viernes, 16 de noviembre de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº 20

El Rey de España, Juan Carlos I, perdiendo los nervios minutos antes de abandonar la Cumbre Iberoamericana.

S U M A R I O

Editorial
SE AGUDIZA LA CRISIS DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA

¡CEUTA Y MELILLA PARA MARRUECOS!

90 años de la Revolución rusa
EL ANTICAPITALISMO Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
─Entrevista con Ignacio Rodas, autor de
El movimiento anticapitalista y el Estado y
La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo─

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Editorial

SE AGUDIZA LA CRISIS DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA

El reciente incidente diplomático en la XVII Cumbre Iberoamericana, del que todos los medios de comunicación han difundido el cruce de palabras entre Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno Español, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, y el Rey de España, expresa, de forma condensada, cuanto menos, dos elementos de la situación política internacional y un tercero, no menos importante, que han sido completamente ignorados ─como, por otra parte, es habitual─ tanto por la prensa oficial como por la alternativa, que sirve de crítica oportunista de la anterior…



Sin lugar a dudas, los ataques directos, más o menos diplomáticos, como en el caso de Argentina, o abiertos, como el de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y Chávez a la actividad de las empresas españolas o a la actitud de sus Gobiernos y representantes respecto a América Latina, son el síntoma de que la crisis del orden imperialista patrocinado por Washington ─incapaz de salir al paso del creciente desplante de su patio trasero─ es tan patente que el populismo de retórica antiimperialista se siente lo suficientemente fuerte como para empezar a atacar, en público, ante los delegados de éste, al segundo imperialismo en la zona ─histórica potencia colonial─ que es España.
El segundo elemento a considerar es, obviamente, la pérdida de nervios del monarca español, Juan Carlos, cuando, sin poder seguir mordiéndose un solo minuto más lo labios, espetó el famoso «¿Por qué no te callas?» al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, atestiguando con su comportamiento el deterioro imparable a la que está sometida actualmente la institución monárquica española…
Que el Jefe del Estado perdiera los papeles, primero con semejante salida de tono, impropia de su papel diplomático y honorífico, en la cumbre, y que, posteriormente, abandonara el Pleno durante la intervención de Daniel Ortega, en el momento preciso en el que éste criticaba con dureza a las autoridades españolas por su pasividad ante el caso Unión Fenosa (eléctrica española que, a pesar de la posición monopolista que disfruta en Nicaragua, incumple reiteradamente los acuerdos para extender su red y acabar con el desabastecimiento eléctrico) tienen una explicación política que brota, meses atrás, en el mismo Estado español.
Durante los últimos meses, como venimos subrayando en Anticapitalismo rojo, se asiste en España a un progresivo desgaste y puesta en cuestión de la monarquía desde numerosos ámbitos (polémica desatada por las caricaturas de El Jueves, críticas explosivas de relevantes políticos catalanes y vascos al Rey, quema de fotos en Cataluña, petición de abdicación desde la COPE, críticas asimismo por la visita –forzada—de los monarcas a Ceuta y Melilla realizadas por Marruecos…) que han empezado a exasperar al propio Jefe del Estado, tal y como se ha filtrado en diversos medios, del que se dice que «se siente molesto»…



Así pues, sólo le quedaba al Monarca tener que oír en la cumbre latinoamericana de la boca de Néstor Kirschner que la mediación que el Borbón había realizado, semanas atrás, con motivo del contencioso argentino-uruguayo de las Papeleras, «había sido inútil» para estallar durante la intervención de Chávez y, posteriormente, abandonar la sala, desairado, en el momento en que Ortega le miraba fijamente a los ojos criticando la actitud de Unión Fenosa en Nicaragua, asunto en el que el Rey también había intervenido como mediador…



Está muy claro que Su Majestad ha estado muy bien acostumbrado a no recibir crítica alguna, ni severa ni suave, durante décadas, por parte de políticos, medios de comunicación, instituciones y gobernantes que, desde la transición hasta hoy, no han dudado en mostrar, hacia su persona, una adulación sin límites. Así pues, ante el deterioro imparable del consenso entre las distintas fracciones de la burguesía española, establecido en los años 70, del que aún hoy vive España ─el que impuso, a fin de cuentas, la monarquía─, la pieza clave que simbolizaba la unidad de todo el Estado se tambalea y es crecientemente atacada.



La imagen dada por el Monarca, lejos de “salvar la cara a España”, como se ha dicho desde la oposición, o de “intentar hacer oír la voz del Gobierno”, tal como se ha apuntado desde el Ejecutivo, denota la erosión acelerada que sufre la monarquía española ─el último capítulo, objeto ahora de renovada mofa popular, es el anuncio de la separación de los Duques de Lugo, del que algunos medios afirman que llega en un momento «inoportuno»─ , escenificada en la pérdida de nervios del señor Juan Carlos.



Por otro lado, la intervención de Rodríguez Zapatero, saliendo al paso de las palabras de Chávez, da una buena medida de la hipocresía que caracteriza al mismo cretinismo democrático que ha sostenido y sostiene, hasta la fecha, a la monarquía española. Los hechos son elocuentes. Cuando el presidente de Venezuela acusa de «fascista» a Aznar por el apoyo de éste al fallido golpe de Estado, auspiciado por EE UU, contra Chávez, en 2002 ─hecho probado y denunciado hasta por el mismo ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que, para más inri, se encontraba presente en el acto─, Zapatero sale en defensa del anterior presidente español pidiendo…¡“respeto por las formas”!



¿No es evidente, nos quiere decir el democretinismo burgués ─en este caso, de una potencia imperialista─ que hay que considerar como mucho más grave y escandaloso el insulto a un «compatriota» (tal como calificó Zapatero a Aznar al día siguiente) que el hecho de que éste se haya inmiscuido, desde el Gobierno, en la soberanía de otro Estado (más débil) para secundar un golpe de Estado? ¿No es una ofensa intolerable que el presidente de un Gobierno populista de Latinoamérica llame «fascista» a un ex presidente español cuando lo aceptado como normal es lo inverso, que este último no cese de tildar, durante su mandato, al anterior de «dictador», «violador de los derechos humanos», «genocida», etc. sin que nadie exija públicamente rectificación por ello?



Pero el techo del cretinismo democrático no se detiene ahí. Acostumbrado a presentar las elecciones como medicina contra todo mal, al salir en defensa de Aznar, Zapatero contesta que éste «fue elegido democráticamente por los españoles»… Un argumento que acabó por recibir los aplausos, igualmente cretinos, de todo el auditorio congregado, al que no se le pasó por la cabeza, ni por un momento, pensar que los dos únicos fascistas de la historia que han accedido a gobernar (Hitler y Mussolini) lo hicieron precisamente así, tras haber sido elegidos, democráticamente, en sus respectivos Estados.



Ahora bien, frente al democretinismo reaccionario de las autoridades españolas, el populismo reformista, igualmente burgués, de Chávez y Ortega, no sólo no contribuye a aclarar cuál es la naturaleza real del fascismo, al tapar con el calificativo de «fascista» los trapos sucios de las democracias capitalistas que instigan y secundan golpes como el que apoyaba Aznar, sino que revela, en crisis como ésta, el tipo de “antiimperialismo” reaccionario al que sirve su calculado discurso. Prueba de ello es que las soflamas intermitentes de ataques contra líderes de los Estados del Norte, lanzadas por estos nuevos apóstoles del “socialismo” a lo Jesucristo, no se usan para poner en cuestión el orden imperialista internacional, ni para llamar a la lucha contra el mismo, ni, mucho menos, para llamar a destruir el capitalismo mundial que sirve de base al actual estado de cosas. Nada de eso.



El principal objetivo de la retórica populista, que se viste de antiimperialista ─no hay más que ver las disculpas de Ortega y del propio Chávez, ante el rey español, tras el cruce de declaraciones, arguyendo que su intención no era la de «ofender» (a los imperialistas, añadamos), para constatar la calidad de dichos ropajes─, es presionar sobre los imperialismos, estadounidense y español, en este caso ─y dependiendo, oportunistamente, en todo momento, del estado de ánimo de sus propias masas─, para que EE UU, España, o quien sea, les conceda un mayor margen en la explotación de sus propios recursos, lo que incluye, indefectiblemente, como regímenes burgueses que son, una explotación de mucha mayor cuantía de su propio proletariado.



Venezuela, por ejemplo, sin ser un Estado capitalista avanzado, cuenta, sin embargo, con un proletariado lo suficientemente numeroso y bien organizado como para cargar sobre sus espaldas la tarea de producir intensamente la mercancía estrella ─el petróleo─ que permite al Estado sudamericano contrarrestar su falta de competitividad empresarial e incluso subvencionar al resto de Gobiernos populistas de la región.
Es por eso, entre otras cosas, que Chávez oculta, ante los propios explotados venezolanos, su condición de jefe de los capitalistas “bolivarianos”. Y lo hace culpando, en todo momento, y por doquier, a las empresas foráneas ─curiosamente, el sector petrolífero está en manos del Estado─, como causantes de la miseria y explotación que sufren aquéllos…
Pero, para nosotros, bien que no cesemos de denunciar la realidad capitalista y reaccionaria del populismo chavista, castrista, moralista, etc., mucho más importante, a tenor de este incidente, es constatar las dificultades crecientes que encuentran los Estados imperialistas del Norte, ahí donde precisamente se concentran los mayores contingentes proletarios del globo ─y, en consecuencia, la vanguardia comunista─ , para imponer sus planes imperiales y saber leer, en lo que tiene de sintomático cada una de estas “anécdotas” diplomáticas, los nuevos puntos de inflexión de la situación…



En este sentido, lo más relevante es que la XVII Cumbre Iberoamericana, sin duda, pasará a los anales como el testimonio de que la crisis de la monarquía española no deja de agravarse como muestra del precario entendimiento existente entre las distintas fuerzas de la burguesía española al respecto de un Estado que se resquebraja, paso a paso, por los cuatro costados, en paralelo a la pérdida de nervios del Monarca. Aprovechar revolucionariamente esta realidad es nuestro cometido.


