sábado, 15 de septiembre de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº 16


S U M A R I O 15 de septiembre 2007

Editorial
LAS “TURBULENCIAS” DEL CAPITAL Y LA MISERIA QUE VIENE

Declaración de Anticapitalismo rojo con motivo de l’Onze de setembre
La libertad de Catalunya no vendrá de ninguna Unidad Popular…
¡VENDRÁ DE LA REVOLUCIÓN ANTICAPITALISTA!

Del Libro Segundo del Anti-Negri
ANTONIO NEGRI, CÓMPLICE DE LA OPRESIÓN IMPERIALISTA




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LAS “TURBULENCIAS” DEL CAPITAL Y LA MISERIA QUE VIENE


Es sintomático y un tanto cómico que la crisis de las hipotecas en EE UU y su plasmación en la Bolsa haya aparecido retratada este último mes, en la prensa económica capitalista, echando mano de metáforas que remiten a fenómenos meteorológicos más o menos caprichosos e incontrolables —las «turbulencias bursátiles» y las «tormentas de los mercados»—, pues si algo gusta al pensamiento burgués es hacerse creer a sí mismo, en permanencia, que la economía y los ciclos de la naturaleza son la misma cosa. Pero las recientes “turbulencias” económicas, lejos de ser pasajeras, o de responder a ciclos naturales, tienen unas causas muy precisas que no están inscritas en el cielo o en las corrientes marinas, sino en la actividad que el homo capitalistus está desplegando a lo largo y ancho de la última década.
Que algunas estimaciones, aparecidas recientemente en la misma prensa, den al sector financiero un tamaño 10 veces mayor, en generación de “valor”, que el de la economía productiva real, aunque lo hagan con la boca pequeña y sin ofrecer fuentes directas, nos da el cuadro de la preocupación solapada que embarga, en el fondo, la conciencia más avanzada de la vanguardia económica de la burguesía.
Y es que el temor a una crisis financiera de todo el sistema crediticio, como detonante de otra mayor, de carácter general, es el tabú mejor silenciado del que no se osa escribir en ningún lado. Nadie ha querido explicar por qué la Reserva Federal estadounidense (FED) y el Banco Central Europeo (BCE) se han aprestado a introducir, en agosto, la mayor inyección de liquidez en el sistema financiero desde el inolvidable día en que los aviones de Al Qaeda impactaran contra las Torres Gemelas (24.000 millones de dólares la FED y 95.000 millones de euros el BCE, aunque posteriormente, se han ido introduciendo también otras cantidades menores). Hacerlo sería tener que detallar la gravedad de lo acontecido en el sector, adentrarse en las profundidades de la economía capitalista y retrotraerse al papel que el capital ficticio está desempeñando como palanca de financiación insustituible de la revolución productiva en ciernes…
Tendríamos que reconocer entonces que, a falta de una tasa de beneficio suficiente, las subvenciones del Estado, rebajas de impuestos, bajadas de tipos de interés, vacaciones fiscales, créditos, etc… no han bastado para poder sufragar la ingente masa de inversión en capital constante que ha llevado aparejada desde sus inicios, a mediados de los 90, la última fase de la revolución de las nuevas tecnologías informáticas, y que la Bolsa, ese gran casino de las apuestas billonarias donde cotizan ya todas las vergüenzas de la gula capitalista con los más diversos nombres, empezando por su propia deuda (la famosa «deuda basura»), se ha convertido hoy en el elemento clave de financiación de toda esta nueva revolución. Se ha hecho así en la confianza de que todos los déficits y endeudamientos, tanto del Estado como de las empresas, serán saldados en el futuro merced al imponente crecimiento de la productividad que precisamente permiten las nuevas tecnologías aplicadas a la industria en todos sus campos. Pero como reza el refrán, del dicho al hecho hay un trecho y, en el caso de la economía capitalista, de los futuros beneficios proyectados a la realización fehaciente en el mercado del valor de las mercancías producidas, media, y más en estos tiempos, todo un abismo.
Para empezar, el ritmo y los términos de aplicación de dicha revolución productiva son absolutamente desiguales y contradictorios. Mientras en EE UU las relaciones laborales vigentes han permitido su desarrollo, aún parcial, con unos vertiginosos incrementos de productividad por todos conocidos, en Europa casi se puede decir que apenas ha empezado a abrirse paso, ejemplificando, además, a través de los fuertes estallidos sociales en Francia o incluso de las amplias protestas sindicales en Italia, Alemania y la misma Francia, en los últimos años y la última mitad de la pasada década, cuales son las consecuencias y los límites sociales de las condiciones que precisa la nueva composición de capital.
EE UU no puede desarrollar, por tanto, la nueva revolución en toda su intensidad en la medida en que Europa y Japón se quedan rezagados de la misma. No obtiene la masa de valores producidos equivalentes a los suyos que, a la larga, habrían de ser intercambiados, lo que ya le está impidiendo amortizar todos los costes e ingentes inversiones en capital constante, registrados desde que se puso en marcha el sistema de autopistas de la información, impulsado por la Casa Blanca de Clinton. Lejos de ello, esta situación fomenta aún más el boomerang del consumo a crédito, la deuda y los déficits astronómicos que rozan actualmente, en su territorio, sus máximos históricos.
Y como el ciclo del capital financiero no se puede independizar del ciclo del capital productivo de donde proceden todos los valores reales, sólidos, encarnados en las mercancías materiales, por mucho que el primero infle artificialmente su autonomía, en virtud de esa insaciable sed actual de capital ficticio, creando burbujas especulativas y arruinando a miles de inversores privados, tarde o temprano, las aguas vuelven de golpe y porrazo al cauce que dicta la ley del valor —no se olvide que tanto la valorización como la desvalorización se producen, en exclusiva, en el terreno de la producción— con una crisis que, de paso, nos recuerda cuál es la procedencia y el límite social del capitalismo. No son los trucos mágicos de chistera sino la explotación intensa de la fuerza de trabajo asalariada…
No obstante, este avance de la crisis hipotecaria no es todavía más que el aviso y adelanto de lo que está a punto de llegar en los tiempos venideros. El incremento récord de la productividad de EE UU, en esta última década, ha impulsado, en concreto, puertas adentro, la desvalorización del capital (camuflada en la deflación o baja inflación), cuyos únicos frenos, para la clase capitalista, están en la rebaja de los salarios, aumento de la intensidad de la explotación, fusiones empresariales y despidos masivos. Sin embargo, estas soluciones momentáneas, en las actuales coordenadas de una economía ultraendeudada como la americana —con un ratio medio de deuda del 135% de la renta bruta disponible de los hogares de EE UU (porcentaje que no cesa de aumentar desde finales de los 90)—, no hacen sino echar gasolina al fuego. De entrada, están llevando a un aumento de los impagados que amenaza con desembocar en un estallido colosal, atisbado ya en la crisis del crédito hipotecario —basta con imaginar la suerte de los miles de productos financieros de capital riesgo con los que se han atado las manos los inversores—, de todo el sistema crediticio…
Así pues, la bomba está activada. Las previsiones que han revisado, ipso facto, a la baja, tras la crisis de agosto, las cifras de crecimiento económico para 2008 y 2009, tienen un enorme significado. Nos hablan ya del acercamiento de una recesión —los loros de las finanzas prefieren llamarla eufemísticamente, claro está, «desaceleración»—, que no tardará en abrir paso a la crisis abierta en todo el mundo capitalista avanzado.
Los marxistas y también un sector de la burguesía esperábamos su estallido desde mediados/finales de la pasada década (postergado por las medidas económicas, sin precedentes, puestas en marcha por EE UU, desde el 11-S). Lo que nadie se imaginaba que éste fuera a tener lugar en medio de una coyuntura política internacional tan claramente deteriorada. Las consecuencias, hoy incalculables, de esta interferencia van a ser sin duda enormemente explosivas. A la postre, enormemente revolucionarias…
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ANTICAPITALISMO ROJO no es un órgano de opinión. Es un arma de lucha, un instrumento de organización propia de los proletarios, un medio de reunión de la vanguardia revolucionaria, consecuente, del anticapitalismo.
Para destruir al sistema y sus Estados, para derrotar al reformismo que los defiende:

