante

Núm. 6 (15.03.2007) > Italia: el nauseabundo olor del fascismo
Ø De Juana, excarcelado: una victoria revolucionaria
Ø Tribuna anticapitalista: Carta abierta por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes

Núm. 5 (31.03.2007) > Encuentro del Fórum Social en Nairobi
Ø Siete tesis marxistas sobre Kosovo
Ø Tribuna anticapitalista: un saludo, una propuesta

Núm. 4 (15.02.2007) > ¿«Por una vivienda digna»?… ¡Asambleas anticapitalistas por el acceso a la vivienda!
Ø La revolución comunista de mañana y los países no avanzados. (I…) Un trabajo necesario
Ø Biblioteca roja. Anti-Negri. Libro Primero. El padre filosófico del nazismo, Friedrich Nietzsche, y su amigo “anticapitalista” Antonio Negri

Núm. 3 (31.01.2007) > Tras el asesinato de Estado de Barajas: ¿A dónde va la cuestión vasca?…
Ø Anarquismo y comunismo
Ø Biblioteca roja. Anarquismo y comunismo. Ayer y hoy
Ø Diferencias entre el anarquismo y el comunismo

Núm. 2 (15.01.2007) > Contra el engaño de «la paz» en Palestina ¡Adelante con la guerra revolucionaria!
Ø Entrevista con I. Rodas: ¿Para qué un Anti-Negri?…
Ø Memoria roja: El asesinato de Rosa Luxemburg

Núm. 1 (01.01.2007) > El nuevo anticapitalismo. Vive les casseurs!
Ø ¿Adónde va la guerra de Irak y por qué nos importa a los anticapitalistas?…
Ø Movimiento okupa. Entre el reformismo y el anticapitalismo
Ø Hemos leído… Anti-Negri. Libro Primero. Crítica de la filosofía y la economía críticas

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