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ANTICAPITALISMO ROJO no es un órgano de opinión. Es un arma de lucha, un instrumento de organización propia de los proletarios, un medio de reunión de la vanguardia revolucionaria, consecuente, del anticapitalismo.

Para destruir al sistema y sus Estados, para derrotar al reformismo que los defiende:

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¡CEUTA Y MELILLA, PARA MARRUECOS!

La reciente visita del Rey Juan Carlos a Ceuta y Melilla ─la primera que efectúa un Jefe del Estado español desde el viaje que, en 1927, hiciera el abuelo del Rey, Alfonso XIII, a Ceuta, con la excusa de inaugurar la sede del Ayuntamiento─ sólo puede ser entendida, por supuesto, en clave interna, en tanto que acto de reafirmación de la, cada vez más cuestionada, unidad imperialista de España de la que la Corona, como Mando Supremo del Ejército, es garante. Puesto que, a tal efecto, las visitas que realmente hubiera correspondido hacer al Rey ─a Catalunya, en señal de desagravio por la quema de sus fotos; a Euskadi, en señal de prohibición del referéndum convocado para el próximo año─ se presentaban mucho más conflictivas, Ceuta y Melilla acabaron transformándose en el destino viajero del Monarca.



Sin embargo, más allá de la lectura que estas visitas tienen en el cuadro actual de la crisis desatada de la Monarquía española, detentan también un contenido objetivo en el plano del imperialismo español sobre el Norte de África y, más en concreto, sobre Marruecos.
Tanto Ceuta como Melilla son «plazas de soberanía» sobre las que España no puede presentar otra razón histórica de pertenencia que el «derecho de conquista». Son restos que quedan del engañoso proceso descolonizador mediante el cual, en 1956, las potencias imperialistas ocupantes (Francia y España) ─convencidas, al fin, de la imposibilidad de mantener sus fuerzas militares en la zona─ pactaron con la burguesía marroquí, representada por la dinastía alauita, el mantenimiento del reaccionario orden imperialista en el Magreb. Su ocupación, por España, merece ser, pues, condenada incondicionalmente por no importa qué proletario consciente, por no importa qué anticapitalista avanzado, en tanto que reminiscencia de la sangrienta opresión secular desplegada por España contra los pueblos norteafricanos.



Su devolución a Marruecos en nada refuerza a la monarquía marroquí. En particular, en el cuadro internacional vigente, de eclosión y desarrollo acelerados, a partir del 11 de septiembre de 2001, de los movimientos antiimperialistas en los países sojuzgados del planeta, la devolución de Ceuta y Melilla a Marruecos, en tanto que rompería el status quo reinante, echaría leña al fuego del movimiento islámico, antiimperialista, que ya sube en el país, dificultando, además, gravemente, el mantenimiento de la opresión, por Marruecos, del pueblo saharaui.
Pero, sobre todo, esa devolución, supondría ─en particular, en las actuales condiciones de declarada puesta en tela de juicio de la unidad de España por parte de las naciones oprimidas por ésta─ una innegable derrota del Estado español, de la patria imperialista española. Pondría en evidencia, a ojos vistas, ante las masas, la debilidad estructural de la Monarquía de Juan Carlos, la precariedad sobre la que asienta su poder ese Estado capitalista avanzado, cárcel de naciones, que es España.
Así describía la prensa la reciente visita del rey a Melilla, «un calco deliberado de la que los monarcas realizaron el día anterior a Ceuta»:

Desde el balcón del Ayuntamiento, los Reyes saludaron a la multitud que coreaba sus nombres y agitaba banderas nacionales. La Plaza de España, donde se halla el Consistorio, es un recinto circular en el que abundan rastros de memoria histórica. En el centro se levanta un monumento a los muertos en las campañas militares del Rif, y en la avenida principal, que precisamente lleva el nombre del monarca, hay un monumento a los caídos en la Guerra Civil. Detrás del Ayuntamiento, a la entrada del puerto, se halla la estatua erigida al joven comandante Francisco Franco (El País, 07.11.2007, p. 13).

Fervor en la agitación de «banderas nacionales» españolas, bajo la inspiración del ejército imperialista que ocupó, a sangre y fuego, Marruecos, antes de tener que abandonar el país; bajo el amparo de los caídos «¡Por Dios y por España!» en la Guerra Civil, en honor del dictador Francisco Franco, bajo la asfixiante presencia cotidiana de las bandas asesinas de trabajadores de la Legión Española… ¿qué puede esperar, por ende, el proletariado español de esas «plazas de soberanía», si no que se constituyan, de nuevo, como ya ocurrió en 1936, en sendas plataformas para la acción militar contra él con motivo de cualquier nuevo levantamiento social que tenga lugar en la Península?...
¡Ceuta y Melilla, para Marruecos! ¡Abajo las monarquías española y marroquí! ¡Abajo el capitalismo y la opresión de los pueblos! ¡Viva la unidad revolucionaria de los trabajadores marroquíes y españoles!; tales son las consignas, sobre el asunto, que corresponde alzar al proletariado revolucionario y, en primer lugar, a los proletarios conscientes de la nación opresora, España.
I. Sánchez


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Una obra del Partido revolucionario contra el Partido reformista…

Ignacio Rodas
ANTI-NEGRI

Libro Primero
Crítica de la filosofía y la economía críticas

Libro Segundo
Crítica de la política crítica
Política reformista y política revolucionaria
(o reformar el Estado burgués o destruir el Estado burgués)
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90 años de la Revolución Rusa
EL ANTICAPITALISMO Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
─Entrevista con Ignacio Rodas, autor de
El movimiento anticapitalista y el Estado y
La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo─

Durante estos días se ha conmemorado el 90º aniversario de la revolución rusa de 1917, que, elevando al poder a los Soviets de Obreros, Soldados y Campesinos, prologó el estallido, a escala internacional, de la revolución comunista que protagonizaría la escena desde 1918 hasta la primera mitad de la década siguiente. Anticapitalismo rojo, en tanto que expresión de la vanguardia histórica contemporánea de la clase explotada, ha querido considerar la vigencia de tal hecho histórico desde un punto de vista en concreto; a saber, en su relación con el movimiento proletario característico de nuestro tiempo, el anticapitalismo.
A tal efecto, hemos entrevistado a Ignacio Rodas, autor, entre otros, de los libros El movimiento anticapitalista y el Estado y La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo…

Anticapitalismo rojo
Por supuesto, nadie en su sano juicio puede negar la importancia de un acontecimiento como es la Revolución Rusa de Octubre. Ahora bien, durante estos 90 años transcurridos muchas cosas han cambiado. El mismo sujeto decisivo de esa revolución, el proletariado, se ha transformado, indudablemente, de forma espectacular…



Ignacio Rodas
Eso es innegable: la clase obrera que, por entonces, constituía la forma de existencia del proletariado, se bate, en nuestros días, en franca retirada de la realidad social de los países avanzados, a resultas de la irrupción de la revolución productiva telemática de nuestro tiempo. No en vano, ésta precisa, para su desarrollo, de una fuerza de trabajo proletaria, con tendencia a reducirse en número, a la vez que ultraespecializada y altísimamente cualificada, pero sobreexplotada y precarizada como jamás antes. Podemos decir, en consecuencia, con plena justificación, que los explotados de hoy tienden a devenir, más que nunca, la quintaesencia de aquel proletariado, sujeto social del comunismo, divisado, ya en su día, por Marx y Engels, que no tenía ni tiene otra cosa que perder que sus cadenas…

Anticapitalismo rojo
Bien, admitamos que esto es así, que, como tú explicas en tus libros, los “sin” de ahora ─sin empleo, sin trabajo fijo, sin coberturas sociales, sin vivienda, sin derechos, sin voz, sin garantía alguna de supervivencia, sin perspectiva de futuro bajo el sistema…─ constituyen el sector característico y dinamizador del proletariado contemporáneo. Incluso así, tendrás que convenir con nosotros en que su movimiento social propio, el anticapitalismo, no se interesa gran cosa por los hechos del pasado…

Ignacio Rodas
Es cierto, el anticapitalismo actual no tiene interés en hacer suyas las lecciones revolucionarias del pasado. Yo diría más que eso…, diría que no lo tiene ni lo puede tener. Esto es completamente normal. Se trata de un movimiento de resistencia de la juventud de la clase explotada, de un movimiento de defensa que, si por las trazas particulares de la vigente revolución productiva, que empujan hacia la marginación a los jóvenes proletarios en lugar de incorporarles, como hacía antes el taylorismo, a la cadena de producción del trabajo asalariado, levanta como reivindicación mínima la negación del capitalismo, no por ello se halla ni se hallará en condiciones de poner sobre el tapete la vía revolucionaria, específicamente inédita, a través de la cual la revolución comunista de mañana hará efectivo ese cambio de sociedad. Lo que quiero decir es que a la masa anticapitalista, a diferencia de los politizados antiglobalizadores, pequeñoburgueses, comprometidos con la reforma del sistema, ni la mueve ni la moverá la ideología. En cualquiera de sus expresiones, los anticapitalistas salen a la calle y actúan, como pueden, contra el capitalismo, por necesidad, tal como siempre han hecho las masas proletarias; al igual que, ahora hace 90 años, se lanzaron al asalto del cielo por necesidad las masas obreras y campesinas rusas, devenidas revolucionarias, a la postre, como única alternativa que les restaba para tratar de salir, a todo precio, del hambre, la miseria y la muerte (la guerra) en los que las había sumido, primero, el zarismo, y, acto seguido, la democracia burguesa instaurada por los partidos reformistas. La realidad es que la masa de la clase trabajadora ─dadas las condiciones de incultura y el embrutecimiento que le impone el capital; dado el abrumador control que, mientras el capitalismo siga en pie, ejerce y ejercerá la clase dominante sobre el grueso de los medios de comunicación─ jamás podrá determinar su acción por lecciones históricas de ningún tipo.
Mas eso no quita que esa masa proletaria ─en concreto, el anticapitalismo─ esté destinada a generar, al hilo de la maduración social de las condiciones objetivas de la nueva revolución, una nueva vanguardia, un nuevo destacamento de anticapitalistas consecuentes, revolucionarios, dispuestos a conseguir que el conjunto de los explotados hagan valer, de su mano, las lecciones legadas por las anteriores batallas entre las clases. Sólo puede entenderse el propio Anticapitalismo rojo que se publica en este sentido, en tanto que animador de este proceso, en curso, de cristalización de una nueva vanguardia anticapitalista, vale decir, proletaria, armada con el bagaje histórico de esa ciencia social revolucionaria que esclarece el camino real de la revolución comunista, el marxismo. Es para la formación y capacitación de esta vanguardia como Estado Mayor del proletariado revolucionario de mañana que se hace imprescindible adquirir la inteligencia de las enseñanzas históricas del pasado y, entre ellas, de forma destacadísima, de la naturaleza y lecciones de la Revolución de Octubre.

