viernes, 1 de junio de 2007

ANTICAPITALISMO ROJO Nº11


S U M A R I O 1 junio 2007

Editorial
ELECCIONES BURGUESAS Y ANTICAPITALISMO

Al Fatah
ASÍ SE LUCHA CONTRA UN PUEBLO…

Tribuna anticapitalista
PARA DEFENDER CONSECUENTEMENTE A LOS TRABAJADORES INMIGRANTES
HACE FALTA UNA ORGANIZACIÓN CONSECUENTEMENTE ANTICAPITALISTA


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ELECCIONES BURGUESAS Y ANTICAPITALISMO

Las recientes elecciones presidenciales francesas, que han erigido a la cabeza de la República a Nicolas Sarkozy, y las elecciones municipales españolas que acaban de celebrarse invitan, por la disparidad de la actitud tomada por la juventud proletaria ante ellas, a una reflexión por parte de los anticapitalistas conscientes de su condición.

Efectivamente, como es sabido, mientras que, en las primeras, más de cuatro de cada cinco jóvenes de las banlieues —los suburbios de las grandes ciudades francesas— emitieron su voto, en las municipales españolas la abstención de la juventud de la clase explotada ha continuado siendo inmensamente mayoritaria.

He aquí —es legítimo considerarlo así, puesto que, si de un lado, la participación de la mayor parte de los casseurs en los comicios galos fue antecedida y seguida la misma noche de éstos de la reivindicación expresa y la puesta en práctica, respectivamente, de su resuelta acción, fuera del cuadro democrático-burgués, contra el capitalismo y su Estado, de otra parte, la falta de apoyo de los jóvenes proletarios españoles a la totalidad de las candidaturas presentadas, ¿qué otra cosa supone, ante todo, sino su protesta latente contra el sistema?…— dos respuestas anticapitalistas, de muy diferente grado, ante las elecciones burguesas, cuya realidad confirma, en todo caso, que el problema de qué hacer frente a éstas está planteado para el anticapitalismo contemporáneo.

¿Participar en ellas?, ¿seguir absteniéndose? Con su votación masiva en las elecciones, mientras seguían amenazando con volver a incendiar Francia en cuanto les sea posible, los casseurs, los jóvenes proletarios, anticapitalistas, franceses han puesto, en cualquier caso, una pica en Flandes por el anticapitalismo político, cuyo desarrollo sólo puede conducir a la organización, propia e independiente, del movimiento que, surgido de los suburbios, desbordó, entroncando con la lucha contra la precariedad de los estudiantes hijos de las familias trabajadoras, en la primavera de 2006, a la totalidad de las fuerzas de la democracia burguesa. Proceso de organización política, propia e independiente, del movimiento anticapitalista en el cual, de ningún modo, es descartable ya, en el tablero francés, el afloramiento, a medio plazo, de una tentativa de candidatura anticapitalista, impulsada por los casseurs, para mantenerse en la escena política sin tener que prestar su voto —como han debido hacer, en esta ocasión, a falta de candidatura propia— a ninguna de las fuerzas reformistas.

Desde luego que lo primero a explicar, en esta cuestión, es que las elecciones burguesas, por muy democráticas que puedan ser, constituyen un criminal engaño a las masas trabajadoras, pues —dado el aplastante dominio de los «medios de comunicación» por parte de la burguesía y el incontestable predominio cultural de ésta— no cumplen, en lo esencial, otra misión, que la de revestir de legitimidad, frente a los explotados, el poder de la clase explotadora... Desde luego que sin explicar esto claramente al proletariado, sin denunciar la naturaleza de dictadura del capital que, bajo los oropeles de la «libertad de elección» y del «sufragio universal», detenta toda democracia burguesa, no nos situamos en el campo del anticapitalismo, sino, por radical que sea nuestra crítica a lo existente, en el terreno del sistema… A este respecto, la línea entre reformismo y anticapitalismo se traza precisamente aquí: reformista es todo aquel que, de una u otra forma, expresa o implícita, da ilusiones en que los intereses del conjunto de los explotados pueden ser defendidos mediante los mecanismos de la democracia capitalista, mediante las elecciones burguesas, que nos ocupan, para el caso; anticapitalista, es por el contrario, el que obra al margen de dicha confianza, siquiera mínima, en los mecanismos participativos puestos en pie por el Estado capitalista para reforzar el poder de la clase burguesa. En una palabra: reformista no es quien participa en las elecciones (¿alguien, en su sano juicio, podría, entonces, clasificar de reformistas a los casseurs que, reivindicando abiertamente su violencia de resistencia contra el sistema, han votado contra Sarkozy en Francia?) y anticapitalista quien no lo hace. Reformista es, en realidad, quien confía en las elecciones, para resolver la cuestión social, y anticapitalista quien no concede a éstas la menor posibilidad en dicho cometido.