¡Escríbenos y contacta con nosotros!
anticapitalismorojo@hotmail.com
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Declaración de Anticapitalismo rojo con motivo de l’Onze de setembre
(traducción del catalán)

La libertad de Catalunya no vendrá de ninguna Unidad Popular…
¡VENDRÁ DE LA REVOLUCIÓN ANTICAPITALISTA!
Nacionalistas revolucionarios, comunistas:
Trabajemos juntos para formar un
FRENTE ANTICAPITALISTA REVOLUCIONARIO

Por un FRENTE ANTICAPITALISTA REVOLUCIONARIO que luche, por todos los medios a su alcance, por:

· La imposición incondicional de la autodeterminación de Catalunya
· La destrucción del Estado español
· La revolución anticapitalista


Una nación esclava, como un individuo esclavo, es una vergüenza para la humanidad y el universo. Pero una nación nunca será libre si sus hijos no quieren arriesgar su vida por su liberación y defensa.
Lluís M. Xirinacs i Damians

El proletariado no puede guardar silencio en la cuestión, particularmente «desagradable» para la burguesía imperialista, de las fronteras del Estado basado en la opresión nacional. El proletariado no puede por menos que luchar contra la retención violenta de las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado concreto, y esto significa luchar por el derecho a la autodeterminación.
V. I. Lenin


Compañeros y compañeras:
Hoy, muchos de vosotros os sentís más que nunca catalanes, nacionalistas, independentistas, miembros de una nación oprimida y humillada por el Estado Español.
Muchos otros, en Catalunya y el resto del mundo, os sentís explotados y marginados por el sistema, os sentís casseurs, ganados, como vuestros camaradas franceses de 2005 y 2006, por las ganas de romper todo lo existente, de hacer frente y acabar con el capitalismo…
¿Quién se beneficia de vuestra división?… ¿Quién se beneficia de la separación entre la juventud revolucionaria de las naciones oprimidas y los jóvenes anticapìtalistas del conjunto del planeta?… Todos lo sabéis. La distancia entre, de un lado, los oprimidos, los nacionalistas revolucionarios y, de otro, los explotados, los proletarios sin nada, de hoy, sólo beneficia al capitalismo y sus Estados, a las odiosas burguesías imperialistas y sus naciones opresoras.
En Catalunya, está absolutamente claro: la división entre los verdaderos independentistas y los anticapitalistas, entre la vanguardia nacionalista revolucionaria catalana y la vanguardia comunista del proletariado sólo beneficia a esa cárcel de pueblos que es el Estado español.
Pero no será a través de la vía reformista de la «Unidad Popular» que podrá superarse esa división, que podrá ponerse en pie el frente unido de las masas trabajadoras de las naciones oprimidas y de las naciones opresoras contra sus respectivas burguesías, contra sus respectivos Estados, sin el cual cualquier promesa de libertad para Catalunya, de autodeterminación y de soberanía se transforma fatalmente en papel mojado, si no en la más venenosa de las demagogias.
¿«Unidad Popular»?… ¿Unidad con la burguesía catalana, con esos vendepatrias que tan sobradamente han demostrado, a todo lo largo de la historia, que sus palabras de libertad y autodeterminación no son más que monedas de cambio en sus negociaciones traidoras con el Estado español, destinadas a procurarse, en cada momento, las mejores condiciones posibles para seguir explotando su propio proletariado, para sontinuar exprimiendo al conjunto de las masas trabajadoras catalanas?…
¿Es que, quizás, no tuvo ya esa misma «Unidad Popular» que ahora, de nuevo, se reclama, el poder durante la pasada guerra civil de 1936-39?… ¿Y para qué lo utilizó, si no para continuar negando, tras el Gobierno de la República Española, los derechos de Catalunya; si no para desarmar y reprimir al proletariado y a las masas trabajadoras hasta entregarlos, indefensos, en manos del Ejército de Franco?…
¡Ninguna confianza en la clase explotadora, ninguna unidad con la burguesía!
La política de la «Unidad Popular» constituye, en realidad, la última barricada, al servicio de la burguesía catalana y el Estado español, que el nacionalismo revolucionario, el verdadero independentismo, está llamado a superar y superará para volver a defender, como es necesario, la tierra.
Contra la vía, sin salida, de la «Unidad Popular», del pacto traidor con la reaccionaria burguesía catalana, hagamos camino en la perspectiva de la unión entre las masas oprimidas de Catalunya y el proletariado, explotado, del país, de toda España, de todo el mundo, en la vía de la revolución anticapitalista, comunista, de mañana, que, desde el primer momento en que se afirme, hará efectivo, sin ningún tipo de condiciones, el derecho de Catalunya y el resto de las naciones oprimidas por el Estado español a su autodeterminación, a su soberanía, su plena libertad de separación.
Barcelona, 10 de septiembre de 2007

Para acabar con la opresión nacional de Catalunya, el Estado español y el capitalismo…
¡NINGUNA UNIDAD POPULAR! ¡NINGUNA UNIDAD CON LA BURGUESÍA!
¡FRENTE ANTICAPITALISTA REVOLUCIONARIO!
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Aparecerá en breve…

Libro Segundo del Anti-Negri

CRÍTICA DE LA POLÍTICA CRÍTICA


La obra que, junto con el Libro Primero (Crítica de la filosofía y la economía críticas), ya publicado en 2006, completa la demolición teórica revolucionaria de las teorías reformistas radicales desplegadas por Antonio Negri en sus libros Imperio y Multitud, se halla en curso de impresión.
Avanzamos uno de sus capítulos, en el que se pone al descubierto la complicidad con la opresión imperialista que comporta objetivamente la praxis negriniana...

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VII

ANTONIO NEGRI,
CÓMPLICE DE LA OPRESIÓN IMPERIALISTA


El objetivo del socialismo no consiste sólo en acabar con el fraccionamiento de la humanidad en Estados pequeños y con todo aislamiento de las naciones, no consiste sólo en acercar a las naciones, sino también en fundirlas. Y precisamente para alcanzar este objetivo, debemos, de una parte, explicar a las masas el carácter reaccionario de la idea de Renner y O. Bauer sobre la llamada «autonomía nacional-cultural», y, de otra parte, reclamar la liberación de las naciones oprimidas no con vagas frases generales, no con declaraciones hueras, no “aplazando” la cuestión hasta el socialismo, sino en un programa político formulado con claridad y exactitud, que tenga en cuenta especialmente la hipocresía y la cobardía de los socialistas de las naciones opresoras. De la misma manera que la humanidad podrá llegar a la destrucción de las clases sólo a través del periodo de transición que significa la dictadura de la clase oprimida, de esa misma manera, la humanidad podrá llegar a la ineluctable fusión de las naciones sólo a través del período de transición que significa la emancipación completa de todas las naciones oprimidas, es decir, su libertad de separación.