Anticapitalismo rojo
A propósito de esta naturaleza, en tu libro La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo, nos hablas de dicha revolución como de una revolución «obrera y campesina», y, por tanto, «interclasista», «burguesa», bien que dirigida, bajo el Partido de Lenin, por el proletariado en función de los intereses de la «revolución comunista mundial». Cuando escribiste eso, en 2001, tales planteamientos eran prácticamente desconocidos, pero, en los últimos años, han ido apareciendo ciertos historiadores burgueses que, en la línea, por poner el último ejemplo, de Moshe Lewin, en su libro El siglo soviético, publicado en 2006, reconocen que en la Rusia de entonces «el socialismo era imposible». ¿Qué relación tiene la clarificación de esta naturaleza de la Revolución Rusa con el proceso del que nos has hablado de formación de la nueva vanguardia proletaria revolucionaria, anticapitalista roja, de cuyo servicio precisará, para triunfar, la próxima revolución?...



Ignacio Rodas
Está bien esta calificación que utilizas, «anticapitalista roja», para designar lo que será la vanguardia proletaria de la nueva revolución…
Respondiendo a la pregunta, me alegro de que, aunque tan sólo sea para tratar de castrar la vigencia de su contenido revolucionario, toda una serie de intelectuales burgueses se vean obligados a admitir, lo que, no yo, sino, muchísimo antes, Marx, Engels y Lenin ─tal como demuestro inapelablemente en el libro al que te has referido, La gran mentira. Respuesta al Libro negro del comunismo─, señalaron repetidamente en su día; a saber, que la revolución al orden del día en la Rusia zarista no era otra que la burguesa (basada ineludiblemente en la alianza entre la clase obrera y el campesinado) y que, como país atrasado que era, Rusia sólo podría acceder al socialismo sobre la base del «triunfo previo de la revolución comunista internacional». Efectivamente ─esto empieza ya a ser vox populi─ la teoría de la «edificación del socialismo en un solo país», impuesta por Stalin tras la muerte de Lenin, como el citado Moshe Lewin entre otros muchos ya reconoce, estaba «fundada en premisas que nada tienen que ver con el bolchevismo», ni con el marxismo, más en general, cabría añadir…
Dicho esto, la importancia, para la cohesión de la vanguardia revolucionaria de mañana del proletariado, de un balance comunista que empiece por asentar esta realidad ─el carácter burgués, en todo momento, más allá de su dirección política y de la clase que detentaba, en ella, el poder (el proletariado) de la Rusia revolucionaria─ es sencillamente crucial. Constituye un punto de ruptura clave con la totalidad de la izquierda y extrema izquierda burguesas que, de una u otra forma ─desde el estalinismo al trotsquismo, pasando por el maoísmo y no importa qué otra rama del radicalismo burgués─ siguen presentando, en beneficio objetivo del capitalismo, aquella Rusia, atrozmente atrasada, bien como «socialista», bien, al menos, como «no capitalista».
Por supuesto, como decíamos antes, al conjunto del anticapitalismo de hoy, estas polémicas le son completamente ajenas. Pero, ¡atención!, como los hechos también demuestran, eso no significa que los compañeros anticapitalistas, incluso los avanzados en términos de conciencia política, las hayan superado. Lo que ocurre, más bien, lamentablemente, es que todavía les vienen grandes. Prueba de ello es que, aún hoy, toda una serie de fuerzas y tendencias reformistas ─en realidad, antiglobalizadoras y burguesas hasta la médula─ pueden continuar presentándose impunemente, a diestro y siniestro, como «anticapitalistas», a cubierto de sus formas radicales, ¡mientras siguen chapoteando de cuatro patas en el pútrido pantano ideológico de la supuesta URSS «socialista» o «no capitalista» inventada por Stalin para encubrir el desarrollo contrarrevolucionario del capitalismo en ella y del imperialismo ruso a escala mundial! He tenido ocasión de ocuparme de ello en los dos libros de mi última obra ─El Anti-Negri─, dedicados a la crítica revolucionaria del reformismo radical de nuestros días. Bastaría con que los anticapitalistas avanzados hicieran valer este hecho ─quien defiende el mito de la «URSS socialista», presentando como «socialismo» o «comunismo» la explotación y represión reaccionarias de las masas proletarias, así como la opresión de los pueblos, no puede ser, por supuesto, amigo del proletariado ni del anticapitalismo, sino todo lo contrario, el peor de sus enemigos─ para desenmascarar a cuanto reformista oculto obra por la dispersión y liquidación del movimiento. La audiencia o, como mínimo, tolerancia, todavía encontradas por “anticapitalistas” tramposos, al estilo del citado Antonio Negri, en los aledaños de las filas antisistema, así como la influencia que, a escala internacional, aún ejercen sobre las capas más politizadas de la juventud trabajadora, corrientes reformistas radicales que, como la de la Autonomía, de Negri, siguen atadas a considerar a la URSS de Stalin, a la China de Mao y a otros países como «socialistas», hablan, por sí solas, de la necesidad que tendrá la vanguardia anticapitalista roja de mañana de hacer suyo un auténtico balance revolucionario de la Revolución de Octubre.

Anticapitalismo rojo
Y de ese balance, ¿qué elementos destacarías por su vigencia para el anticapitalismo?...
Ignacio Rodas
Nos extenderíamos demasiado tratando de explicarlos, así que únicamente te indicaré los que, ahora mismo, me vienen a la cabeza…
En primer lugar, la lucha contra la democracia burguesa, capitalista. Es evidente que constituye un elemento identificador del anticapitalismo contemporáneo, puesto que éste, no en vano, se alza, en los países del centro capitalista, contra Estados burgueses que, a día de la fecha, se conforman, todos ellos, como regímenes democráticos. Pues bien, históricamente, ¿ha alcanzado, en lugar alguno, en ningún otro momento, el movimiento de emancipación de la clase explotada un punto superior de destrucción de la engañosa democracia burguesa ─la dictadura del capital, a la hora de la verdad─, al de la disolución efectuada, en enero de 1918, a cargo de los Soviets de obreros, soldados y campesinos rusos, del Parlamento burgués, la Asamblea Constituyente, tras de que ésta no reconociera el poder soviético?...
En segundo lugar, yo destacaría la independencia de clase, como vía de lucha común, tanto del anticapitalismo contemporáneo como, en su día, de los Soviets revolucionarios rusos; no se olvide que, mientras que los anticapitalistas de hoy se reúnen y actúan al margen de toda fuerza reformista, de todo planteamiento ciudadano, los Soviets que hicieron realidad la Revolución de Octubre excluían de su seno a la clase dominante.
Podríamos hablar también del carácter mundial impreso a la Revolución Rusa por la dirección comunista que, con Lenin, marchó a su cabeza. Los comunistas revolucionarios rusos concebían la revolución rusa sólo como inicio de la revolución comunista mundial y entendían que su futuro dependía totalmente del de ésta. La Internacional Comunista de Lenin trabajaba precisamente en este sentido, el de unir a los proletarios por encima de las fronteras, y este vector se ha hallado igualmente presente, desde su mismo surgimiento, en el anticapitalismo de nuestros días, que siempre se ha reconocido a sí mismo como un solo movimiento mundial en lucha contra el capitalismo.
Y ligado, con esto último, yo destacaría, asimismo, la defensa incondicional de los pueblos sometidos por el imperialismo, que llevó adelante, en función de los intereses revolucionarios del proletariado mundial, la Revolución de Octubre. Aunque a este respecto de la opresión nacional exista todavía una gran confusión entre los anticapitalistas de hoy, ¿cuál de ellos fue capaz de dejar de celebrar, en su fuero interno, atentados antiimperialistas revolucionarios como los del 11 de septiembre de 2001?...
Para acabar, otra de las lecciones fundamentales que nos reporta la Revolución Rusa es la de la necesidad del Partido Comunista. Ninguna crítica realizada al respecto de los hechos, por incompatible que sea con el comunismo, ha podido ni podrá borrar esta realidad flagrante: si las masas trabajadoras rusas obtuvieron, en su momento, la gran victoria revolucionaria de Octubre de 1917, fue gracias, entre otros factores insustituibles, a que marcharon, unidas, bajo la dirección del Partido de Lenin. Sin él ─es la pura evidencia─ jamás hubieran podido derrotar al Estado capitalista ni levantar su propio poder soviético, reconocido, al principio, no se nos olvide, incluso por el conjunto del anarquismo ruso, cuyas figuras más destacadas no en vano formaban parte o apoyaban, en un principio, como Kropotkin, los Soviets.

Anticapitalismo rojo
¿Quisieras añadir algo más?