Ahora bien, una vez establecida esta frontera, a propósito de las elecciones burguesas, entre reformismo y anticapitalismo —o confianza o no confianza, y no o participación o abstención—, los interrogantes en lugar de resolverse, parecen multiplicarse. Por el hecho de que las elecciones burguesas son incontestablemente un engaño a los explotados, ¿debe la vanguardia de éstos, deben los anticapitalistas conscientes dejar este terreno libre a las maniobras de la burguesía? Ventilándose aparentemente, en ellas, el problema del poder, de quién debe dirigir la sociedad, ¿deben los comunistas, los anticapitalistas consecuentes abstenerse, por principio, ante las elecciones burguesas?… Brindando como brindan, aunque tan sólo sea por un instante, la posibilidad de difundir los contenidos revolucionarios de la lucha anticapitalista —en primer lugar, por ejemplo, la denuncia del carácter fraudulento, explotador y criminal de todo régimen de democracia burguesa—, ¿deben renunciar los anticapitalistas conscientes, por propia voluntad, a utilizar esa tribuna de resonancia social del combate subversivo para destruir el capitalismo en que se convertiría la campaña electoral de una auténtica Candidatura Anticapitalista?…

Con su participación masiva en los comicios, sin renunciar ni un ápice a su acción anticapitalista, los casseurs franceses han demostrado que sí que es posible y necesaria esa explosiva combinación entre anticapitalismo y política, entre lucha abierta contra el sistema e intervención activa de los explotados en las mistificadas elecciones organizadas por éste. No ha sido, sin embargo, éste el caso, todavía, en España, donde la, ya comentada, abstención general por parte del conjunto de la juventud proletaria, se ha acompañado —¿cómo no?…— de la presentación, por parte del viejo movimiento reformista, de candidaturas pseudoanticapitalistas («alternativas» las llaman) que, como la interclasista Candidatura d’Unitat Popular (CUP) —dirigida, bajo cuerda, por esa fracción catalana del estalinismo constituida por Endavant— sólo sirven objetivamente para cerrar el paso tanto al auténtico independentismo revolucionario catalán como a la colaboración de éste con el anticapitalismo y a la emergencia de una verdadera Candidatura Anticapitalista.

¿Por cuánto tiempo más las cosas seguirán así?… En la misma medida en que, en la actualidad, con excepción de Francia, el anticapitalismo se deja ver sólo muy esporádicamente en escena en el resto de países avanzados, hablar hoy de una actitud activa de los anticapitalistas ante las elecciones burguesas, señalar, por ejemplo, el objetivo de llegar a formar una Candidatura Anticapitalista, parece latín. Pero, con su entrada declarada en política —apartando a un lado, por inservibles, los prejuicios ácratas, abstencionistas, del apoliticismo—, los casseurs marcan el camino. El movimiento anticapitalista de mañana no cederá ni un solo terreno de lucha a la burguesía. Tampoco el electoral.