Los socialistas no deben limitarse a exigir la inmediata liberación absoluta, sin rescate, de las colonias, reivindicación que, en su expresión política, significa precisamente el reconocimiento del derecho a la autodeterminación; los socialistas deben apoyar con la mayor decisión a los elementos más revolucionarios de los movimientos de liberación nacional democrático-burgueses en dichos países y ayudar a su insurrección —y, llegado el caso, a su guerra revolucionaria— contra las potencias imperialistas que les oprimen.
v. i. lenin


Antes de pasar a situar la naturaleza y el papel históricos que la teoría del señor Negri desempeña, en su conjunto, en la lucha de clases y, en particular, dentro del partido reformista a la que pertenece, vale la pena detenerse en otra de las reaccionarias políticas inmediatas que comportan su Imperio y Multitud; a saber: la condena expresa de los movimientos nacionales revolucionarios que se alzan contra el imperialismo; la complicidad objetiva, en consecuencia ineludible con ello, con la opresión imperialista de las grandes potencias.
La lógica de las ideas que abriga, al respecto, el gran gurú de la «democracia absoluta», es implacable: puesto que el capitalismo actual, el Imperio, ha superado las fronteras nacionales («los colores nacionales distintivos del mapa imperialista del mundo se han fusionado y mezclado en el arco iris del imperio global», asegura il professore)(1), cualquier reivindicación de la soberanía nacional ha sido superada. Es más, en realidad, para el señor Negri, la nación siempre fue reaccionaria, pues, aunque «el poder unificador de la nación subalterna» fuera «un arma de doble filo, a la vez progresista y reaccionaria», «el concepto de nación y las prácticas del nacionalismo emprendieron desde el comienzo el camino, no de la república, sino de la “res total”, la cosa total, esto es, la absoluta codificación totalitaria de la vida social».(2) De tal modo —imparte magisterio nuestro profeta de multitudes—, ni más ni menos que, desde los tiempos de la Gran Revolución Francesa, «el concepto de nación» quedó «desarraigado de la revolución, relegado a todos los Termidores», pues «la nación pasó a ser explícitamente el concepto que resumía la solución hegemónica burguesa al problema de la soberanía», una «solución», por lo demás, «profundamente incompatible con cualquier intento de organización democrática».(3) No se sabe, la verdad, qué destaca más, en estos dos cargos públicos que Antonio Negri alza genéricamente contra la «nación» —léase, contra cualquier tipo de nación (opresora u oprimida, tanto da para il professore), bajo no importa qué circunstancia—, si la naturaleza de chovinista de gran potencia que, con ellos, revela ser el padre de la multitud o su condición, asimismo irrenunciable, de defensor impenitente del mejor régimen de gobierno del que puede dotarse la clase dominante del capitalismo para imponer su poder a las masas trabajadoras; a saber, la democracia burguesa.(4)
Desde luego que la primera de dichas acusaciones lanzadas contra «la nación» es ridícula a fuerza de ser pueril, pues se acusa a ésta del, por lo que se ve, terrible pecado, de ser ella misma, esto es, de constituir «la solución hegemónica burguesa al problema de la soberanía». Con todo, hay que reconocer que el nuevo y formidable descubrimiento del señor Negri es realmente incontestable: ¡“la nación es burguesa”! —nos confía henchido de orgullo—, seguro de haber condenado, con ello, a la nación, a todas las naciones, a las antípodas de las fuerzas que transforman la realidad social. Lo mínimo que puede decirse, al respecto, es que nuestro ínclito profesor de multitudes habrá “resuelto” con su descubrimiento «el concepto de nación» —«la nación es burguesa», ¡gracias por la gran primicia, señor Negri!—, pero, en modo alguno, el problema real planteado por las naciones en el mundo de carne y hueso que habitamos los mortales y, si no, que nuestro docto professore pruebe, sin ir más lejos, si no tiene apego, claro está, a su integridad física, a recitar, sobre el terreno, su letanía («la nación» es «la solución hegemónica burguesa») a cualquiera de las múltiples naciones oprimidas que, no sólo en la periferia del capitalismo, sino en el mismo seno de los países avanzados, combaten a vida o a muerte, con las armas en la mano, a sus opresores.(5)
El segundo dogma con el que el señor Negri construye su catecismo contra «la nación» —ser «incompatible», «desde el comienzo», con cualquier intento de organización democrática»— no es menos escandalosamente ciego ante la realidad que el que acabamos de ver. En una palabra, según il dottore, donde hay o ha habido «nación» no hay ni ha habido «democracia»… En el plano histórico, ¿no supone, acaso, este nuevo hallazgo de Antonio Negri la negación de toda la historia de la sociedad burguesa, o es que, quizás, la gran revolución inglesa que, en 1649, se cobró la testa coronada de Carlos I, aboliendo la monarquía y proclamando la república, así como su remedo termidoriano —la «Revolución Gloriosa» de 1688—, que, sobre la base del pacto entre la decadente aristocracia terrateniente y la pujante burguesía, desembocó en el establecimiento de la monarquía parlamentaria, no unieron inseparablemente, para siempre, el destino de la «nación inglesa» con el de la democracia?… Y, ya a fines del siglo xviii, la lucha revolucionaria por la independencia librada por la nación norteamericana y, acto seguido, la gran revolución de la «nación francesa» ¿pueden separarse, en lo más mínimo, por mucha imaginación subjetiva que se aplique, del advenimiento de la democracia burguesa, a uno y otro lado del Atlántico?… A este evidente despropósito histórico, que, al oponer «nación» contra «democracia», entierra en el misterioso mundo de lo desconocido el proceso revolucionario a través del cual el orden capitalista sustituyó al viejo orden feudal, el señor Negri añade un nuevo y, si cabe, mayor desmán, en el plano del presente, con su cruzada contra «la nación»; a saber, el enmascaramiento del carácter explotador y opresor, reaccionario, de las democracias burguesas imperantes, sin excepción alguna, en todos y cada uno de los Estados hoy avanzados del planeta, basados, también sin salvedad de ningún tipo, en la defensa de los intereses nacionales de sus burguesías…

Bien, hasta aquí el crimen teórico del señor Negri mediante el cual, a fuerza de dar de lado, en su contradictoria realidad, las naciones concretas existentes en un momento dado (unas fundamentalmente opresoras, otras fundamentalmente oprimidas; unas determinantemente imperialistas, otras determinantemente colonizadas; unas, ante todo, represoras; otras, ante todo, resistentes…), a fuerza de ignorar olímpicamente los movimientos de masas que combaten por la emancipación de las naciones sometidas, nuestro professore se ha alineado, casi sin darse cuenta, con los odiosos imperialismos que oprimen a éstas. La razón con la que trata de justificar su chovinista condena intelectual de no importa qué nacionalismo no sólo es peregrina sino que se integra, de lleno, en la conciencia adquirida del ciudadano medio de las grandes potencias opresoras que, preso del fetichismo del Estado, no reconoce, de facto, más nación que la que ha conseguido imponer su soberanía; la suya, para el caso. Así, puesto que, como hemos visto, «el poder unificador de la nación subalterna es [potencialmente] un arma de doble filo, a la vez progresista y reaccionaria», y puesto que «estas funciones progresistas ambiguas del concepto de nación existen principalmente cuando la nación no está efectivamente asociada a la soberanía»,(6) Antonio Negri no duda en arrojar al infierno a las naciones oprimidas de hoy de la misma manera que los sacerdotes católicos tradicionales condenaban al fuego eterno al género humano por el pecado original de Adán y Eva. Oigamos, empero, como se explica, a este propósito, con sus propias palabras, il dottore:

La naturaleza progresista del nacionalismo subalterno queda definida por dos funciones primarias, ambas en alto grado ambiguas. Ante todo, la nación se presenta como progresista en la medida en que hace las veces de línea de defensa contra la dominación de naciones más poderosas y de fuerzas externas económicas, política e ideológicas. El derecho a la autodeterminación de las naciones subalternas es, en realidad, un derecho a la secesión del control de los poderes dominantes. Es por ello que las luchas anticoloniales emplearon el concepto de nación como un arma para derrotar y expulsar al enemigo invasor y las políticas antiimperialistas levantaron, de manera similar, muros nacionales para obstruir las fuerzas arrolladoras del capital extranjero. El concepto de nación sirvió también como arma ideológica para protegerse del discurso dominante que presentaba como inferiores a la población y la cultura dominadas; la aspiración a la nacionalidad afirmaba la dignidad del pueblo y legitimaba la demanda de independencia e igualdad. En cada uno de estos casos, la nación es progresista estrictamente como una línea fortificada de defensa contra fuerzas exteriores más poderosas. Sin embargo, así como parecen progresistas en su función protectora contra la dominación externa, esos mismos muros pueden pasar fácilmente a desempeñar el papel inverso en relación con el interior que protegen. La otra cara de la estructura que resiste contra las potencias extranjeras es a su vez un poder dominante que ejerce una opresión interna igual y opuesta, reprimiendo la diferencia y la oposición internas en nombre de la identidad, la unidad y la seguridad nacional.(7)