Ignacio Rodas
Sólo que el proletariado de siempre y su expresión actual, por excelencia, el anticapitalismo, no precisan de nadie para luchar contra el sistema. Lo hacen y lo harán de motu proprio, espontáneamente. El deber de los elementos concienciados, avanzados que, de una u otra manera, formamos parte de estos movimientos no puede ser, por tanto, disolvernos en esa espontaneidad, sino aportar, en cada momento, los elementos estratégicos y tácticos más adecuados para el avance de los explotados hacia su victoria revolucionaria final. El carácter específico de la revolución productiva de nuestro tiempo ─cada vez en contradicción más absoluta con la supervivencia social─ nos indica que el modo de producción capitalista y, con él, el conjunto del mundo burgués, ha entrado en su periodo terminal, agónico. Pero esta sentencia histórica precisa de que su sepulturero, el proletariado, active todas las armas a su alcance para hacerla realidad. El fundamento de estas armas de las que precisa la nueva revolución se encuentra inscrito en las experiencias de las revoluciones del pasado. Invito a todo anticapitalista verdaderamente comprometido con la causa histórica de los explotados a hacer suyas, por todos los medios a su alcance, dichas lecciones.

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Balance marxista de la Revolución Rusa de Octubre de 1917

Ignacio Rodas
LA GRAN MENTIRA
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Sumarios de Anticapitalismo rojo

Núm. 19 (01.11.2007) > Italia: la victoria de Veltroni, un nuevo paso hacia la emergencia del fascismo
Ø Los insufribles crímenes de la paz capitalista…
Israel, con el apoyo cómplice de todas las grandes potencias, masacra al pueblo palestino
Ø Balance comunista de la revolución alemana (12918-1923) (II)
Núm. 18 (15.10.2007) > La monarquía española, en cuestión
Ø Mesa redonda anticapitalista convocada por Anticapitalismo rojo:
El actual movimiento contra la monarquía española y el anticapitalismo revolucionario
Ø Balance comunista de la revolución alemana (12918-1923) (I)
Núm. 17 (01.10.2007) > De los atentados antiimperialistas del 11 de septiembre… Seis años
> ¿Por qué defendemos a Jaume Roura y al resto de patriotas catalanes represaliados?...
¿Por qué no suscribimos los llamamientos a que lo haga «la sociedad civil»?...
Ø Hemos visto… La revolta permanent (masacre de Vitoria, 3 de marzo de 1976). Un balance por realizar
Núm. 16 (15.09.2007) > Las “turbulencias” del capital y la miseria que viene
Ø Declaración de Anticapitalismo rojo con motivo de l’Onze de setembre:
La libertad de Catalunya no vendrá de ninguna Unidad Popular… ¡Vendrá de la revolución anticapitalista!
Nacionalistas revolucionarios, comunistas: trabajemos unidos para formar un Frente Anticapitalista Revolucionario
Ø Del Libro Segundo del Anti-Negri: Antonio Negri, cómplice de la opresión imperialista
Anticapitalismo roig (10.09.2007)
Ø Declaració: La llibertat de Catalunya no vindrà de cap Unitat Popular… Vindrà de la revolució anticapitalista!
Nacionalistes revolucionaris, comunistes: treballem plegats per formar un Front Anticapitalista Revolucionari
Núm. 15 (01.08.2007) > Dos guerras perdidas por el imperialismo. Pero Irak no es Vietnam…
Ø A propósito del escrito de Sánchez Teran, militante de Endavant. O con el estalinismo o con la «Defensa de la Terra»
Ø Carta de Can Masdeu al Tripartito. Hippismo es capitalismo
Núm. 14 (15.07.2007) > El curso de las cosas
Ø Declaración de Anticapitalismo rojo ¡Libertad para Arnaldo Otegi y todos los presos nacionalistas vascos!
Núm. 13 (01.07.2007) > Hamás arrolla en Gaza. ¡Viva la Palestina antiimperialista!
Ø Casseurs: del voto a la abstención en las elecciones francesas. A la espera del nuevo y mayor choque, lección de política anticapitalista
Ø ¡Dejad que los muertos descansen en paz! La Resistencia anticapitalista de 2001 y la de hoy
Ø Memoria anticapitalista. En el 20º aniversario de Hipercor… Mentiras y hechos de un crimen de Estado
Núm. 12 (15.06.2007) > Fin de la tregua de ETA: Hipocresía y debilidad del Estado capitalista español
Ø ¿Vuelve el anticapitalismo negro?… El tiempo de las contracumbres ha caducado
Ø Tribuna anticapitalista: A propósito de la propuesta de una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes… El Partido y el movimiento proletario de masas
Núm. 11 (01.06.2007) > Elecciones burguesas y anticapitalismo
Ø Al Fatah: Así se lucha contra un pueblo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Para defender consecuentemente a los trabajadores inmigrantes hace falta una organización consecuentemente anticapitalista
Núm. 10 (15.05.2007) > ¡Atención a Francia!
Ø Tesis. La cuestión saharaui y los proletariados marroquí y español
Ø ¿Por qué hay que defender, quién defiende y quién no a Núria Pórtulas?…
Núm. 9 (01.05.2007) > Las elecciones francesas señalan el curso
Ø 1 de mayo: ¿manifestaciones anticapitalistas?…
Ø Tras los atentados de Al-Qaeda en el Magreb… Declaración de Anticapitalismo rojo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Continúa el debate
Núm. 8 (15.04.2007) > A los 50 años de su fundación… Crisis agónica de la UE
Ø Metro de París: nueva irrupción del anticapitalismo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Una reflexión marxista
Núm. 7 (31.03.2007) > La caída de las Bolsas anuncia el crash que se acerca
Ø Irak: cuatro años de ocupación… La guerra, la paz y los proletarios del mundo
Ø ¿China capitalista?… ¿Cuándo dejó de serlo?…
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Se inicia el debate… Nos escribe un compañero inmigrante
Núm. 6 (15.03.2007) > Italia: el nauseabundo olor del fascismo
Ø De Juana, excarcelado: una victoria revolucionaria
Ø Tribuna anticapitalista: Carta abierta por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes
Núm. 5 (31.03.2007) > Encuentro del Fórum Social en Nairobi
Ø Siete tesis marxistas sobre Kosovo
Ø Tribuna anticapitalista: un saludo, una propuesta

Núm. 4 (15.02.2007) > ¿«Por una vivienda digna»?… ¡Asambleas anticapitalistas por el acceso a la vivienda!
Ø La revolución comunista de mañana y los países no avanzados. (I…) Un trabajo necesario
Ø Biblioteca roja. Anti-Negri. Libro Primero. El padre filosófico del nazismo, Friedrich Nietzsche, y su amigo “anticapitalista” Antonio Negri
Núm. 3 (31.01.2007) > Tras el asesinato de Estado de Barajas: ¿A dónde va la cuestión vasca?…
Ø Anarquismo y comunismo
Ø Biblioteca roja. Anarquismo y comunismo. Ayer y hoy
Ø Diferencias entre el anarquismo y el comunismo
Núm. 2 (15.01.2007) > Contra el engaño de «la paz» en Palestina ¡Adelante con la guerra revolucionaria!
Ø Entrevista con I. Rodas: ¿Para qué un Anti-Negri?…
Ø Memoria roja: El asesinato de Rosa Luxemburg
Núm. 1 (01.01.2007) > El nuevo anticapitalismo. Vive les casseurs!
Ø ¿Adónde va la guerra de Irak y por qué nos importa a los anticapitalistas?…
Ø Movimiento okupa. Entre el reformismo y el anticapitalismo
Ø Hemos leído… Anti-Negri. Libro Primero. Crítica de la filosofía y la economía críticas

domingo, 4 de noviembre de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº 19

Marcha de Mussolini sobre Roma (1922). El fascismo en Italia no constituye casualidad alguna.

S U M A R I O 1 noviembre 2007

Editorial
Italia
LA VICTORIA DE VELTRONI, UN NUEVO PASO HACIA LA EMERGENCIA DEL FASCISMO
Los insufribles crímenes de la paz capitalista...
ISRAEL, CON EL APOYO CÓMPLICE DE TODAS LAS GRANDES POTENCIAS, MASACRA AL PUEBLO PALESTINO
BALANCE COMUNISTA DE LA REVOLUCIÓN ALEMANA (1918-1923) (II)

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Editorial

Italia
LA VICTORIA DE VELTRONI, UN NUEVO PASO HACIA LA EMERGENCIA DEL FASCISMO
Hace ya unos meses, en el editorial de Anticapitalismo rojo número 6 (15 de marzo de 2007, p. 3), escribíamos:

Más allá de las frías estadísticas, descendiendo al plano político, lo que proporciona definitivamente a Italia el puesto de cabeza en el proceso de deterioro de la democracia capitalista que se está desarrollando ante nuestros ojos, con especial virulencia, en el seno de las grandes potencias europeas, es la imposibilidad de dicho Estado ─socialmente débil, tanto por las componendas históricas con la reacción que dieron lugar a su origen como, sobre todo, por las crecidas concesiones que debió realizar, tras la Segunda Guerra Mundial, a un proletariado que, al cabo de ésta, se hallaba con las armas en la mano─ para poner orden en las filas de las diferentes fuerzas burguesas que componen el régimen democrático («Italia: el nauseabundo olor del fascismo...»).