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Ignacio Rodas
Anti-Negri. Libro Primero
Crítica de la filosofía y la economía críticas

En 2000 y 2004, el profesor Antonio Negri publicó respectivamente Imperio y Multitud, obras de gran impacto que tuvieron la virtud de exponer una teoría general del pensamiento y la acción alternativos de nuestro tiempo, antiglobalizadores. El Anti-Negri, de Ignacio Rodas, cuyo Libro Primero, dedicado a la crítica de la filosofía y la economía críticas, ve ahora la luz, constituye, ante todo —al hilo de la demolición sistemática a la que se entrega, por alienante de la realidad social, del discurso postmoderno expuesto por el señor Negri—, la afirmación científico-revolucionaria de que existe vida más allá de los trillados caminos del pensamiento oficial y crítico, que copan la escena.
Formalmente, la obra de Rodas se ancla en la más estricta ortodoxia marxista. En este Libro Primero, en particular, la crítica de la doctrina del señor Negri ha proporcionado al autor la oportunidad de llevar a cabo un despliegue, que abruma por su consecuencia, del más genuino materialismo dialéctico y de la implacable crítica de la economía burguesa tan característicos de la ciencia comunista. Pero, contrariamente a lo que podría esperarse, ese impecable ejercicio de marxismo, en las antípodas de recrearse como un fin en sí mismo, deviene, en manos de Rodas, instrumento privilegiado de aprehensión, concreta y activa, del curso vigente del capitalismo en su inédita especificidad.
En definitiva, de la crítica implacable, que nos depara el Anti-Negri, de los pilares de la praxis reformista radical de hoy emerge, en positivo, una profunda, y novedosa por su original contemporaneidad, comprensión teórica y política, tan intachablemente revolucionaria como plenamente verificable por los hechos más destacados del mundo actual, del papel que desempeñan los aconteceres más significativos que tienen lugar ante nuestros ojos en el movimiento histórico general de las masas explotadas y oprimidas del planeta por su emancipación.

edcurso@edicionescurso.com www.edicionescurso.com

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Al Fatah
ASÍ SE LUCHA CONTRA UN PUEBLO…