¡Verdaderamente no es posible sentir como propia la causa de los explotados y oprimidos, y no experimentar náuseas ante la cobarde y tramposa manera con la que Antonio Negri, ocultando el imperialismo contemporáneo, trata de poner palos en las ruedas de las luchas de los pueblos sometidos de hoy por su emancipación!
Para empezar, esa abyecta terminología adoptada por il professore («nacionalismo subalterno», «naciones subalternas»…) —nótese que «subalterno» es definido como «inferior» en el diccionario de la Real Academia Española—, ¿a qué viene, sino a silenciar la, tan injusta como odiosa y reaccionaria, represión económica, política y cultural, cuando no abiertamente militar, que sufren, en el mundo de hoy, las naciones oprimidas?… Y ese tiempo verbal pasado («las luchas nacionales emplearon», «el concepto de nación sirvió»…) con el que tan arteramente se refiere el señor Negri a las luchas por la liberación nacional, ¿a qué viene, asimismo, sino a hacer oídos sordos a los heroicos esfuerzos que despliegan, ante nuestros ojos, los pueblos oprimidos de la actualidad para emanciparse de la funesta opresión con la que las grandes potencias —como, para el caso, la patria natal, italiana, de Antonio Negri o su generosa patria de asilo, francesa— continúan sojuzgándoles?… En suma, resulta que il professore es, a todos los efectos (él mismo se ha encargado de recordárnoslo inolvidablemente con su cívica campaña por el «Sí» a la Constitución Europea), un ciudadano de uno de esos grandes Estados imperialistas y resulta que se permite negar el combate de las naciones oprimidas por su liberación, ¿no es esto, acaso, un evidente caso de chovinismo de gran potencia, de patriotismo interiorizado de nación opresora, de nación dominante?… Pero, por supuesto, el señor Negri no es un ciudadano vulgar de esos que se conforman con sentirse parte de un pueblo, de «algo que tiene una voluntad y a quien puede atribuírsele una acción».(8) Nada de eso; él, por el contrario, constituye —fuerza es reconocerlo— toda una «singularidad», y, por lo mismo, no puede contentarse con el desprecio ignorante que luce el conjunto de la ciudadanía de las naciones opresoras con relación a las luchas de liberación de las naciones oprimidas. Está obligado, por el contrario, a aportar a ese chovinismo de gran nación su propio matiz intelectual, pequeñoburgués reaccionario, y lo hace, ni corto ni perezoso, justificando la abrumadora opresión nacional que se desarrolla ante nuestros ojos de dos maneras complementarias. En primer lugar —acabamos de leerlo— con el falaz argumento de que si las naciones oprimidas de hoy se liberan pasarán, de todas formas, a ejercer, mañana, «una opresión interna igual y opuesta», pues «en cuanto la nación comienza a conformar un Estado soberano, sus funciones progresistas prácticamente desaparecen» y «con la “liberación” nacional y la construcción del Estado-nación, todas las funciones opresoras de la soberanía moderna inevitablemente estallan con toda su fuerza».(9) El doctrinarismo cínico, aquí exhibido por el señor Negri, es, desde luego, digno de ser recogido en los anales. De la misma forma que hoy recomienda a los oprimidos de las naciones sojuzgadas por el imperialismo que renuncien a la lucha por la soberanía de éstas, pues, de conseguirla, esas naciones, ya emancipadas, pasarían a ser «opresoras», Antonio Negri hubiera podido tratar de convencer, en su día, a los esclavos negros de EE UU de que no combatieran, en la Guerra de Secesión, por su liberación, ya que ésta desembocaría —así sucedió efectivamente— en su esclavitud asalariada, en el desarrollo del capitalismo, o, antes, a los siervos de la gleba, de que no se rebelaran contra los señores feudales, puesto que el hundimiento de éstos sólo podía dejar paso a su explotación por el capital, a la sociedad burguesa… Claro está que no seremos precisamente nosotros, los marxistas, quienes hagamos de la nación el objetivo de nuestra lucha, ni siquiera quienes depositemos nuestra confianza en la transformación de la sociedad en una auténtica comunidad humana —libre, por tanto, de clases sociales— por la vía de la emancipación de las naciones oprimidas. El proletariado no tiene patria y su vanguardia comunista lo es justamente en la medida en que promueve incondicionalmente la unidad en lucha de éste por encima de todas las divisiones que le impone el mundo capitalista; las fronteras nacionales, por supuesto, incluidas. Pero de ahí a transigir, en lo más mínimo, con la monstruosa opresión de las naciones que lleva a cabo el imperialismo media un infranqueable abismo: ni más ni menos que el que separa la revolución de la reacción; el que distingue a las fuerzas que combaten, en los hechos, el orden capitalista, de las que sirven a éste. «El pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre».(10) Con ayuda de esta certeza, se abrió paso históricamente, contra el anarquismo de entonces —el proudhonismo, que no quería saber nada de los movimientos nacionales—, el partido proletario, convencido de la necesidad de aprovechar, para los fines comunistas de su propia revolución, cuanto movimiento nacional fuera verdaderamente dirigido contra el imperialismo. Y, ahora, mientras, ante nuestros ojos, se exacerba esa opresión, el señor Negri tiene la desfachatez de intelectual de gran potencia de oponerse a la lucha de tales movimientos nacionales ¡en función de que en el futuro dejarán de desempeñar un papel «progresista»!
En realidad, Antonio Negri va más lejos de todo ello. Alineándose, para la ocasión, con la fracción más declaradamente imperialista de las potencias opresoras, se permite escupir en la cara de todos los pueblos oprimidos del planeta negando, por el hecho mismo de que sean oprimidos —esto es, de que no hayan conseguido erigir su propio Estado— ¡ni más ni menos que su existencia nacional!:

Con todo, deberíamos poner énfasis en que estas funciones progresistas ambiguas del concepto de nación existen principalmente cuando la nación no está efectivamente asociada a la soberanía, es decir, cuando la nación imaginada (aún) no existe, cuando la nación todavía no es más que un sueño.(11)