La reciente elección de Walter Veltroni (ex director del periódico L’Unità ─órgano histórico del estalinista Partido Comunista Italiano (PCI)─, quien, ahora, sin embargo, no tiene empacho en asegurar, sin duda como prueba de su “sincero compromiso con sus electores”, «no haber sentido jamás simpatía por la ideología comunista»…) como nuevo salvador del «centro izquierda», tras el fiasco de Romano Prodi, cuyo Gobierno, sin mayoría parlamentaria y con fuerzas abiertamente enfrentadas entre sí, ha navegado, tal como reconoce la totalidad de las fuentes, entre, de un lado, «la inactividad» y de otro, «la gestión prodiana, muy impopular» (El País, 16.10.2007, p. 5), lejos de corregir el rumbo hacia la emergencia del fascismo por el que, en líneas como las arriba citadas, ya hemos puesto sobre aviso que discurre Italia, representa, en realidad, un nuevo paso efectivo en dicha dirección.Para empezar, la forma tragicómica en que ha tenido lugar la elección dista mucho de ser anecdótica; expresa, por el contrario, el alto grado de caudillismo y corrupción que impregna, hasta el tuétano, a la sociedad italiana. La situación creada es, en efecto, bien demostrativa de la división y el desconcierto, de las extremadas precariedad e inestabilidad políticas que reinan, en la actualidad, en las filas de las fuerzas vivas de la democracia burguesa del país. El ahora desautorizado, Romano Prodi ─primer ministro al que se pretende relegar, de un plumazo, al cargo honorario de presidente de un partido que, a día de hoy, no es más que un proyecto─, fue apoyado hace tan sólo un año, en las primarias de 2006, para seguir al frente del Ejecutivo, por las dos fuerzas que, coaligadas en El Olivo, le habían aupado al poder: los democristianos de Democracia y Libertad y los ex estalinistas de los Demócratas de Izquierda, las dos mismas formaciones que hoy se han fundido en un Partido Democrático (PD), que ─a falta de todo programa, a falta de estatutos, a falta de directiva─ ¡luce por todo activo al propio Veltroni! Es cierto que éste ha obtenido tres de cada cuatro votos de los 3,4 millones de sufragios depositados por la ciudadanía, sin ningún compromiso real por su parte, en apoyo de la formación del nuevo partido, pero ni siquiera esas 2.550.000 papeletas echadas a la urna a favor de Veltroni representan un número en firme, pues tal como puede leerse, en letra pequeña, en todas las triunfales crónicas publicadas al respecto, ¡«la cifra está hinchada porque un número indeterminado de personas votó más de una vez»! (ib.).¿Qué nos resta, en suma, como alternativa de estabilización de la democracia por parte del «centro-izquierda» en unas coordenadas marcadas, en lo económico, por la necesidad impostergable, para el capital italiano, bajo las exigencias ultracompetitivas de la revolución productiva de nuestros días, de deshacerse radicalmente de los insostenibles gastos improductivos representados por las conquistas sociales que aún perduran de la clase obrera italiana, y, en lo político, por el devastador desgaste que le espera al Gobierno asignado a tales fines, no sólo entre las masas trabajadoras en general, sino, muy en particular, entre la amplia pequeña burguesía que todavía subsiste en el país transalpino y que, por obvias razones de menor fuerza, estructuración y capacidad de resistencia que el proletariado es la víctima propiciatoria para pagar, en primera instancia, los platos rotos de todo intento serio de adecuación a las exigencias contemporáneas capitalistas de la vetusta realidad de la sociedad italiana?...; ¿qué aporta la operación Veltroni en una situación que tiende a disolver, al unísono, como garantes de dichos planes antipopulares que son, a la derecha y la izquierda del país, mientras las fuerzas fascistas enmascaradas de la Alianza Nacional de Gianfranco Fini y de la Liga Norte de Umberto Bossi esperan, a resguardo, su momento?...
Dos millones y medio de papeletas por todo apoyo a un partido que, hoy por hoy, es sólo un nombre y está todavía por constituir ―lo cual no es óbice para que, en su seno, los antiguos dirigentes de los partidos fusionados ya se den codazos para recolocarse, con un descaro que va en proporción directa a la indefinición programática del partido proyectado―, no parece verdaderamente que anuncie solidez alguna con vistas a la recia batalla social convocada por los acontecimientos. No en vano, el mismo Prodi no ha tenido reparos en declarar la misma noche de la victoria en las primarias de Walter Veltroni, en el cuadro de una nota dirigida a su nuevo jefe político, con relación a los riesgos que, con toda evidencia, se ciernen sobre el futuro de sus relaciones: «Sé que habrá pasajes nada fáciles, tensiones y tentaciones» (ib.).No; la «reforma de la ley electoral», «la creación de una sola Cámara parlamentaria», «la reducción del número de parlamentarios» y la promesa consabida de «regeneración de la clase política», no unirá a la sociedad italiana ni a su clase dominante tras Veltroni en un país en el que, recogiendo la crispación sin salida de la ciudadanía pequeñoburguesa, ganan audiencia por momentos, a escala de masas, demagogias “apolíticas”, tan antidemocráticas como por completo ajenas a todo tipo de anticapitalismo, como el movimiento Vaffanculo («¡A tomar por el culo!») lanzado, con el apoyo de importantes medios de comunicación, por el humorista ácrata Beppe Grillo (El País, 16.10.2007, p. 14). Pero si la timorata «presión reformista» que se propone ejercer el aún alcalde de Roma Veltroni nada aporta objetivamente a la estabilización de la situación política italiana, nada augura en el sentido del ordenamiento de las fuerzas burguesas, sí que apunta, con toda claridad, hacia infundir renovadas ilusiones democrático-burguesas a las capas menos desfavorecidas del proletariado, hacia tratar de atar, en definitiva, a través de ellas, la suerte del conjunto de la clase explotada, por mediación de los fieles servicios prestados por ese ala de izquierda de la izquierda burguesa en cuyo desempeño ofician la Refundación Comunista (RC)de Fausto Bertinotti ─presidente del Parlamento─ y sus hermanos de sangre, estalinistas declarados, del denominado Partido de los Comunistas Italianos (PCI), a la nefasta conciliación de intereses entre explotadores y explotados.Con una Italia que, pese a ser la séptima potencia económica del globo, descendió, en 2006, al lugar 42 del índice mundial de competitividad (fuentes: Banco Mundial, Worl Economic Forum)…, con una Italia cuya influencia europea se reduce, asimismo, día a día, tal como demuestra, sin ir más lejos, la reciente «crisis del voto» en el seno de la UE, que ha finalizado, tras la grandilocuente protesta italiana que amenazaba incluso con bloquear el funcionamiento global de «las instituciones europeas», pariendo el ratón de equipararla a esa potencia ajena, si no contraria, de hecho, a todo proyecto europeo real, que es Reino Unido…, con una Italia en la que los negocios de las mafias generan una facturación de 90.000 millones de euros ─¡un 7 % del PIB total del país!─ (informe SOS empresa, presentado el 22.10.2007 por la asociación CONFESERCENTI, que agrupa a las pequeñas y medianas empresas italianas, en la sede, en Roma, del Ministerio del Interior)…, con una Italia en la que se ha confirmado que el agónico Gobierno Prodi se siente, no obstante su extrema debilidad, suficientemente apoyado ─¿también por su flanco de estalinistas renegados y reconocidos constituido respectivamente por RC y PCI?...─ para someter al Parlamento un proyecto de ley que pretende supervisar y, si es el caso, perseguir los blocs de la Red («El govern Italia vol controlar els blocaires», Vilaweb, 26.10.2007, http://www.vilaweb.cat/)..., con una Italia, en fin, en la que el fascismo representa ya el núcleo duro de la oposición mientras la totalidad del reformismo toma por bueno el disfraz parlamentario tan convenientemente adoptado ─¿hasta cuándo?...─ por aquél, el primer deber de la vanguardia comunista actual, para con los proletarios italianos avanzados de hoy, es decirles, con toda franqueza, lo que se les viene encima.
En este sentido, escribimos ya, en su día, y ratificamos plenamente ahora:
En una Italia que ha sido y es una gran potencia, pero que, hoy como ayer, vive del pasado, esa clase pequeñoburguesa, arruinada o en proceso de hacerlo, no marchará, por muchas concesiones que la clase explotada pudiera hacerle, hacia los brazos del proletariado sin antes caer, en irritada defensa de su amenazada posición social, en el regazo del fascismo («Italia: el nauseabundo olor del fascismo...», Anticapitalismo rojo, núm. 6, 15.03.2007, p. 5).

En dicho paisaje social, la operación Veltroni, en el mejor de los casos ―léase, la victoria electoral sobre la derecha― sólo puede servir, a fuerza de concesiones al gran capital, para sustraer nueva base social a la democracia, para ocultar a las masas trabajadoras el avance, que tiene lugar ante nuestros ojos, del fascismo. Cualquier esperanza en Veltroni, cualquier apoyo, por crítico que sea, a su partido y al Gobierno Prodi supone, en el plano de los hechos, con independencia de las voluntades e ideologías detentadas, colaborar en ese criminal proceso actual de engaño democrático-burgués del proletariado que está llamado a desembocar en el brutal fascismo de mañana.En noviembre de 1922, tan sólo unas semanas después de que el menosprecio del avance fascista, por parte incluso de lo más revolucionario del proletariado italiano de entonces, hubiera permitido a Mussolini culminar con éxito su Marcha sobre Roma con su nombramiento como primer ministro por el Rey Víctor Manuel III, Lenin afirmaba, ante la vanguardia proletaria mundial, en la Internacional Comunista:

Puede que los fascistas de Italia, por ejemplo, nos presten un buen servicio, explicando a los italianos que no son todavía bastante cultos y que su país no está garantizado aún contra las centurias negras. Quizá esto sea muy útil (V. I. Lenin: «Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial», informe pronunciado ante el IV Congreso de la Internacional Comunista el 13 de noviembre de 1922).

¿Es posible que los proletarios italianos conscientes de hoy no comprendan la actualidad de estas palabras?... ¿Es posible que, al igual que los de ayer, desorientados y cegados por las ilusiones democráticas que pregona o tolera el reformismo en todos los Veltroni, llegados y por llegar, no perciban cómo todo apoyo, por crítico que sea, a la renqueante democracia italiana, cómo toda connivencia con ella sólo sirve, otra vez, para volver a abrir las puertas del poder al fascismo?...

Sea como fuere, la delimitación de la nueva vanguardia comunista en Italia, pasa ineludiblemente, en primer lugar, por la aprehensión plena, hasta las últimas consecuencias, de esta realidad insoslayable ―Italia, rediviva punta de lanza, en la escena internacional de nuestro tiempo, del fascismo― que informa, en lo más profundo del plano político, en su concreción específica, la encrucijada histórica vigente de la lucha de clases en el país.