A pesar de que el conflicto entre el Estado de Israel y el pueblo palestino nos acompaña durante más de medio siglo, encabezando, a diario, las principales portadas de la prensa, lo que está ocurriendo actualmente en Oriente Medio y Palestina, con enfrentamientos militares entre fracciones nacionales, merece una mirada crítica por parte de la vanguardia comunista, con vistas a establecer una posición —al margen de todas las comprensiones democráticas burguesas, humanistas, o de la sustentada por la reaccionaria Autoridad Palestina— que, favoreciendo una comprensión revolucionaria, por parte de las nuevas generaciones proletarias, en España y el resto del mundo, les permita tomar partido sobre este conflicto de acuerdo con los intereses históricos de la clase explotada.
A lo largo de la historia humana, todo el esfuerzo científico y filosófico de investigación o de análisis ha sido dirigido a la búsqueda de la verdad y el reconocimiento de la realidad. Ésta es una conclusión irrebatible. Tan real como que toda la historia de la sociedad humana, desde el Neolítico hasta hoy, es una historia de lucha de clases entre explotadores y explotados; una lucha que, a lo largo de cada fase de desarrollo, ha condicionado el esclarecimiento de la verdad y de las realidades mismas en cuanto éstos no han sido convenientes para los intereses de la clase dominante. Pues bien, en esta etapa y en este caso en concreto —el conflicto palestino israelí—, lo primero que hemos de ver es que lo que se halla en cuestión, sobre el tapete, son los intereses directos del orden imperialista internacional.
El Estado de Israel nació formalmente el 14 de mayo de 1948, cuando concluyó el mandato del Reino Unido sobre Palestina y se proclamó un Estado judío con el nombre anterior. Para el pueblo palestino, el 14 de mayo es el día de la Anacba o del desastre nacional. Remontémonos un poco en la historia para comprender el significado de estos hechos...
Durante cinco siglos, el Imperio Otomano dominó la medialuna fértil de Medio Oriente. Pero, a fines del siglo xix, Turquía comenzó a declinar ante el desarrollo económico de las grandes potencias capitalistas. Derrotada tras su alianza con Alemania en la Primera Guerra Mundial, Francia e Inglaterra emergieron disputándose el control de esa zona estratégica como puente hacia las rutas del petróleo. En 1915, ambos imperialismos firmaron el acuerdo de Seykes-Picot, que partía Medio Oriente en dos grandes zonas coloniales. Francia impuso su dominio sobre Siria, Líbano y la parte sudeste de Turquía. Inglaterra, por su parte, ocupó Egipto, el territorio de Adén, la Península Arábiga y el Golfo Pérsico, pero, en 1917, el Imperio Británico, aplicando una nueva política imperialista acorde con la adecuación a las circunstancia de su apetito colonial, lanzó la Declaración Balfour, que promovía la creación de un «Hogar Nacional Judío» en Palestina con la finalidad de sentar las bases de un Estado aliado que, ejerciendo de tapón, contrarrestara el desarrollo de los movimientos de liberación nacional de los pueblos árabes. De este modo, la génesis del Estado de Israel, fundado poco después de la Segunda Guerra Mundial, ya con el patrocinio abierto de EE UU, constituye, por sí misma, la expresión material más acabada —hablamos dialécticamente― de esta política imperialista colonial, destinada a poner en pie un Estado gendarme en guerra permanente contra los pueblos árabes y plenamente acorde, por lo demás, en todo momento, con los intereses y planes de explotación de los recursos naturales de la región por las grandes potencias capitalistas, así como de desarrollo del mercado de armamento.
En esta dirección, y con el objetivo de desalojar de su territorio a un pueblo entero, en los pasados años cuarenta se crearon las milicias sionistas (llamadas los rabinos), encargadas de eliminar y expulsar a los palestinos de sus aldeas y ciudades a través del terror financiado por el imperialismo mundial. Paralelamente a estas medidas, se inició todo un proceso de propaganda sionista, destinada a engañar a las masas trabajadoras que profesaban la religión judía, basada en la emigración al «País de los cielos» y en el hecho histórico de que sus antepasados vivían en aquellos lugares hace milenios.
En aquel mismo momento, el pueblo palestino decidió coger las armas para resistir a dicho Estado sionista, creado y sostenido, como hemos visto, por el imperialismo mundial. También desde entonces, las potencias capitalistas, a través de las instituciones internacionales, como la ONU, la títere Liga Árabe o la Unión Europea, no han cesado de idear fórmulas políticas para la supuesta solución del conflicto, siempre, claro está, dentro de los marcos aceptables para el orden imperialista en la zona. Sin embargo, la realidad ha sido y es mucho más fuerte y tajante que las intenciones de los amos del mundo y sus potentes arsenales militares, diplomáticos y económicos. La resistencia, a sangre y fuego, del pueblo palestino, con sus refugiados incluidos, ha demostrado ser una inagotable fuerza, que se alimenta sólo y exclusivamente de la opresión nacional de dicho pueblo, pese a que ésta no haya sido jamás reconocida realmente como tal, por parte de las grandes potencias capitalistas y sus instituciones, ni combatida, de veras, en instante alguno, por los Estados árabes subordinados a las anteriores, los cuales, en la actualidad —dada su manifiesta naturaleza de correas de transmisión del imperialismo—, se encuentran ,en nuestros días, en la antesala de una auténtica crisis política frente a sus masas trabajadoras, sobre todo, a raíz de la ocupación imperialista de Irak y del surgimiento y desarrollo a los que asistimos de movimientos nacionales antiimperialistas en la región.
Este breve repaso histórico nos permite plantear la siguiente pregunta: «¿Qué ha pasado y qué está pasando hoy día en Palestina para que Al Fatah, apoyado por el imperialismo, los Estados árabes, y, por supuesto, el Estado judío, cargue tan ostentosamente contra Hamás, ganador, por mayoría absoluta, de las elecciones democráticas al Parlamento palestino?».