¿Puede prestarse mayor servicio al imperialismo que esta flagrante negación de cuanta nación oprimida —léase, privada de su propio Estado— existe y lucha sobre la faz de la Tierra?… Ya lo ve el lector: el pueblo palestino, el afgano, el iraquí, el saharaui…; los pueblos oprimidos en el seno mismo de las grandes potencias imperialistas, como el vasco, el catalán o el gallego, en España…, no son, en realidad, para el señor Negri, puesto que sus opresores les mantienen privados de «la soberanía», de su propio Estado, más que «naciones imaginadas», más que «sueños». ¡Y mejor que siga siendo así, piensa il professore, porque si no, si esos pueblos, liberándose de sus opresores, se convirtieran en naciones de veras, entonces, ¡ay, pobres de ellos!, perderían las «funciones progresistas ambiguas del concepto de nación»!…
Hasta aquí parece que nos hallamos ante meras ideas, simplemente ante una variante intelectual más de la ideología imperialista que impregna el inconsciente de la población de las grandes potencias capitalistas. Pero la realidad es que Antonio Negri se toma la molestia de difundir y teorizar esa condena, por principio, del nacionalismo —a la hora de la verdad, del nacionalismo oprimido; esto es, de «la nación» que, por la fuerza de otra nación opresora, «no está efectivamente asociada a la soberanía»— justo cuando, tras la resonante llamada a las guerras de liberación nacional contemporáneas que constituyeron los atentados, en EE UU, del 11 de septiembre de 2001, uno tras otro vemos alzarse a los pueblos de la periferia del sistema contra el yugo del imperialismo; justo cuando, incluso en los países avanzados, como fruto de las crecientes dificultades económicas, tienden a exacerbarse y aflorar los conflictos nacionales.(12) Y no sólo eso. Il professore, no contento con lo anterior, nos anuncia —con la excusa, cómo no, de la puesta en pie de «formas de organización en red más democráticas»— ¡«la superación del modelo moderno de la guerrilla»!,(13) ¡¡en el exacto momento en que ésta, y no precisamente organizándose de forma democrática, está derrotando, en toda la línea, en Irak y Afganistán, a las tropas de la primera potencia del mundo, y resistiendo inquebrantablemente, en Palestina, los embates conjuntos de Israel, EE UU y esa quinta columna del imperialismo en el seno del pueblo palestino que, con su rabioso ataque contra el legítimo Gobierno palestino constituido por Hamás, ha demostrado, con todas las evidencias, ser Al Fatah!!(14)
Desde luego, que la condena de la lucha de guerrilla, desde la tranquila Europa y en nombre de «la paz» y «la democracia», por parte del señor Negri, en nada detiene el avance de aquélla como único camino posible que la opresión imperialista deja a los pueblos sometidos para combatir por su emancipación. Pero, incluso así, ¿no suena, acaso, al más cínico de los sarcasmos decirle, por ejemplo, al pueblo palestino, tal como hace la multitud del señor Negri, que no debe combatir por la liberación de su patria oprimida porque, puesto que el capitalismo ha devenido mundial, se trata de actuar ya como si estuviéramos en un mundo sin fronteras?… ¿No supone la más intolerable de las burlas recomendar, por ejemplo, a los pueblos afgano e iraquí —ocupados sus países como están por los ejércitos imperialistas—, tal como resulta de la teoría de Antonio Negri, que abandonen, por «superada» «la guerrilla» con la que están haciendo frente victoriosamente a sus invasores?… ¿No representa, en fin, una defensa de la opresión imperialista en toda la regla —por ejemplo, para los pueblos vascos, catalán o gallego, sometidos como están, con toda la evidencia, por la fuerza, a esa cárcel de naciones que es el Estado español— la negativa de il professore a sostener no importa qué tipo de nacionalismo con motivo del advenimiento de su Imperio?…
La respuesta al señor Negri y toda su amplia familia de miembros de las naciones opresoras dedicados a proclamar, con mil y una piruetas intelectuales, la caducidad del nacionalismo de las naciones sojuzgadas, por parte de los pueblos oprimidos del planeta está servida, ¿no es cierto?… “¿Así que, puesto que el mundo es global —puede oírse su voz—, dicen ustedes que no ha lugar ya a nuestras luchas de liberación nacional, que está de más todo tipo de fronteras?… Empiecen, entonces, ustedes, los intelectuales “alternativos”, “revolucionarios” que tal proclaman por conseguir que sus propias grandes potencias eliminen las suyas frente a la inmigración de nuestros pueblos y reconozcan las nuestras en plan de igualdad entre todas las naciones. No se preocupen, si tal hacen, dejaremos de lado nuestro nacionalismo; éste pasará a mejor vida en cuanto desaparezca el imperialismo de sus naciones opresoras”…
Si, en lo subjetivo, lo que late en estos planteamientos antinacionales, por principios, del señor Negri —tan útiles a la opresión imperialista— es el profundo desprecio al ser colectivo de las masas que, como ya tuvimos ocasión de comprobar en el Libro Primero de la presente obra, caracteriza a su multitud, al servicio de irrepetibles «singularidades» como la suya,(15) y, en lo teórico, un irredimible idealismo que empuja a nuestro professore, cerrando los ojos ante la materialidad imprescriptible de la realidad, a concebir un cambio social puro sin las inevitables imperfecciones aportadas por ésta, en lo político su discurso antinacionalista —chovinista de gran potencia a la hora de la verdad— se enraiza en la escuela histórica del anarquismo, siempre presto, a todo lo largo de su recorrido, como prenda de su respeto, en los hechos, al Estado burgués, a hacer oídos sordos a las justas luchas de los pueblos oprimidos por su emancipación.
Recuérdese, a este propósito, cómo la Asociación Internacional de los Trabajadores (I Internacional), si tomó partido, desde su misma fundación, en defensa de «la heroica Polonia», sólo fue gracias al combate permanente, librado, en su seno, por Marx y Engels, contra el indiferentismo ácrata ante la opresión nacional,(16) cuya única excepción fue la defensa, por el ruso Bakunin, en contra de los intereses revolucionarios, de los movimientos paneslavistas a través de los que objetivamente extendía su influencia el imperio zarista.(17)
Posteriormente, esos ídolos anarquistas españoles reivindicados por el señor Negri —Buenaventura Durruti y sus camaradas de la CNT-FAI— ¿ sintieron, acaso, siquiera en una ocasión, la necesidad de alzar la voz, incluso cuando se sentaron en el Gobierno republicano burgués, para, separándose de la política imperialista de su propio Estado, el español, exigir la autodeterminación para el País Vasco o la Catalunya flagrantemente oprimidos por aquél, o la independencia para Marruecos, ocupado, por entonces, por España?… Es conocido que no fue así, que, aun cuando, en plena guerra civil contra el franquismo, el anuncio de la independencia de Marruecos hubiera podido levantar a las masas oprimidas del Magreb contra la retaguardia de los militares españoles sublevados, además de causar importantes quebrantos en el propio ejército de Franco, no en vano, compuesto, en una parte importante, por aquellas fechas, de tropas «moras», el anarquismo, al igual, por otra parte, que la totalidad de los partidos de todo signo que apoyaron a la República capitalista española, renunció, por evidentes razones de patriotismo nacional español imperialista, a agitar tales banderas, objetivamente revolucionarias en la medida en que hubieran atentado contra la dominación de la burguesía española bajo cualquiera de los regímenes de la que ésta se hubiera dotado a la postre.
Hoy, en esa misma línea histórica de sostén chovinista, en los hechos, del imperialismo de las naciones opresoras, es el señor Negri quien nos llama a establecer un signo de igualdad —inaceptable para cualquier explotado consciente— entre opresores y oprimidos, entre Bush y Bin Laden, entre la reaccionaria violencia al por mayor desplegada por las grandes potencias capitalistas para mantener sometidos a su orden imperialista a los pueblos oprimidos y la justa lucha de éstos, por todos los medios a su alcance, en un momento dado, por su liberación.
Que il professore, para tratar de justificar el chovinismo tácito de gran potencia que se desprende de su teoría imperial, recurra a explotar abusivamente las debilidades de los revolucionarios de ayer, buscando apoyo ni más ni menos que en esa indiscutible dirigente histórica del proletariado alemán que fue Rosa Luxemburg, sólo puede producir arcadas de asco en quien conozca, por poco que sea, la realidad de la tenaz y equivocada oposición de Rosa a la defensa incondicional, por la clase trabajadora, de los derechos nacionales de los pueblos oprimidos, propugnada en la época, de forma irrenunciable, en nombre del comunismo, por Lenin.(18)
Sea como fuere, ninguna maniobra de diversión puede ocultar la realidad flagrante que se muestra, a nuestros ojos, con tan sólo tomarnos la molestia de leer lo escrito por el propio profeta de la multitud; a saber: que el reino de ésta anunciado por Antonio Negri, la «democracia absoluta» de la que se llena la boca il professore, no es tan sólo, como ya tuvimos ocasión de comprobar, la democracia de la clase explotadora, sino también la del imperialismo, criminal opresor de pueblos…