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Los insufribles crímenes de la paz capitalista...
ISRAEL, CON EL APOYO CÓMPLICE DE TODAS LAS GRANDES POTENCIAS, MASACRA AL PUEBLO PALESTINO

En el seno de los países avanzados, está de moda la ideología pacifista. No analizaremos aquí las profundas razones de ello ─se resumen en el exorcismo del curso hacia la nueva guerra imperialista mundial por el que discurre, de forma cada vez más evidente, la sociedad burguesa de nuestro tiempo─ ni tampoco desplegaremos la crítica teórica de sus presupuestos. Remitimos a los lectores interesados en ello a los dos volúmenes del Anti-Negri, obra del marxismo contemporáneo dedicada a la crítica revolucionaria de la visión y política reformistas del mundo, así como al esclarecimiento, sobre dicha base, de los puntos de referencia claves que permiten reconocer la política revolucionaria de hoy (v. anuncio en la página anterior)

Por nuestra parte, nos limitaremos, en las líneas que siguen, a la constatación empírica, fehaciente, de lo que supone, en realidad, más allá de los discursos y las parafernalias, la paz capitalista. Tomemos, a este propósito, un ejemplo significativo, cuyo seguimiento se halla al alcance de no importa qué proletario, a saber, la suerte deparada al pueblo palestino por dicha política de «paz».Veintiún meses después del aplastante triunfo electoral de Hamás en Palestina, los efectos del bloqueo, impuesto por Israel, desde febrero de 2006, a los pobladores de la franja de Gaza, no dispuestos a reconocer al criminal Estado sionista, son, tal como se ve obligada a calificar la misma prensa burguesa, simplemente «bestiales» (El País, 26.10.2007, p. 4).

La última noticia, llegada, con relación a este tema, desde Israel, el pasado 25 de octubre fue la aprobación por el Ministerio de Defensa sionista del corte del suministro eléctrico y de combustibles al territorio ocupado, habitado, en la actualidad, por un millón y medio de palestinos (ib., para éstas y siguientes informaciones). Según las fuentes oficiales del Gobierno de Ehud Olmert, el suministro dependerá, a partir de ahora, «del lanzamiento de cohetes kassam contra suelo hebreo». «Si se disparan cohetes, los palestinos pagarán el precio», ha amenazado abiertamente y más en concreto, sin hacer distinción alguna entre la población civil y la militar, el laborista Matan Vilnai, viceministro de Defensa. De hecho, es el conjunto de la población oprimida ─claro está, sin embargo, que los niños y las mujeres con particular intensidad─ la que sufre los desastrosos efectos del brutal deterioro económico causado por el bloqueo israelí.

Así, el porcentaje de los palestinos de Gaza que dependen directamente, para sobrevivir, de las ayudas alimentarias de las agencias internacionales se eleva ya a un 70 % en consonancia con la cínica advertencia lanzada, en su momento, ante la sonrisa de los miembros del Gobierno, por Dov Weisglass, asesor de Sharon y, por unas semanas, también de Olmert: «Hay que hacer que adelgacen». Y, en efecto, en cumplimiento de estos criminales planes, la anemia se extiende, imparable, entre la población palestina, al mismo tiempo que el sistema sanitario roza el colapso. Tal como ha explicado, a este propósito, Jaled Raadi, alto funcionario del Ministerio de Sanidad palestino, en plena concordancia, por lo demás, por lo que hace a la descripción de la situación, con las Organizaciones de derechos humanos, incluso las israelíes:

Seiscientos o setecientos pacientes al mes necesitan salir camino de hospitales en el extranjero. Unos 450, el 35 % niños, requieren tratamiento contra el cáncer y no les dejan ir. En total, no se permite abandonar Gaza al 20 % de los peticionarios” (El País, 26.10.1007, p. 4).
No practicamos operaciones si no son a vida o muerte. 200 enfermos del riñón se las apañan con 40 máquinas de diálisis. Otras 25 no funcionan, pero el Gobierno israelí no permite la importación de repuestos. Cada paciente necesita tres o cuatro sesiones semanales. Sólo les podemos ofrecer una o dos (ib.).
De esta manera, agrega Raadi:
Israel emplea un nuevo método de matar, no respeta ningún principio deontológico (ib.).

Por su parte. Hasan Jalaf, director del hospital Shifa, el mayor de Gaza, añade otros datos verdaderamente escalofriantes:

Hay 60 fármacos, de los 180 que la Organización Mundial de la Salud considera básicos, de los que no tenemos nada. Ahora no tenemos vías de escape. Habrá muchas muertes evitables. Si la comunidad internacional desea esto, está bien, puede hacerlo (ib.).

Por último, Anuar el Sheik Jalil, director del hospital Al Nasser, reconoce que, con el corte del suministro eléctrico, «quienes necesitan respiración asistida corren el riesgo de morir»; El Sheik confiesa: «No he conocido una coyuntura peor en todos mis años de médico» (ib.).La guinda de este bárbaro cerco impuesto por el imperialismo sionista a la Palestina revolucionaria es el control fronterizo de la franja, durante cuya espera ya han fallecido más de 30 personas (ib., para éstas y las siguientes informaciones), habiéndose documentado casos espeluznantes, como el de Mahmud Abu Taha, un enfermo de cáncer de intestino que, a sus 21 años, había perdido un tercio de su peso cuando el pasado 18 de octubre, tras recibir autorización del Ejército para ser ingresado en un hospital israelí, fue devuelto, en ambulancia, al hospital palestino, sin recursos, de Jan Junis por el Shin Bet (servicio de seguridad interior de Israel) no sin antes asistir, en la misma frontera, a la detención de su padre, que le acompañaba, bajo la acusación de «sospechoso de terrorismo»…Bastaría, por supuesto, una orden de Washington para detener esta criminal masacre de que es objeto el pueblo palestino. Pero, claro está, que dicha directiva no llegará como tampoco lo hará ni siquiera una protesta, digna de mención, de esas otras campeonas de «la libertad» y «la democracia» que son las potencias europeas. Antes consentir que se aplaste y se masacre a un pueblo que permitir su rebelión contra el opresor orden imperialista mundial, así razonan, para sí, frente a la heroica lucha revolucionaria librada por los palestinos de Gaza, los amos del planeta, tan responsables o más que el Estado sionista de los crímenes contra la humanidad que éste está cometiendo.En tal situación, todo explotado y oprimido, consciente de su condición ¿puede dudar, ni por un momento, de que, pese a sus terribles costes ─sobre todo, humanos─, el mantenimiento y, en la medida de lo posible, la extensión de la guerra revolucionaria, de la franja de Gaza a la Cisjordania, todavía dominada por los colaboracionistas con el ocupante (Al Fatah), o de ambos territorios, de nuevo, al seno de Israel, hasta arrojar el Estado sionista al mar, se revela como la única alternativa posible para el pueblo palestino, de la misma manera que la defensa incondicional de ese combate de la nación palestina por su existencia deviene prueba de toque identificadora de la vanguardia histórica del proletariado?...Es, en primer lugar a sus propias burguesías que los proletarios de los países avanzados deben cargar en cuenta los execrables crímenes que se están perpetrando contra el pueblo palestino. La represión, empero, no detendrá su justa lucha, pero es hora ya de enviar a donde le corresponde ─a la barricada enemiga de las añagazas utilizadas por las clases explotadoras y opresoras del planeta─ toda esa dulzona cháchara pacifista con la que se pretende debilitar y aislar de sus grandes aliados (los proletarios del mundo entero y, en especial los de las grandes metrópolis imperialistas) a movimientos revolucionarios, dignos de la mayor admiración, como el palestino.¡Hay guerras y guerras, y la de la Palestina revolucionaria merece todo el apoyo que pueda prestarle el proletariado revolucionario!

I. Sánchez

LA DEFENSA INCONDICIONAL DE LA PALESTINA REVOLUCIONARIA en Anticapitalismo rojo…

Hamás arrolla en Gaza ¡VIVA LA PALESTINA ANTIIMPERIALISTA!Núm. 13, 01.07.2007
Al Fatah, ASÍ SE LUCHA CONTRA UN PUEBLO núm. 11, 01.06..2007
Contra el engaño de «la paz» en Palestina¡ADELANTE CON LA GUERRA REVOLUCIONARIA!Núm. 2, 15.01.2007


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ANTICAPITALISMO ROJO no es un órgano de opinión. Es un arma de lucha, un instrumento de organización propia de los proletarios, un medio de reunión de la vanguardia revolucionaria, consecuente, del anticapitalismo.Para destruir al sistema y sus Estados, para derrotar al reformismo que los defiende:¡Escríbenos y contacta con nosotros!anticapitalismorojo@hotmail.com

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BALANCE COMUNISTA DE LA REVOLUCIÓN ALEMANA (II)

1. La Revolución de Noviembre y el aplastamiento de la vanguardia del proletariado alemán

La Alemania que entra en guerra en agosto de 1914 cuenta, como hemos explicado en el capítulo anterior [v. Anticapitalismo rojo, núm. 18, 15.10.2007, pp. 9-11], con un Estado plenamente burgués y capitalista apoyado en una democracia parlamentaria, no del todo plena, debido a las peculiaridades de su tardía revolución burguesa, pero, de ningún modo, en una superestructura que precise de revolución democrática alguna, tal como defienden, por motivos diferentes, tanto la historiografía estalinista oficial sobre el movimiento obrero, como distintos autores ultraizquierdistas. El curso de la revolución es el siguiente. Desde mediados de 1916, a medida que los motines y huelgas proletarios van tomando amplitud en el país ─multiplicados fulgurantemente a raíz de la revolución de Febrero de 1917 en Rusia─, debido a la carnicería imperialista, en el frente, y a la hambruna, el desgaste y el esfuerzo de guerra en la retaguardia, la burguesía alemana empieza a realizar distintas concesiones democráticas que se materializarán, en última instancia, en la reforma del sistema electoral prusiano y en la formación de un gobierno parlamentario responsable únicamente ante la Cámara, donde, por vez primera, tendrán cabida ministros del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán).