Para responder a esta pregunta con una cierta precisión, volveremos a los mismos principios de este conflicto, pero esta vez no desde el plano histórico, sino desde el político-militar ― los cuales, por cierto, jamás se separaron uno del otro―, en el marco nacional del movimiento de resistencia palestino.
La fundación del Estado de Israel y la expulsión de más de la mitad de pueblo palestino de su territorio hacia los países árabes vecinos fueron los detonantes del surgimiento espontáneo de más de cuarenta organizaciones de resistencia armada contra la ocupación sionista, tanto dentro de Palestina como en los campos de refugiados en Siria, Líbano, Qatar, Jordania, Kuwait…. Tras la guerra árabe israelí de 1956 y la ocupación de la franja de Garza, estos movimientos se dieron cuenta de la necesidad de organizar y movilizar sus propias fuerzas independientemente de los Estados árabes si querían conseguir la liberación de su territorio nacional, lo que dio lugar, en 1961, a la fundación del Movimiento de Liberación de Palestina (Al Fatah).
Hay que reconocer que toda expresión social, política y militar no deja de ser una manifestación objetiva, consciente o espontánea, del desarrollo material de las fuerzas productivas de una sociedad y de su entorno, incluso si es una expresión, como en este caso, de resistencia, de combate por una causa justa, como es el caso de la lucha del pueblo palestino.
En este sentido, las primeras organizaciones de resistencia palestina, aglutinadas en Al Fatah, no traducían otra cosa que el clamor de la clase burguesa reaccionaria palestina, dominante en toda la región en aquella época. Por ello mismo, Al Fatah no tardó mucho en ser adoptado política y financieramente por parte de los Gobiernos reaccionarios árabes, justo después de la denominada «Guerra de la dignidad» (1968), momento en que fue reconocida, por primera vez, en el cuadro del V Congreso de la Cumbre Árabe, celebrado en Rabat, capital de Marruecos, en 1969.
Ya desde aquella época, aunque no de forma oficial, la burguesa y reaccionaria Al Fatah reconocía, de tapadillo, al Estado de Israel, al amparo de la estrategia llamada «Programa transitorio», adoptada, en el II Congreso Nacional Palestino de 1974 —en nombre del «realismo político»—, en sustitución del objetivo de la liberación de Palestina (léase, la disolución del Estado de Israel). Esta política de Al Fatah, fruto directo de la derrota árabe de 1967, será posteriormente desarrollada a través de la proclamación de la independencia de Palestina, en 1988, en Argelia.
En esta breve cronología política del devenir materialista dialéctico de Al Fatah podemos añadir que los «Acuerdos de paz» de Oslo, de 1993, culminaron, de forma abierta, esta oposición irreconciliable, en los hechos, de la burguesía palestina, a través de Al Fatah, a los intereses del conjunto de la nación palestina. Los acuerdos también reflejaban, claro está, los intereses de las potencias imperialistas operantes en la región, que aspiraban a conseguir una relativa calma que les permitiera llevar a cabo, sin sobresaltos, tanto la dominación económica sobre las burguesías sometidas como la política sobre sus masas trabajadoras, y, asimismo, por supuesto, el interés propio del Estado de Israel —a pesar de su condición de agencia del imperialismo de EE UU en la zona, posee unos intereses específicos— de debilitar la resistencia nacional palestina, con la contrapartida de la concesión de una mísera autonomía política y policial, a fin de obtener un control efectivo de la situación.
Durante todo este proceso político por una paz imposible entre Israel y Palestina, no se ha visto más que la guerra permanente y la destrucción hasta cotas jamás conocidas en toda la zona. La razón de ello es que la clave de este conflicto responde, en su determinación profunda, como venimos diciendo, a una realidad material —vale decir, social— conformada por la lucha de clases, en la que el movimiento pequeñoburgués nacional, antiimperialista, de Palestina, se halla en inconciliable contradicción con el Estado de Israel, por un lado, y con su propia burguesía reaccionaria, por el otro.
Ello se debe no sólo a la ineludible demanda de retorno de los refugiados a sus hogares; un derecho que, por sí mismo, niega la existencia del Estado de Israel —el territorio es el pilar básico de cualquier Estado―, sino también, y de forma mucho más acuciante, por los intereses de los pequeños comerciantes y empresarios palestinos de dotarse de un Estado propio que proteja y favorezca sus negocios, libre tanto de la ocupación israelí como de la dominación imperialista de las grandes potencias. Pero, puesto que el proceso político, capitaneado por Al Fatah y amparado por conjunto del imperialismo, no satisface ni puede satisfacer, ni mucho menos, ninguna de estas dos demandas, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), no ha cesado de crecer y ganar fuerza, entre las masas trabajadoras, desde su victoria en las últimas elecciones palestinas y su entrada en el Gobierno, lo que ha preocupado tanto a la burguesía reaccionaria palestina, encaramada en los puestos de la Autoridad Palestina, como al imperialismo y al propio Estado sionista, hasta el punto de llegar al momento actual en que han formado entre todos una coalición para intentar liquidarlo.
Pero esta vigente guerra civil que se desarrolla en la zona, unida a episodios recientes como el enfrentamiento del Ejército de Líbano, con el apoyo directo de Washington, con el grupo revolucionario Al Fatah Al Islam en el campo de refugiados palestinos de Al Wad Al Barred, no hacen sino certificar, por encima de cualquier otra consideración, dentro del impasse global que vive Oriente Medio, el fracaso clamoroso de la estrategia democratizadora que el imperialismo de EE UU había diseñado, arrogantemente, años atrás, para la zona.
He aquí, en suma, cómo este conflicto nace y se desarrolla ante nuestros ojos, vehiculizando los intereses no sólo de las fuerzas burguesas reaccionarias directamente en liza, sino, asimismo, los de las grandes potencias imperialistas y de los Estados capitalistas árabes colindantes. La visión material y realista que hemos desplegado nos permite obtener las siguientes conclusiones objetivas, al respecto, como vanguardia comunista:

1) La causa del pueblo palestino a la hora de reivindicar su territorio es una causa justa —esto es, revolucionaria—, pues favorece los intereses mundiales del proletariado en la misma medida en que contribuye a desgastar el orden imperialista internacional.
2) Los comunistas nos mostramos, por tanto, contrarios al reconocimiento del Estado de Israel, avalado por la organización imperialista de la ONU, creado, en 1948, por los Estados imperialistas ganadores de la Segunda Guerra Mundial, cuando éstos tenían, para más inri, a medio mundo colonializado militarmente.
3) Apoyamos el derecho de todos los refugiados, y desplazados palestinos, expulsados de sus territorios mediante el uso de fuerza militar, a retornar a sus hogares, aunque estén ocupados por colonos judíos actualmente.
4) Conscientes de que la resolución del conflicto sólo podrá tener lugar en el cuadro de la revolución proletaria internacional que llegue a hacer realidad una comunidad humana mundial sin explotación ni clases, sin Estados ni fronteras, los comunistas entienden que, ahora y en el futuro, su máxima prioridad en él es la impulsión de la unidad revolucionaria entre el proletariado palestino y el israelí
5) Bajo esa determinación, reconocemos y apoyamos incondicionalmente la resistencia armada del pueblo palestino contra el Estado de Israel, representada en la actualidad, tal como fue expresado popularmente en las urnas, por Hamás, dado que dicho movimiento mantiene viva, como hemos indicado, la llama de la lucha antiimperialista.
6) Situados en esta perspectiva histórica, entendemos, más allá de los horrores inenarrables que comporta para el pueblo, la guerra civil en curso entre Al Fatah y Hamás como un paso inevitable en el proceso político de desarrollo del movimiento nacional revolucionario palestino.