NOTAS
(1) Michael Hardt, Antonio Negri: Imperio, Piados, Barcelona, 2002, p. 14.
(2) Ib., pp. 108, 113.
(3) Ib., pp. 100, 104.
(4) «En la república democrática —escribía Engels— la riqueza ejerce su Poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro» (cit. En V. I. Lenin: El Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, Miguel Castellote, Madrid, 1976, p. 17).
Lenin, por su parte, añadía, tras la experiencia proporcionada por el gobierno democrático-burgués del “socialista” Kerenski en la Rusia republicana de 1917:
«La omnipotencia de la “riqueza” también es más segura en las repúblicas democráticas porque no depende de unos u otros defectos del mecanismo político ni de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y, por lo tanto, el capital, al dominar (a través de los Palchinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía. [miembros, todos ellos, del Gobierno de Kerensky] esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos dentro de la república democrática burguesa» (ib., p. 18).
«Hay que advertir, además —proseguía Lenin disparando toda la artillería pesada contra no importa qué ilusión revolucionaria en la democracia capitalista—, que Engels, con la mayor precisión, llama también al sufragio universal instrumento de dominación de la burguesía» (ib.).
(5) Como presintiendo este argumento tautológico del señor Negri, según el cual bastaría con reconocer el carácter burgués de la nación para privar a ésta, en cualquier momento y lugar, de todo contenido revolucionario, Lenin dejó escrito:
«Huelga decir que sería el colmo del ridículo rechazar el derecho a la autodeterminación debido a que de él se desprende, supuestamente, la “defensa de la patria”. Con la misma razón —es decir, con la misma falta de seriedad—, los socialchovinistas invocan en 1914-1916 para justificar la “defensa de la patria” cualquier reivindicación de la democracia (por ejemplo, su republicanismo) y cualquier fórmula de la lucha contra la opresión nacional. El marxismo deduce el reconocimiento de la defensa de la patria en las guerras de la gran revolución francesa, por ejemplo, o en las guerras de Garibaldi, en Europa, así como la negación de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916, del análisis de las particularidades históricas concretas de cada guerra, y en modo alguno de cualquier “principio general”, de cualquier punto aislado del programa» (V. I. Lenin: «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación. (Tesis)», en V. I. Lenin: Problemas de Política Nacional e Internacionalismo Proletario, Akal, Madrid, 1975, p. 120).
(6) Michael Hardt, Antonio Negri: Imperio…, p. 109.
(7) Ib., pp. 107-108.
(8) Ib., p. 105.
(9) Ib., p. 110.
(10) Karl Marx y F. Engels: Obras Completas, Progreso, Moscú, 1966, t. XVIII, p. 10.
(11) Michael Hardt, Antonio Negri: Imperio…, pp. 109-110.
(12) Cabe entender, a este respecto, tanto el «acuerdo de paz» recientemente firmado, en Irlanda del Norte, bajo la batuta del Reino Unido, como la precaria tregua mantenida en España por ETA (Euskadi Ta Askatasuna, Patria vasca y Libertad)—medidas impuestas, ambas, por la ausencia manifiesta, en la actualidad, por las dos partes en liza, de una perspectiva de imposición en el conflicto— como episodios transitorios de una tendencia profunda de desarrollo nacional que está conformando, tanto en naciones ya constituidas, como la irlandesa, la vasca o la catalana, como en otras en formación (la escocesa en Reino Unido, la corsa en Francia, la sarda en Italia, la gallega, en España…), mayorías sociales que no aceptan la subordinación a los Estados opresores.
(13) Michael Hardt, Antonio Negri: Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio…, p. 109.
(14) En efecto, el reconocido sostén económico, político y militar, al que asistimos, por parte de Washington y Tel Aviv, a los herederos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de Yasser Arafat —pese a la amplia derrota de dicho partido, a manos de Hamás, en las recientes elecciones celebradas el 25 de enero de 2006— habla, con más elocuencia que cualquier otra cosa que pueda decirse, de la naturaleza reaccionaria, lacaya del imperialismo, de quienes, dando la espalda a la lucha por su emancipación librada por el pueblo palestino, ya firmaron, en 1993 (Acuerdos de Oslo), bajo el patrocinio directo de EE UU, el reconocimiento del Estado sionista. Al respecto del gigantesco paso histórico adelante que —pese a la trágica situación a la que la criminal política del conjunto de las potencias imperialistas está abocando a la Palestina revolucionaria, instaurada por Hamás, en legítima defensa de la voluntad popular, en la franja de Gaza— representa el desenmascaramiento, ante las más amplias masas palestinas, del verdadero carácter, subsidiario del imperialismo y ajeno, por completo, a los intereses de la nación palestina, de Al Fatah, cf. [Álvaro de la Calle]: «Hamás arrolla en Gaza. ¡Viva la Palestina antiimperialista!», Anticapitalismo rojo, núm. 13, 01.07.2007, pp. 2-5 y Carlos Togues: «Al Fatah: así se lucha contra un pueblo…», Anticapitalismo rojo, núm. 11, 01.06.2007, pp. 5-8, ambos en .
(15) Véase «Nietzsche, Negri, o las filosofías pequeñoburguesas del fascismo y del anarquismo», en Ignacio Rodas: Anti-Negri. Libro Primero. Crítica de la filosofía y economía críticas…, pp. 77-93.
(16) En efecto, mientras que el «Manifiesto Inaugural» de la Internacional, escrito por Marx, denunciaba «la aprobación impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las clases superiores de Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso del Cáucaso y asesinar a la heroica Polonia» (C. Marx: «Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores», en C. Marx, F. Engels: Obras escogidas, Progreso, Moscú, 1974, t. II, p. 13) y el propio Marx, dos años después —en su «Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional [denominado posteriormente Consejo General]» enviados al I Congreso de la Internacional, que tuvo lugar, en Ginebra, del 3 al 8 de septiembre de 1866—, insistía en la necesidad para el proletariado, en general, y, en particular, para «la clase obrera de Alemania», «puesto que Alemania es uno de los participantes en los repartos de Polonia», de sostener la causa polaca tanto para combatir «el último baluarte frente a la creciente ola del movimiento obrero» que era Rusia como para impedir que Alemania se convirtiera en avanzadilla de la Santa Alianza reaccionaria que aquélla había concertado, en 1815, con Austria y Prusia a fin de aplastar el movimiento revolucionario en los diversos países y salvaguardar las monarquías feudales, absolutistas (ib., pp. 85, 468), los elementos anarquistas (proudhonianos) de la Internacional consiguieron evitar que el Congreso se pronunciara sobre el tema, alegando que no tenían «nada que decir sobre la reconstitución política de Polonia» («Memoria de los delegados franceses en el Congreso de Ginebra», en s. a.: La Primera Internacional, Fundamentos, Madrid, 1977, t. I, p. 203).
Sin embargo, más tarde, en marzo de 1870, en el punto 5 de la «Comunicación confidencial» escrita con motivo de la agravación de la lucha de los bakuninistas, dentro de la I Internacional, contra el Consejo General de ésta, Marx —alzando la bandera de la amnistía a los militantes irlandeses encarcelados por defender la independencia de su país— escribía que, dado que el «primer objetivo» de la Internacional consistía en «acelerar la revolución social en Inglaterra», era «preciso asestar el golpe decisivo en Irlanda» («baluarte de los grandes propietarios de tierra ingleses»), hasta llegar, «si hace falta», a «una separación completa» de ésta en tanto que «la transformación de la actual unión coercitiva, es decir, del avasallamiento de Irlanda, en alianza igual y libre» suponía una «condición preliminar de la emancipación de la clase obrera inglesa» (C. Marx: «Extracto de una comunicación confidencial», en C. Marx, F. Engels: Obras escogidas…, t. II, pp. 185-186).
Y, tan sólo unos meses después, con motivo del desencadenamiento de la guerra franco-prusiana en junio de 1870, Marx encabezaba la toma de posición de la Internacional al respecto recordando lo ya escrito en el documento fundacional de la AIT:
«En el Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores, fechado en noviembre de 1864, decíamos: “Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo va a poder cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo?”. Y definíamos la política exterior a que aspira la Internacional con estas palabras: “Reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones”» (K. Marx: «Primer manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra franco-prusiana», ib., p. 201).
(17) «Herzen, terrateniente ruso, se enteró por Haxthausen de que sus campesinos poseían la tierra en común y se aprovechó de ello para presentar a los campesinos rusos como a los auténticos portadores del socialismo, como a comunistas natos, en contraste con los obreros del senil y podrido Occidente europeo, obligados a estrujarse los sesos para asimilar artificialmente el socialismo. Estas ideas pasaron de Herzen a Bakunin y de Bakunin al señor Tkachov» (F. Engels: «Acerca de la cuestión social en Rusia», ib., p. 415).
(18) Explica Negri, a este propósito, con cierta objetividad, destinada, sin embargo, a fin de cuentas, a dotar de verosimilitud la falsificación con la que, acto seguido, se propone presentar a la líder proletaria revolucionaria Luxemburg como otra reformista más al servicio de la democracia capitalista:
«En los debates internos de la Tercera Internacional, en los años previos a la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo argumentaba vehemente (y vanamente) contra el nacionalismo. Luxemburgo se oponía a la política de “autodeterminación nacional” de Polonia, como un elemento de la plataforma revolucionaria, pero su condena del nacionalismo era mucho más general» (Michael Hardt, Antonio Negri: Imperio…, pp. 99-100).
«Lenin fue sumamente crítico con la posición de Luxemburgo, principalmente porque la autora [Rosa Luxemburg] no reconocía el carácter “progresista” del nacionalismo (incluso del nacionalismo burgués [¡del nacionalismo pequeñoburgués, en realidad, que pone en cuestión objetivamente los Estados capitalistas opresores de pueblos!]) de los países subordinados. Lenin afirma así el derecho a la autodeterminación nacional, que es en realidad el derecho liso y llano a la secesión» (ib., p. 390).
Y, una vez captada la atención del lector con este par de datos objetivos —Luxemburg se oponía a la autodeterminación de los pueblos oprimidos; Lenin la defendía—, he aquí al señor Negri lanzado a tumba abierta en la falsificación literal, según sus propias conveniencias postmodernas, de la posición verdaderamente sostenida por Rosa:
«Su crítica de la nación [inicia la fabulación il professore] no era sólo una crítica de la modernización como tal, aunque sin duda ella era plenamente consciente de las ambigüedades que implicaba el desarrollo capitalista; y no estaba principalmente preocupada por las divisiones que inevitablemente crearían los nacionalismos en el seno de la clase obrera europea, aun cuando su propia trayectoria nómada a través de la Europa central y del este ciertamente la habían vuelto muy sensible a esta problemática. El argumento más vigoroso de Luxemburgo era más bien [cursiva de I. Rodas] que la nación implicaba dictadura y que por ello era profundamente incompatible con cualquier intento de organización democrática [¡radicalmente falso que Rosa pensara tal cosa, como veremos!]. Luxemburgo reconocía que la soberanía nacional y las mitologías nacionales usurpaban de hecho [¡¡Negri atribuye a Rosa, sin escrúpulo alguno, sus propias quimeras reaccionarias!!] el terreno de la organización democrática al renovar los poderes de soberanía territorial y al modernizar su proyecto a través de la movilización de una comunidad activa (ib., p. 100)».
Hasta aquí lo que el señor Negri ha escrito impunemente, hasta el momento, que sepamos, sobre Rosa Luxemburg. Dejemos ahora que sea ella misma quien aclare si su conocida oposición a la autodeterminación de las naciones oprimidas sostenida por Lenin venía determinada, al margen de otras consideraciones, por razones clasistas, proletarias, revolucionarias, o, por el contrario, tal como nos acaba de asegurar il professore, por criterios democráticos, antidictatoriales. No hace falta, la verdad, ir muy lejos para dilucidar, sin lugar a equívoco alguno, la cuestión. En 1908-1909, bajo el título general «La cuestión nacional y la autonomía», publicaba, en su periódico teórico Przeglad Sozialdemokratyczny, de Cracovia, seis artículos. En el primero de ellos, titulado precisamente «El derecho de las naciones a la autodeterminación», puede leerse, a modo de crítica de la consigna levantada, a instancias de Lenin, por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) consistente en garantizar el «Derecho a la autodeterminación a todas las nacionalidades» oprimidas por el Estado zarista:
«Lo que más llama la atención de esta fórmula es el hecho de que aparezca desvinculada del socialismo o de la política de la clase obrera» (Rosa Luxemburg: La cuestión nacional y la autonomía, El viejo topo, Barcelona, 1998, p. 12).
Criticando, acto seguido, lo que, a su juicio, no permite «iniciar la acción política del partido obrero en la dirección correcta» y «finalmente separar la política revolucionaria del proletariado de la política de los partidos burgueses y pequeñoburgueses», Rosa añade:
«Es evidente que la consigna del “derecho de las naciones a la autodeterminación” no posee este carácter. No ofrece ninguna orientación práctica para la política del día a día del proletariado, ni ninguna solución práctica a los problemas nacionales. Por ejemplo, no indica al proletariado ruso cómo abordar y resolver el problema nacional polaco, finlandés, caucásico, judío, etc. Sólo ofrece una ilimitada autorización a todas las “naciones” interesadas para que resuelvan sus problemas nacionales como más les plazca. La única solución práctica que cabría extraer de esta fórmula para la política cotidiana de la clase trabajadora es la indicación de que su deber de clase es luchar contra todas las manifestaciones de opresión nacional. Si reconocemos el derecho de cada nación a determinarse a sí misma, la conclusión más evidente y lógica es que debemos condenar todo intento de dominio de una nación por otra, o del uso de la fuerza para imponer a otra nación una forma determinada de existencia nacional. Pero el deber del partido de la clase obrera de protestar y luchar contra la opresión nacional no surge de un “derecho de las naciones” especial, como tampoco su lucha por la igualdad social y política entre los sexos emana de ningún “derecho de la mujer” innato, como sugiere el movimiento de las feministas burguesas, sino que surge exclusivamente de la oposición general a la estructura de clase y a toda forma de desigualdad y de dominación social; en una palabra, surge de la propia posición básica del socialismo» (ib., pp. 19-20).
A la luz de los hechos, el error sectario de Rosa —creer que garantizar el libre derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por la Rusia zarista no indicaba al proletariado «cómo abordar y resolver el problema» cuando constituyó, en cambio, un elemento insustituible del triunfo obtenido, en primera instancia, por la Revolución de Octubre de 1917— es tan evidente como palmaria es la mentira escrita por el señor Negri al atribuir «más bien» motivaciones antidictadoriales, democráticas, a quien, como Rosa es capaz de decirnos, sin subterfugios de ningún tipo, que «el derecho de las naciones a la autodeterminación» «sólo puede llevarse a cabo de una manera: realizando primero los principios del socialismo internacional y alcanzando sus objetivos últimos» (ib., p. 18). La ingenuidad izquierdista de Rosa Luxemburg, que le llevó, en este terreno, en definitivas cuentas, a tratar de aplazar la lucha contra la opresión nacional al periodo posterior al triunfo de la revolución comunista, enajenándole, por tanto, a ésta, el apoyo de los pueblos alzados contra el imperialismo, queda patente en estas últimas palabras, que resumen toda su posición al respecto. Pero aún resta más manifiesto, si cabe, el descarado fraude de Antonio Negri al atribuir a la dirigente proletaria revolucionaria, para sostener su planteamiento, argumentos democrático-burgueses, «antidictatoriales» que «más bien [cursiva de I. Rodas]» eluden la lucha de clases…