En abril de 1917 tiene lugar una huelga en Berlín secundada por 250.000 trabajadores. En lo que es ya un acto revelador del estado de ánimo de las masas, el 17 de junio el SPD, unido a otros partidos de centro, emite una declaración de Paz, desde el Reichtag. Si dicha circunstancia incomoda, en un principio, al Estado Mayor del Ejército, que amonesta al Parlamento, muy pronto, a raíz del coste desmoralizador de la última ofensiva alemana (julio-agosto de 1918), éste se convence de la inutilidad de toda prolongación de la guerra, y del peligro que ello supone, en vista del amenazante cariz que están tomando las cosas en el interior del país. Hindenburg y Ludendorff se pronuncian en septiembre a favor de un armisticio inmediato, pero el estallido de la revolución soviética de Octubre, en Rusia, precipita las cosas y hace que, de forma imparable, estalle también en Alemania.

La secuencia de los hechos discurre así. Siguiendo el ejemplo de Kronstadt, los marinos de la base militar de Kiel se sublevan y toman la ciudad el 4 de noviembre de 1918. Acto seguido, estalla la huelga general en Hamburgo, donde los obreros se apropian de los barcos de guerra, del puerto, de la central de ferrocarriles, desarman a la guarnición militar y proclaman «la unidad indisoluble de la Rusia de los Soviets y del Gobierno de los consejos de Hamburgo». El movimiento se extiende así a Bremen, a Stuttgart y, el día 7, a Munich. Por todo el país se forman de inmediato Consejos de Obreros y Soldados. En Berlín, dos días más tarde, 400.000 obreros se declaran en huelga y eligen un consejo compuesto por delegados de todas las fábricas de la ciudad ─400 en total─ que, reunidos, designan a su vez un Comité de acción compuesto por 6 soldados y 6 obreros pertenecientes, en la misma proporción, los dos únicos partidos “obreros” de los que tiene constancia el proletariado, el SPD y el USPD ─Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania─ (escisión de izquierda del anterior). A todo ello, el KPD (Partido Comunista de Alemania) no existe aún.

La burguesía se estremece y el Káiser abdica, pero estos 12 delegados, siguiendo las instrucciones de los líderes socialdemócratas, delegan, a su vez, su poder en un nuevo Gobierno que se autodenominará Consejo de Comisarios del Pueblo usando la nomenclatura de la reciente revolución rusa como camuflaje para hacer pasar la conformación de un nuevo Gobierno burgués de izquierda (SPD/USPD) que prepare y legitime el tránsito hacia la convocatoria de elecciones… Sin perder tiempo, Max von Baden, el último canciller proveniente de la nobleza, nombra sucesor a Friedrich Ebert (SPD), quien inmediatamente hace un llamamiento, en vano, a la calma y a abandonar las calles. Su colega, Philipp Sheidemann, proclama la República democrática desde los balcones del Reichstag. Hay que imaginarse el estado de agitación y euforia reinantes entre el proletariado, en aquel momento ─la prensa socialdemócrata afirmaba, en sus rotativos, que el SPD «dirige la revolución» junto al USPD─, para comprender cómo, llevados del júbilo y embriaguez revolucionarios, los obreros no podían dejar de ver la formación de un nuevo Gobierno que hablaba de «socialismo» y «evolución», como fruto de su acción…Pero, mientras el proletariado celebra todo lo que acontece como una victoria suya, la casa de la socialdemocracia alemana, en cambio, no está para celebraciones.

La burguesía ha colocado sobre sus hombros la pesada responsabilidad de proteger y salvaguardar el Estado burgués en la delicada e incierta situación. Así pues, la socialdemocracia se pone manos a la obra. Con una calculada retórica que habla de «consolidar la naciente revolución democrática frente a la reacción», el SPD se posiciona enseguida en favor de la convocatoria de una Asamblea Constituyente (nuevo Parlamento) que debería elegirse en febrero de 1919, pero que acabará adelantándose un mes por la presión de los acontecimientos.

Ahora bien, puesto que el ascenso al poder del SPD había sido posible gracias al movimiento de los Consejos Obreros, en plena efervescencia, de los que se dice que ejercen todo el poder ─igualmente se ha afirmado que los Comisarios del Pueblo no son más que sus delegados─, se hace necesario convocar un congreso panalemán de todos los Consejos que sancione, al menos sobre el papel, y a costa de lo que sea ─maniobras, de todo tipo, incluidas─ la convocatoria de unas elecciones. Aunque, en un principio, se consigue hacer pasar la jugada, bien pronto llegará la guerra civil…De entrada, tanto el SPD como el USPD se cuidarán mucho de que nadie exponga, en dicho congreso, que se celebrará entre el 16 y el 20 de diciembre en Berlín, que dicha convocatoria electoral equivale a convocar a los partidos abiertamente burgueses y a conceder fuerza de voto a todos los enemigos de la revolución, capitalistas y reaccionarios, y que, por tanto, supone un ataque frontal contra los nuevos órganos de poder proletario surgidos.

A tal efecto, se niega la participación a los espartaquistas en el congreso con el pretexto, demagógico, de que «no son obreros». Otras maniobras que los proletarios dejan pasar por alto hacen a la composición del propio Consejo y sus proporcionalidades territoriales, donde, además de abrir la participación a «trabajadores intelectuales» (todo el funcionariado del SPD), se van a primar las categorías profesionales frente a criterios políticos como la afiliación, de tal forma que los miembros del SPD pueden ocultar la militancia ─no están obligados a declararla─ con sencillamente demostrar su condición de trabajador asalariado, una maniobra muy astuta teniendo en cuenta que en los consejos locales, tanto el SPD como el USPD, sí que presionaron, con toda su fuerza, para que la composición se hiciera sobre la base de un reparto proporcional de delegados entre los partidos políticos, lo que evidentemente, es, ya de por sí, una alteración flagrante de la naturaleza de cualquier Soviet o Consejo Obrero…

El SPD impone asimismo, en las diferentes regiones, que se elija un «delegado obrero» por cada 200.000 habitantes y un representante de los soldados por cada 100.000 soldados, con lo que la representación de los obreros se reduce a la mitad mientras que se multiplica por dos la de los soldados, entre cuyos miembros también hay muchos elementos de la pequeña burguesía y una pequeña oficialidad politizada, favorable al SPD… Así pues, con estas y otras maniobras, entre la que cabe destacar, finalmente, la prohibición del paso a los delegados de los Soviets rusos con la burda excusa, publicada en la prensa, de que «en el congreso no se tratan deliberaciones internacionales, sino únicamente asuntos alemanes», se había colocado todo el viento posible, a favor, para que la aprobación de la Asamblea Constituyente se convirtiera en un simple trámite, con todas las garantías, como así ocurrió…Sin embargo, los Consejos Obreros, a pesar de toda la manipulación y los engaños de que fueron objeto, eran una realidad palpable, que había sido creada ─por algo─ por la fuerza de la clase explotada y, de la misma forma, iban a tener que ser aplastados por la fuerza…Prueba de ello, es que, cuando los espartaquistas llamaron a una manifestación de masas ante el mismo congreso, más de 250.000 manifestantes se agruparon bajo la consigna: «¡Por los Consejos Obreros y de Soldados, no a la Asamblea Nacional!»…La burguesía, por su parte, entendió claramente que sus argucias políticas no podían ser más que un medio para ganar tiempo. La decisión de pasar a las armas para deshacerse de los Consejos Obreros es, pues, un imperativo inevitable que tendrá que tomar en el momento en el que se presenten las condiciones favorables… Como puede observarse claramente, no estamos, de ninguna manera, ya lo decíamos al principio, ante la culminación de la revolución burguesa en Alemania, sino ante una forzada democratización de la superestructura del Estado por parte de la burguesía ─declarando la República─ para intentar detener el empuje revolucionario del proletariado.
En consecuencia, mientras se entretiene a los obreros, y a sus Consejos, muchos de ellos armados, con las «conquistas» democráticas «por ellos obtenidas», el Estado se prepara, a conciencia, entre bastidores, para aplastar el movimiento revolucionario por la vía militar. No lo puede hacer con los medios del Ejército, completamente diezmado, inoperante e inseguro, sino reclutando reducidos cuerpos de choque (los denominados cuerpos francos, los Friekorps) entre los elementos más reaccionarios de la pequeña burguesía. Trágicamente para los esclavos del capital, la barricada proletaria no conocerá nada semejante a una Guardia Roja ─negada expresamente, por la socialdemocracia, en el Congreso de Berlín─, nada más allá del armamento espontáneo de numerosos contingentes proletarios, sin ninguna coordinación entre ellos, ni dirección de ningún tipo. La Liga Espartaco, compuesta por los elementos revolucionarios más formados del momento, por los que, pese a sus limitaciones, contaban con mayor potencial revolucionario, se halla reducida a un papel marginal, por las razones que inmediatamente analizaremos, y distaba mucho de tomar iniciativas en la creación de una milicia proletaria, tanto general del proletariado, como suya propia. No en vano, hasta finales de diciembre de 1919 ─en el momento en que el Estado capitalista se aprestaba a pasar a la ofensiva─ la Liga se había negado en redondo a la creación de un partido revolucionario, comunista, director de la revolución aduciendo «falta de condiciones maduras»…

Hablemos un poco de la Liga Espartaco. Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, los miembros más destacados de ella, eran figuras populares en el proletariado alemán, que conocía perfectamente, sobre todo con relación a este último, los episodios del rechazo a votar los créditos de guerra, en el Parlamento, y la llamada, en público, a «echar abajo la guerra y el Gobierno», en 1916 , que le había costado la cárcel a Liebknecht y había producido sendas y masivas manifestaciones de solidaridad, tanto en el momento de su encarcelamiento, como en de la liberación, con 200.000 trabajadores participantes (octubre de 1918)… Cuando, en abril de 1917, los centristas del SPD ─partidarios de la paz capitalista─ son expulsados del partido junto con los espartaquistas ─partidarios de la revolución proletaria─, los primeros fundan el USPD y los segundos, inseguros y presos de ilusiones en una posible recuperación revolucionaria de la socialdemocracia por las masas, creen posible hacer girar a dicho partido, el USPD, hacia la revolución, por lo que se afilian a él, conservando, no obstante, cierta autonomía, a pesar de que, en realidad, el USPD oficiaba de fuerza de extrema izquierda de la burguesía para mantener el empuje proletario bajo su influencia.Esta negativa a romper definitivamente con las organizaciones reformistas entroncaba plenamente con la concepción que tenían los espartaquistas y Rosa Luxemburg en particular de la vanguardia proletaria como organización pedagógica y concienciadora de las masas y no como núcleo dirigente de las mismas que, con su acción organizada independiente, hace posible la ruptura efectiva de las masas proletarias revolucionarias con la burguesía.