Sin detrimento de nuevos análisis que nos permitan afinar un paso más en nuestra toma de posición, invitamos a debatir nuestro texto a todo aquel proletario, anticapitalista, que busque una respuesta revolucionaria al conflicto palestino-israelí y, más en general, a lo que está ocurriendo en Oriente Medio.

Carlos Togues
25 de mayo de 2007

Tribuna anticapitalista

Para defender consecuentemente a los trabajadores inmigrantes
hace falta una organización consecuentemente anticapitalista


Con relación a la posibilidad de crear una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes, planteada por Jalefa y considerada por los compañeros I.Rodas y M.H, en números anteriores de Anticapitalismo rojo, me gustaría hacer las siguientes apreciaciones.
Bien que las premisas sobre las que Jalefa asienta su iniciativa, en su carta, sean 100% clasistas, como demuestra el hecho de que dirija su proyecto a los inmigrantes proletarios y de ningún modo a los que, por ejemplo, han conseguido levantar un pequeño negocio explotando fuerza de trabajo ajena, o de que busque dotar a la misma de una línea de resistencia proletaria —de esos mismos inmigrantes— a los ataques del capitalismo, ajena, por lo mismo, totalmente, aunque demande reformas parciales, a toda ilusión de reforma en el sistema, pienso que un proyecto de ese tipo escapa no sólo a las reducidas fuerzas de los revolucionarios de hoy día, sino incluso a las tareas más acuciantes que éstos tienen entre manos.
Es cierto, tal y como se ha ido explicando a lo largo del debate, que los asalariados inmigrantes sufren una explotación, discriminación y privación de derechos mucho más profundas que los trabajadores autóctonos de los grandes Estados capitalistas receptores de mano de obra extranjera. Es cierto también que, debido a esas condiciones de explotación y discriminación específicas —consecuencia misma de un mundo burgués dividido en naciones y Estados— y debido a la afinidad cultural y lingüística que les es propia, éstos últimos tienden a asociarse y comunicarse más fácilmente entre ellos que con los trabajadores del país receptor, realidad de la que se sirven numerosas asociaciones para organizarlos —reaccionariamente— sobre su primitiva base nacional. Una organización proletaria internacional de inmigrantes, sobre bases anticapitalistas, como la que propone Jalefa o una organización anticapitalista en defensa de los proletarios inmigrantes —abierta en su seno, por tanto, a la participación de proletarios autóctonos (algo seguramente más efectivo y positivo para los intereses revolucionarios )— sería, por supuesto, absolutamente contraria a fomentar cualquier división sectorial, nacional y racial de las reivindicaciones de la masa de trabajadores extranjeros y lucharía por unificar sus luchas con la fuerza de trabajo autóctona, teniendo en cuenta y dando respuesta, a su vez, a los problemas específicos de la inmigración. Pero, en mi opinión, aunque, en sus planteamientos, y sobre el papel, dicha organización sea irreprochablemente anticapitalista, la cuestión a dilucidar para los revolucionarios, con relación a esta cuestión, versa sobre dos asuntos clave. Uno, si la tarea de la vanguardia proletaria pasa, ahora y en el futuro, por erigir, por sí misma, organizaciones de resistencia proletaria (antes que cualquier organización revolucionaria) sin que el propio movimiento proletario las cree de su necesidad cotidiana, es decir, sustituyendo las necesidades del movimiento real por lo que sería una impulsión burocrática e irreal de dicho movimiento, y dos, si los revolucionarios, consecuentemente con dicha línea, habrían de emplear sus escasas fuerzas en la creación de otras tantas organizaciones anticapitalistas para responder a cada una de las opresiones y explotaciones específicas que se dan también cotidianamente en la sociedad capitalista (inmigración, opresión de la mujer, opresión nacional, discriminación racial, etc…) y que el reformismo, por otra parte, con toda la fuerza material que le confiere hoy la situación, así como con el apoyo del Estado capitalista, toma profesionalmente a su cargo, separándolas precisamente de su tronco y base común…
Mi respuesta es que la tarea revolucionaria no pasa hoy ni mañana por dispersar sus fuerzas en la creación ni de nuevos sindicatos ni de nuevos organismos, ni otro tipo de asociaciones de resistencia de los explotados, sea cual sea su procedencia y condición, cuando la situación no los haya creado de antemano, esto es, distintas a las actuales, donde, por otro lado, podemos y en ocasiones debemos participar, delimitándonos de las políticas de la izquierda del sistema, por muy radical que sea su reformismo.
Ahora bien, para llevar a cabo una línea verdaderamente proletaria en el seno de estás, o incluso crear nuevas organizaciones de resistencia, como propone la carta inicial de Jalefa, en el supuesto de que fuera posible y pertinente crearlas, hace falta algo más que un pequeño núcleo de revolucionarios determinados para hacer efectivas dichas voluntades. Hace falta una organización anticapitalista, con unos medios, una infraestructura y una base de masas suficiente para poder afrontar al reformismo, en los hechos, sin ser desalojados de escena a la primera de cambio. Tal organización no puede ser otra que un partido. Y ese partido no puede ser otro que nuestro Partido, el Partido Comunista. Así lo enseña tanto la experiencia histórica como la más inmediata de las lecciones detraídas de la lucha de clases en la sociedad capitalista.
En resumidas cuentas, lo que propongo a todos los compañeros tocados e interesados por el problema planteado por Jalefa es una reflexión, en tanto que elementos proletarios de vanguardia, al respecto de lo planteado en las anteriores aportaciones de Jalefa, Ignacio Rodas, M.H. y esta misma carta, de cara a poder reunirnos, discutir fraternalmente y extraer las conclusiones pertinentes que lleven a materializar, sobre un base sólida, el trabajo que tienen planteado, en la actual situación, los elementos revolucionarios.