Una obra del Partido revolucionario contra el Partido reformista…

Ignacio Rodas
ANTI-NEGRI
Libro Segundo
Crítica de la política crítica
Política reformista y política revolucionaria
(o reformar el Estado burgués o destruir el Estado burgués)
Para más información y pedidos:
www.edicionescurso.com
edcurso@edicionescurso.com

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Sumarios de Anticapitalismo rojo

Núm. 15 (01.08.2007) > Dos guerras perdidas por el imperialismo. Pero Irak no es Vietnam…
Ø A propósito del escrito de Sánchez Teran, militante de Endavant. O con el estalinismo o con la «Defensa de la Terra»

Ø Carta de Can Masdeu al Tripartito. Hippismo es capitalismo
Núm. 14 (15.07.2007) > El curso de las cosas
Ø Declaración de Anticapitalismo rojo ¡Libertad para Arnaldo Otegi y todos los presos nacionalistas vascos!


Núm. 13 (01.07.2007) > Hamás arrolla en Gaza. ¡Viva la Palestina antiimperialista!
Ø Casseurs: del voto a la abstención en las elecciones francesas. A la espera del nuevo y mayor choque, lección de política anticapitalista
Ø ¡Dejad que los muertos descansen en paz! La Resistencia anticapitalista de 2001 y la de hoy
Ø Memoria anticapitalista. En el 20º aniversario de Hipercor… Mentiras y hechos de un crimen de Estado


Núm. 12 (15.06.2007) > Fin de la tregua de ETA: Hipocresía y debilidad del Estado capitalista español
Ø ¿Vuelve el anticapitalismo negro?… El tiempo de las contracumbres ha caducado
Ø Tribuna anticapitalista: A propósito de la propuesta de una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes… El Partido y el movimiento proletario de masas


Núm. 11 (01.06.2007) > Elecciones burguesas y anticapitalismo
Ø Al Fatah: Así se lucha contra un pueblo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Para defender consecuentemente a los trabajadores inmigrantes hace falta una organización consecuentemente anticapitalista


Núm. 10 (15.05.2007) > ¡Atención a Francia!
Ø Tesis. La cuestión saharaui y los proletariados marroquí y español
Ø ¿Por qué hay que defender, quién defiende y quién no a Núria Pórtulas?…

Núm. 9 (01.05.2007) > Las elecciones francesas señalan el curso
Ø 1 de mayo: ¿manifestaciones anticapitalistas?…
Ø Tras los atentados de Al-Qaeda en el Magreb… Declaración de Anticapitalismo rojo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Continúa el debate

Núm. 8 (15.04.2007) > A los 50 años de su fundación… Crisis agónica de la UE
Ø Metro de París: nueva irrupción del anticapitalismo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Una reflexión marxista

Núm. 7 (31.03.2007) > La caída de las Bolsas anuncia el crash que se acerca
Ø Irak: cuatro años de ocupación… La guerra, la paz y los proletarios del mundo
Ø ¿China capitalista?… ¿Cuándo dejó de serlo?…
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Se inicia el debate… Nos escribe un compañero inmigrante

Núm. 6 (15.03.2007) > Italia: el nauseabundo olor del fascismo
Ø De Juana, excarcelado: una victoria revolucionaria
Ø Tribuna anticapitalista: Carta abierta por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes

Núm. 5 (31.03.2007) > Encuentro del Fórum Social en Nairobi
Ø Siete tesis marxistas sobre Kosovo
Ø Tribuna anticapitalista: un saludo, una propuesta

Núm. 4 (15.02.2007) > ¿«Por una vivienda digna»?… ¡Asambleas anticapitalistas por el acceso a la vivienda!
Ø La revolución comunista de mañana y los países no avanzados. (I…) Un trabajo necesario
Ø Biblioteca roja. Anti-Negri. Libro Primero. El padre filosófico del nazismo, Friedrich Nietzsche, y su amigo “anticapitalista” Antonio Negri

Núm. 3 (31.01.2007) > Tras el asesinato de Estado de Barajas: ¿A dónde va la cuestión vasca?…
Ø Anarquismo y comunismo
Ø Biblioteca roja. Anarquismo y comunismo. Ayer y hoy
Ø Diferencias entre el anarquismo y el comunismo

Núm. 2 (15.01.2007) > Contra el engaño de «la paz» en Palestina ¡Adelante con la guerra revolucionaria!
Ø Entrevista con I. Rodas: ¿Para qué un Anti-Negri?…
Ø Memoria roja: El asesinato de Rosa Luxemburg

Núm. 1 (01.01.2007) > El nuevo anticapitalismo. Vive les casseurs!
Ø ¿Adónde va la guerra de Irak y por qué nos importa a los anticapitalistas?…
Ø Movimiento okupa. Entre el reformismo y el anticapitalismo
Ø Hemos leído… Anti-Negri. Libro Primero. Crítica de la filosofía y la economía críticas

lunes, 10 de septiembre de 2007

Declaració 11 de setembre de 2007

anticapitalistes i nacionalistes revolucionaris, dos moviments de classe diferents, però aliats

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Una nació esclava, com un individu esclau, es una vergonya de la humanitat i de l’univers. Però una nació mai no serà lliure si els seus fills no volen arriscar llur vida en el seu alliberament i defensa.
Lluís M. Xirinacs i Damians

El proletariat no pot guardar silenci en la qüestió, particularment «desagradable» per a la burgesia imperialista, de les fronteres de l’Estat basat en l’opressió nacional. El proletariat no pot per menys que lluitar contra la retenció violenta de les nacions oprimides a dins de les fronteres d’un Estat concret, i això significa lluitar pel dret a l’autodeterminació.
V. I. Lenin



La llibertat de Catalunya no vindrà de cap Unitat Popular…
VINDRÀ DE LA REVOLUCIÓ ANTICAPITALISTA!

Nacionalistes revolucionaris, comunistes:
Treballem plegats per formar un FRONT ANTICAPITALISTA REVOLUCIONARI

Per un FRONT ANTICAPITALISTA REVOLUCIONARI que lluiti, amb tots els mitjans al seu abast, per:

· La imposició incondicional de l’autodeterminació de Catalunya
· La destrucció de l’Estat Espanyol
· La revolució anticapitalista

Companys i companyes,

Avui, molts de vosaltres us sentiu més que mai catalans, nacionalistes, independentistes, membres d’una nació oprimida i humiliada per l’Estat espanyol…

Molts d’altres, a Catalunya i arreu del món, us sentiu explotats i marginats pel sistema, us sentiu casseurs guanyats, com els vostres camarades francesos de 2005 i 2006, per les ganes de trencar tot l’existent, de fer front i acabar amb el capitalisme…

Qui se’n aprofita de la vostra divisió?… Qui se’n aprofita de la separació entre el jovent revolucionari de les nacions oprimides i els joves anticapitalistes del conjunt del planeta?… Tots ho sabeu. La distància entre, d’una banda, els oprimits, els nacionalistes revolucionaris i de l’altre, els explotats, el proletaris, sense res, d’avui, només afavoreix al capitalisme i al seus Estats; a les odioses burgesies imperialistes i les seves nacions opressores.

A Catalunya, és del tot ben clar: la divisió entre els veritables independentistes i els anticapitalistes, entre l’avantguarda nacionalista revolucionària catalana i l’avantguarda comunista del proletariat només afavoreix aquesta presó de pobles que és l’Estat espanyol.

Però no serà pas per la via reformista de la «Unitat Popular» que és pugui superar aquesta divisió, que es pugui posar de peu el front unit de les masses treballadores de les nacions oprimides i de les nacions opressores contra les seves respectives burgesies, contra els seus respectius Estats, sense el qual qualsevol promesa de llibertat per a Catalunya, d’autodeterminació i sobirania esdevé fatalment paper mullat, sinó la més verinosa de les demagògies.

«Unitat Popular»?… Unitat amb la burgesia catalana, amb aquests botiflers que prou han demostrat, a tot el llarg de la història, que les seves paraules de llibertat i autodeterminació no son més que monedes de canvi en les seves negociacions traïdores amb l’Estat espanyol, destinades a procurar-se, en cada moment, les millors condicions possibles per seguir explotant el seu propi proletariat, per continuar esprément el conjunt de les masses treballadores catalanes?…

És que potser no va tenir ja aquesta mateixa «Unitat Popular» que ara, de nou, es reclama, el poder durant la passada guerra civil de 1936-39?… I per què el va utilitzar, sinó va ser per continuar negant, darrera del Govern de la República espanyola, els drets de Catalunya; sinó va ser per desarmar i reprimir al proletariat i a les masses treballadores fins a lliurar-los indefensos a les mans de l’Exèrcit de Franco?…

Cap confiança en la classe explotadora, cap unitat amb la burgesia!

La política de la «Unitat Popular» constitueix, en realitat, la darrera barricada, al servei de la burgesia catalana i l’Estat espanyol, que el nacionalisme revolucionari, el veritable independentisme està cridat a superar i superarà per tornar a defensar, com cal, la terra.

Contra la via, sense sortida, de la «Unitat Popular», del pacte traïdor amb la reaccionària burgesia catalana, fem camí en la perspectiva de la unió entre les masses oprimides de Catalunya i el proletariat, explotat, del país, de tota Espanya, d’arreu del món, en la via de la revolució anticapitalista, comunista, de demà, que, des de el primer moment en que s’afermi farà efectiu, sense cap mena de condicions, el dret de Catalunya i la resta de nacions oprimides per l’Estat espanyol, a la seva autodeterminació, a la seva sobirania; la seva plena llibertat de separació.

Barcelona, 10 de setembre de 2007