Por tanto, esta nefasta idealización del espartaquismo, deudora del peor de los democratismos, de la fuerza “creadora” de las masas, colocará a la Liga, desde el primer momento, completamente a remolque de la situación... Con el telón de fondo de las elecciones a la Constituyente, que, a pesar de la aprobación en el Congreso de los Consejos, en Berlín, empiezan a despertar la oposición de las bases de los mismos al ver como, poco a poco, se intenta desnaturalizar el movimiento con la ayuda de una política de maniobras y hechos consumados ─paralelamente la burguesía estaba creando Consejos Populares, interclasistas, de barrio u oficio gremial, donde tenían cabida empresarios y pequeños propietarios─, entre el 30 de diciembre y el 1 de enero se funda, por fin, bajo la presión insistente de Lenin, que envía a Radek a tal efecto a Berlín, el KPD. El joven partido proletario, inexperto y formado con la fusión de los izquierdistas del IKD (Comunista Internacionalistas de Alemania) y la Liga Espartaco que, hasta entonces se habían negado, tozudamente, por ambas parte, a dar tal paso hacia la unión, distará mucho de poder ser realmente comunista, a pesar de sus siglas.

No es muy difícil imaginar, en medio de las tensiones naturales creadas por la situación y de la poca cohesión del partido, la dificultad insuperable que va a tener la dirección para aprobar su línea e imponer la disciplina. Hasta el punto de que Liebknecht y el también dirigente espartaquista Pieck van a enrolarse en la aventura insurreccional, a pesar de la negativa del KPD a participar en ella. Pero el movimiento de descontento proletario era tan apabullante y las huelgas tan imponentes que los propios textos de Rosa, el elemento de más altura del KPD, interiorizan, asimismo, la presión del momento al redactar el programa del partido ─que significativamente aparece firmado como Liga Espartacus (KPD)─ en el que se deja sentir la influencia anarcosindicalista y obrerista, muy presente tanto en las bases como en el ambiente y que venía a complementar, además, el propio culto al espontaneísmo que, de siempre, cultivaron los espartaquistas:
Tras la primera fase de la revolución [hasta el 24 de diciembre de 1918], la de la lucha principalmente política, viene la fase de una lucha reforzada, intensificada, esencialmente económica. [...] En la fase revolucionaria por venir, las huelgas no sólo se extenderán más y más, sino que serán el centro, el punto decisivo de la revolución, inhibiendo las cuestiones puramente políticas.[…]Es en la base, allí donde cada empresario se enfrenta a sus esclavos asalariados, donde debemos arrancar nosotros, poquito a poquito, los instrumentos de su poder a los gobernantes (R. Luxemburgo, Congreso de fundación del KPD).

«O consejos o Asamblea Constituyente», es el título de un artículo de Die Rote Fahne [La Bandera Roja, órgano de prensa del KPD] que refleja la disyuntiva que se mascaba en la calle y pesaba, con particular encono, sobre el recién creado KPD. En ella, la dirección no conseguirá imponer sus tesis en pro de la participación en las elecciones en la reaccionaria Asamblea Nacional, bajo consignas a favor de dar todo el poder a unos Consejos Obreros reelegidos y de la dictadura del proletariado, puesto que la mayoría, semianarquista, se inclina, sin más, por el sabotaje de la Asamblea… Y puesto que, ante esta incompatible dualidad de poderes reinante ─los Consejos Obreros y la asamblea burguesa en proyección─ y la crisis acuciante, el creciente malestar de un importante sector proletario no encuentra dirección política, vanguardia decidida, que le permita materializar su oposición al escamoteo de su poder recién creado, los enfrentamientos callejeros se multiplican y estallan, ante cualquier chispa, dando la señal al poder capitalista de que ha llegado el momento de aplastar una revolución, una revolución con un cuerpo atlético y una cabeza de aceituna. Entre las bases del KPD, contagiadas por el exitoso combate que el 24 de diciembre han librado los marinos de Kiel ─acampados en el centro de Berlín, desde noviembre, para, como ellos mismos declaraban, «defender las conquistas de la Revolución»─ y cuerpos armados del Gobierno, que obligó a retirarse a estos últimos ante la solidaridad del proletariado berlinés, se crea un estado de euforia, entre los obreros, que acaba contagiando a un sector del KPD, precipitándolo a tomar parte en una aventura generosamente bautizada de “insurreccional”, junto a sectores del USPD…

La situación era de máxima tensión. A principios de mes, el día 4, Noske destituía a Eichhorn, prefecto de policía y miembro de la izquierda del USPD, al que se le acusaba de ser demasiado blando con los delincuentes y de “encubrir todo tipo de desmanes y robos” (eufemismo con el que querían acusarlo en realidad de no reprimir suficientemente al proletariado revolucionario). El 5, una manifestación de 700.000 obreros se pronuncia en contra de la medida. Al día siguiente, tropas leales al Gobierno atacan una manifestación de soldados desmovilizados y desertores matando a 14 manifestantes. Varias fábricas se ponen en huelga el 7 de diciembre en señal de protesta; por todas partes se organizaban asambleas generales en las empresas. El 8 de diciembre se produce, por primera vez, una manifestación de obreros y de soldados en armas que reúne a más de 150.000 participantes. En ciudades del Rühr, como Mülheim, los obreros y los soldados apresan a distintos empresarios..En ese momento, el USPD, ante el descontento creciente del proletariado, titubea sobre la cuestión de los Consejos y la Constituyente, buscando fórmulas intermedias que van en el sentido del reconocimiento constitucional de éstos.

No hay acuerdo con el SPD y el USPD abandona el Ejecutivo usando una fraseología radical. La crisis, por tanto, tiene que resolverse por la vía militar. Un sector de la débil vanguardia proletaria navega entre la impotencia y la impaciencia por saltar etapas en el estrechamiento de lazos con el proletariado revolucionario y, en una huida hacia delante, se deja seducir por el aventurerismo participando, a instancias de la izquierda del USPD en una “insurrección” desesperada, en la que se enrola, sin ningún tipo de garantías, Karl Liebknecht..

Al denominado Comité Revolucionario le une únicamente el acuerdo de que hay que echar abajo el Gobierno de Ebert y declarar la Huelga General; no está del nada claro qué pasará después. Todo indica que se constituye a iniciativa del USPD, tras la destitución de Eichhorn, cuya intención, en un principio, no es otra que presionar al Gobierno mediante un acto de fuerza, aislado, para que conceda algún tipo de reconocimiento legal, de atribuciones reales, a los Consejos Obreros, respondiendo así a una preocupación creciente, acerca de estos últimos, entre el proletariado revolucionario, parte del cual, no lo olvidemos, está armado.La cúspide del Comité estará dirigida por dos miembros del USPD y Liebknecht, al cual se le habían hecho promesas sobre el apoyo favorable de distintos destacamentos de obreros en armas, de fuera de Berlín, pero, a la hora de la verdad, los jefes que debían dirigirlos se quedaron “dormidos”.

El 5 de enero las fuerzas insurreccionales berlinesas, con las que contaba el Comité, ocupan los puntos estratégicos de la ciudad, declarando la destitución del Gobierno. Sin embargo, una vez producidas estas ocupaciones, no se hace ningún llamamiento a la acción fuera de Berlín, ni siquiera se dan consignas al proletariado de la capital, lo que facilita que la prensa burguesa los acuse de “buscar la dictadura de sí mismos”. El comité se queda entonces paralizado, sin saber qué hacer y en él se comienza a discutir si negociar o no con el Estado. Los USPD son partidarios de hacerlo y los espartaquistas e izquierdistas, en cambio, de proseguir hasta el derrocamiento del Gobierno, pero sin concretar la forma de llevarlo a cabo. Entre tanto permanecen unidos discutiendo, los primeros, a espaldas de Liebknecht,, han empezado a negociar con Noske…

Éste, a todo ello, no pierde el tiempo. Reorganiza, sin tregua, sus efectivos según el despliegue de los insurrectos y procede a planificar minuciosamente la distribución de sus tropas encargadas de reconquistar cada barrio de Berlín. La reconquista efectiva comenzará el día 7 y será sin cuartel. Así, asediados, los ocupantes del Vorwärts ─periódico del SPD que había sido tomado por los proletarios en armas, como, por otra parte, el resto de la prensa de la ciudad─ son asesinados, uno a uno, cuando salían a pedir un armisticio. El día 15, tras ser detenidos, serán Karl Liebnekcht y Rosa Luxemburgo los que resultan impunemente asesinados…La burguesía, claro está, no se quedará ahí, sino que aprovechará el momento para imponer el terror blanco en la capital, fusilando en el acto a miles de obreros cogidos con las armas en la mano y procediendo a la detención de otros tantos miles de proletarios. El KPD es declarado ilegal y, sobre todo, ha sido descabezado; la inmadura vanguardia del proletariado alemán ha sido liquidada…
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