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Sumarios de Anticapitalismo rojo

Núm. 10 (15.05.2007)
Ø ¡Atención a Francia!
Ø Tesis. La cuestión saharaui y los proletariados marroquí y español
Ø ¿Por qué hay que defender, quién defiende y quién no a Núria Pórtulas?…
Núm. 9 (01.05.2007)
Ø Las elecciones francesas señalan el curso
Ø 1 de mayo: ¿manifestaciones anticapitalistas?…
Ø Tras los atentados de Al-Qaeda en el Magreb… Declaración de Anticapitalismo rojo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Continúa el debate
Núm. 8 (15.04.2007)
Ø A los 50 años de su fundación… Crisis agónica de la UE
Ø Metro de París: nueva irrupción del anticapitalismo
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Una reflexión marxista
Núm. 7 (31.03.2007)
Ø La caída de las Bolsas anuncia el crash que se acerca
Ø Irak: cuatro años de ocupación… La guerra, la paz y los proletarios del mundo
Ø ¿China capitalista?… ¿Cuándo dejó de serlo?…
Ø Tribuna anticapitalista: ¿Por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes? Se inicia el debate… Nos escribe un compañero inmigrante
Núm. 6 (15.03.2007)
Ø Italia: el nauseabundo olor del fascismo
Ø De Juana, excarcelado: una victoria revolucionaria
Ø Tribuna anticapitalista: Carta abierta por una Asociación Internacional de los Trabajadores Inmigrantes
Núm. 5 (31.03.2007)
Ø Encuentro del Fórum Social en Nairobi
Ø Siete tesis marxistas sobre Kosovo
Ø Tribuna anticapitalista: un saludo, una propuesta
Núm. 4 (15.02.2007)
Ø ¿«Por una vivienda digna»?… ¡Asambleas anticapitalistas por el acceso a la vivienda!
Ø La revolución comunista de mañana y los países no avanzados. (I…) Un trabajo necesario
Ø Biblioteca roja. Anti-Negri. Libro Primero. El padre filosófico del nazismo, Friedrich Nietzsche, y su amigo “anticapitalista” Antonio Negri
Núm. 3 (31.01.2007)
Ø Tras el asesinato de Estado de Barajas: ¿A dónde va la cuestión vasca?…
Ø Anarquismo y comunismo
Ø Biblioteca roja. Anarquismo y comunismo. Ayer y hoy
Ø Diferencias entre el anarquismo y el comunismo
Núm. 2 (15.01.2007)
Ø Contra el engaño de «la paz» en Palestina ¡Adelante con la guerra revolucionaria!
Ø Entrevista con I. Rodas: ¿Para qué un Anti-Negri?…
Ø Memoria roja: El asesinato de Rosa Luxemburg
Núm. 1 (01.01.2007)
Ø El nuevo anticapitalismo. Vive les casseurs!
Ø ¿Adónde va la guerra de Irak y por qué nos importa a los anticapitalistas?…
Ø Movimiento okupa. Entre el reformismo y el anticapitalismo
Ø Hemos leído… Anti-Negri. Libro Primero. Crítica de la filosofía y la economía críticas

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